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The Guardian en español

¿Cómo se puede solucionar la crisis del Brexit? Cuatro analistas británicos dan su respuesta

La primera ministra británica, Theresa May, sale de su residencia oficial en el número 10 de Downing Street.

Matthew d’Ancona / Katy Balls / Aditya Chakrabortty / Gaby Hinsliff

Matthew d’Ancona

La única forma de salir de este show del terror es una nueva votación

El sonido que habéis oído ayer, inmediatamente después de que los parlamentarios cogieran una bocanada de aire para mitigar su asombro tras la derrota en la Cámara de los Comunes, era una tropilla de unicornios siendo liberada de la cuadra. Caímos de vuelta a la realidad y huyeron de la escena.

Según la primera ministra, un par de conversaciones amigables con parlamentarios de peso, un poco de margen de Bruselas y algunas modificaciones al acuerdo con la UE pondrán fin al estancamiento. Según Jeremy Corbyn, el Brexit es un tema secundario, subordinado al objetivo mayor de asegurar un próximo gobierno laborista: una vez que él llegue a Downing Street, todo se arreglará.

Los defensores de la línea dura del Brexit dicen que la solución es un acuerdo de libre comercio o una salida sin acuerdo. Otros sectores piden que Reino Unido permanezca en la unión aduanera o que se cree un mercado común. O ambas cosas a la vez. Pero deberían saber que ninguno de estos planteamientos constitucionales logrará una mayoría en la Cámara de los Comunes, ¿verdad?

Al menos en principio, la moción de censura de este miércoles es el obstáculo final para lograr un debate a fondo sobre el Brexit, y no un juicio sobre las cualidades personales de la primera ministra (ya sabemos que es una inútil, pero por extraño que suene, ese no es el problema más importante del país en este momento).

La cuestión es si los parlamentarios tienen el coraje y la honestidad de llevar a cabo una consulta colectiva para enfrentarse a su inevitable conclusión: que no existe un árbol mágico del Brexit, que el referéndum de 2016 fue un ejercicio político colosal de venta engañosa y que no hay forma de salir de la UE y a la vez conservar lo mejor de pertenecer a la UE.

La única salida de este show del terror es una nueva votación. ¿Pero quién se atreverá a liderar a nuestra tribu política de adoradores de unicornios hacia una verdad incómoda?

Matthew d’Ancona es columnista de the Guardian

Katy Balls

Unas elecciones generales podrían sacarnos de este callejón sin salida

Tras sufrir la peor derrota en la Cámara de los Comunes que ha visto un primer ministro británico en la historia moderna, Theresa May se enfrenta a una decisión agónica: cambiar de rumbo hacia un Brexit más blando y arriesgarse a que su partido quede fracturado para siempre o mantenerse firme en sus planteamientos del Brexit y arriesgarse a que los conservadores en contra del Brexit se le vuelvan en contra en la moción de censura.

La primera ministra tiene al menos unos días para decidir cuál es la elección menos mala. Aunque Jeremy Corbyn sometió a discusión la moción de censura después de que el acuerdo fuera rechazado por 230 votos, El DUP (Partido Unionista Democrático), el European Research Group (grupo de parlamentarios tories favorables al Brexit) y los conservadores en contra del Brexit han asegurado que apoyarán a May mientras planea su próxima jugada.

Sobre esa próxima jugada, May le ha dicho a los parlamentarios que intentará buscar consenso con personas de los principales partidos sobre cuál es la mejor forma de seguir. La realidad es que le quedan pocas opciones. Hay muchos parlamentarios conservadores dispuestos a votar contra el Gobierno con tal de conseguir una salida más blanda de la UE y, sobre todo, evitar un Brexit sin acuerdo.

El problema es que es difícil pensar qué camino puede tomar May que no implique fracturar el partido conservador para siempre. Para ganar muchos votos laboristas, May podría tener que aceptar una unión aduanera permanente, algo que consternaría a muchos parlamentarios conservadores.

En la reunión de gabinete de esta semana, el presidente del Partido Conservador, Brandon Lewis, advirtió a la primera ministra sobre los peligros de esta maniobra, dejando en claro que al partido no le sentaría bien que el Gobierno se acerque tanto a los laboristas. Es por esto que han aumentado significativamente las posibilidades de una convocatoria de elecciones generales anticipadas. Si May no puede encontrar una salida, unas elecciones podrían sacarnos de este punto muerto. Como dijo anoche un miembro del gobierno: “Pídete las vacaciones ahora”.

Katy Balls es editora política de the Spectator

Aditya Chakrabortty

El Laborismo debe pedir un segundo referéndum

En medio de la falta de aliento y el alboroto que veremos en los próximos días, recordad algo esencial: todo este desastre fue soñado, planificado y ejecutado por los conservadores. David Cameron impuso la votación para apaciguar a los diputados ordinarios que temían que el Ukip les quitase el escaño. Pavoneándose en cumbres internacionales, Cameron les aseguró a otros líderes que los que querían permanecer en la UE lo tenían en el bote. Repentinamente, Theresa May activó el artículo 50 y el reloj comenzó a correr cuando no había ni estrategia ni aliados. Para calmar a Jacob Rees-Mogg y los otros defensores de un Brexit duro, May se pasó dos años denunciando cualquier intento de pacto por el Brexit como una traición. Y luego en los últimos seis meses, se la pasó intentando llegar a un pacto. La histórica y humillante derrota de anoche es el castigo que se merece.

Aún así, a todos los demás nos tocará comernos el marrón y luego limpiarlo. Desde luego, casi nadie que haya votado a favor del Brexit en 2016 debe de estar festejando el caos actual. Sumergido en lo profundo de este atolladero político, el país podría caer en una crisis constitucional total de la que no encontraremos salida.

Para evitar eso, necesitamos un cambio completo de liderazgo y de plan. La estrategia de May está acabada y si la primera ministra intenta reclutar a Jean-Claude Juncker o Donald Tusk para resucitarla, la despacharán sin rodeos, y así lo dieron a entender ambos anoche. El problema es que si existe un líder con la agilidad como para cambiar de rumbo exitosamente, desde luego no es ella la reina del baile. Sin embargo, tampoco parece que a su ritmo lento se esté acercando a ninguna salida y los hombres agazapados para ocupar su sitio están felices de verla hacer todo el trabajo sucio. Eso explica la hipocresía que se vivirá hoy en el Parlamento, con parlamentarios conservadores y del DUP que anoche apuñalaron a su líder por la espalda votando que tienen plena confianza en ella. Nunca Westminster se pareció tanto a un pantano de cocodrilos.

Y mientras May siga haciendo su trabajo, nada funcionará. Ella cerró la puerta a los pactos que eran viables, como el acuerdo al estilo Noruego, imponiendo una línea dura respecto a la libertad de circulación. May no convocará un segundo referéndum ni elecciones. Frente a la decisión más importante de asuntos exteriores de este país en los últimos 40 años, tenemos a una primera ministra sin capacidad de maniobra que está llevando al Gobierno a una parálisis. Sea lo que sea que suceda después del Brexit, recordad esto: los conservadores se han eliminado de la lista de partidos con posibilidad de volver alGobierno durante al menos la próxima década.

Con ese telón de fondo, creo que lo mejor que pueden hacer los parlamentarios laboristas es señalar tranquilamente que todo este desastre fue generado por los conservadores y que lo único que pueden hacer es intentar restaurar algo de gobernabilidad. La moción de censura encaja en esa estrategia, pero es poco probable que tenga éxito. Intentarlo una y otra vez seguramente sea un juego con pocos resultados, a medida que los diputados laboristas y los activistas se ponen cada vez más nerviosos. Algunos comenzarán a balbucear sobre la posibilidad de pactar con el Gobierno, otros propondrán un segundo referéndum. Con las cosas moviéndose a esta velocidad, no hay lugar para la inercia. Así que si hoy triunfa la moción de censura, cabe la posibilidad de convocar elecciones generales. En ese caso, como dije el martes, el Laborismo debe pedir un segundo referéndum para que Westminster salga de este callejón sin salida.

Aditya Chakrabortty es columnista de the Guardian y analista de economía

Gaby Hinsliff

La única salida práctica es extender el artículo 50 y formar una alianza entre partidos

No fue solamente una derrota, sino una humillación. El acuerdo de Theresa May para el Brexit ha sufrido una derrota tan rotunda que pareciera una evaluación sobre su gestión en los últimos dos años. A pesar de no contar con una mayoría, May pretende imponer condiciones, en lugar de negociar, como dijo el parlamentario conservador Nick Boles. Los parlamentarios laboristas se quejaron de que May casi no intentó pactar con otros partidos y que se limitó a buscar una pequeña ventaja política.

Pero si eso es cierto, no fue la única. La estrategia de Jeremy Corbyn de intentar cambiar de tema también será derrotada hoy, si el Parlamento vota en contra de convocar a elecciones generales, tal y como se espera: ¿se dignará entonces a trabajar codo a codo con sus odiados conservadores y liberales demócratas para llegar a un acuerdo que pueda ser aprobado por el Parlamento, por el bien del país? Ya os podéis imaginar la respuesta.

Sin embargo, esa es la única salida, preferentemente logrando una alianza entre partidos, pero si no hay más remedio, votando las opciones por “knock out”. Cuanto más sabemos sobre cómo sería irnos de la UE sin acuerdo, más loco parece, pero es lo que sucederá el 29 de marzo si el Parlamento no logra ponerse de acuerdo en nada.

Mi corazón apoya a aquellos que luchan por la opción de resolver esto mediante el voto popular, pero mi mente está preocupada. Nunca más se debe ofrecer a los votantes opciones que no existen en la vida real, por eso dejar que el pueblo decida sólo tiene sentido una vez que el Parlamento haya estudiado las opciones. Sin embargo, en este momento, solo los liberales demócratas están cerca de apoyar la idea de que Reino Unido permanezca en la UE y la modifique desde dentro (lo cual debe ser el mensaje del referéndum) y ningún partido tiene un plan indiscutible para que 27 países aprueben esas reformas, dejando al Reino Unido, en caso de regresar, ante una humillación forzada.

Así que debemos intentar extender el artículo 50 unos meses más, ya que es evidente que no estamos preparados. Pero esta vez no perdamos el tiempo.

Gaby Hinsliff es columnista de the Guardian

Traducido por Lucía Balducci

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