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The Guardian en español

El día que los indígenas guaraníes dejaron Sao Paulo sin televisión

La antena de televisión en la cima del pico del Jaraguá, que los guaraníes tomaron en signo de protesta el pasado 13 de septiembre

Piero Locatelli

Nadie prestó mucha atención cuando 150 personas de la tribu Guaraní tomaron control del punto más alto de la ciudad de Sao Paulo, el pico del Jaraguá. La conquista, que tuvo lugar poco antes de las cuatro de la mañana del 13 de septiembre, no se enfrentó a resistencia alguna: un grupo tomó las puertas del parque y bloqueó el acceso, mientras que otro rodeaba las antenas de televisión y dejó que el guarda de seguridad se fuese al terminar su turno.

Los guaraníes permanecieron sentados durante dos días en el mismo sitio en el que sus ancestros habían huido de la esclavitud durante la construcción de la ciudad, hace ya más de cuatro siglos. Reivindicaban que un área mayor de la tierra que rodea la cima debería pertenecer a los guaraníes, y exigían que se parase la privatización de los parques estatales. Nadie escuchaba.

Nadie, hasta que apagaron la señal de televisión. La información sobre cuántos canales terminaron su emisión cambia de un medio a otro, pero cuando un gran número de residentes del área metropolitana de Sao Paulo encendieron sus televisores esa mañana esperando encontrarse con las tertulias televisivas y los canales de noticias, todo lo que obtuvieron fueron interferencias.

Los guaraníes de Jaraguá están recluidos en el espacio de tierra indígena más pequeño de Brasil, dos aldeas ínfimas, Tekoá Pyau y Tekoá Ytu, en el extremo norte de la ciudad más grande de Latinoamérica. Alrededor de 700 personas viven en pequeñas casas con el suelo de barro en un área del tamaño de cuatro campos de fútbol.

Hay pocos árboles y un arroyo contaminado, los niños juegan entre excrementos de perro dejados atrás por gente de barrios más ricos. El hedor de la quema de residuos flota en el ambiente.

“La gente mira y piensa que vivimos en una favela, pero no vivimos así por decisión propia”, dice Thiago Henrique Karaí Djekupe, uno de los líderes de la comunidad guaraní.

Malas condiciones en Sao Paulo

Los guaraníes se encuentran en cinco países. En Brasil, hay 85.000 divididos entre ocho estados. Los que viven dentro de de Sao Paulo sueñan con vivir como sus familiares en otras zonas, pero están limitados por la pequeña extensión de terreno.

“Queremos vivir de plantaciones, de la recolección y de la pesca, pero la extensión del pueblo no lo permite”, dice Vitor Fernandes. “Para conservar nuestra cultura, necesitamos más terreno”.

Trabajan duro para mantener sus tradiciones. La escuela local emplea a maestros indígenas y da clases en guaraní, a diferencia de cualquier otra escuela pública en Brasil. Hay un lugar destinado a la oración y muchos residentes usan medicinas tradicionales, con plantas locales en lugar de medicamentos recetados. Los niños se mueven con libertad por el pueblo, seguros de que toda la comunidad cuida de ellos.

Conseguir el equilibrio justo entre lo tradicional y lo moderno no es tarea fácil. “Cuando vamos a la ciudad descalzos y semidesnudos, la gente nos critica”, dice Danilo Benites Uiramiri. “Pero cuando nos ven con ropa de marca, como zapatillas Nike, son igual de críticos…[viéndolo como] una pérdida de la identidad indígena”.

Thiago, que creció en la aldea antes de la apertura de la escuela local, dice que tuvo que enfrentarse a los prejuicios de los demás de manera constante durante su infancia. “Sufrí muchas agresiones físicas y acoso escolar”, recuerda Thiago. “En los temas en los que se habla de gente indígena siempre los presentan desnudos, como salvajes, como gente que sólo quiere luchar y hacer la guerra. Nuestros compañeros de clase se metían mucho con nosotros por esto”.

Cuando consiguió un trabajo en una panadería local sus compañeros se comportaron igual de mal. “Me decían que no trajera los piojos de los 'pequeños indios' al trabajo”.

Trabas por parte del gobierno estatal

Los guaraníes pensaban que su situación estaba destinada a mejorar. Después de 11 años de investigación, la Fundación Nacional del Indio (Funai) autorizó en 2013 la expansión de sus terrenos en Jaraguá a un área de 536 hectáreas (315 veces mayor que su extensión actual).

Sin embargo, el gobierno federal bloqueó la decisión en agosto en base a que las autoridades estatales de Sao Paulo no habían estado implicadas en la decisión. Muchos vieron esto como el primer paso atrás en la delimitación de los territorios indígenas en Brasil desde el final de la dictadura militar en 1985.

La primera fuerza contra la ampliación del territorio guaraní en Sao Paulo es el gobierno estatal, que gestiona el parque de Jaraguá. El Secretario de Estado de Justicia Márcio Fernando Elias Rosa llama a un “compromiso” entre la expansión propuesta y las aldeas existentes, y quiere ver a los guaraníes asentarse de nuevo fuera del parque.

Mientras tanto, el estado de Sao Paulo está intentando privatizar el parque Jaraguá. Una ley aprobada en 2016 puede hacer que el área sea explotada por entidades privadas para la explotación forestal y el turismo durante 30 años.

“Ahora, cuando nuestros hijos ven un coche de policía preguntan si tendrán que dejar la aldea”, dice Thiago. “Vivimos en una situación difícil, y toda nuestra comunidad está deprimida. Vivir en un territorio tan pequeño nos quita el derecho a sobrevivir”.

Traducido por Marina Leiva

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