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The Guardian en español

La comedia iraní, un éxito de taquilla asegurado ante una audiencia que busca evadirse de la realidad

El director iraní Mani S. Haghighi.

Saeed Kamali Dehghan

La gente se puso en pie con el himno nacional. El ambiente era triste. El festival de cine más importante de Irán, que suele ofrecer siete días de alfombra roja y premios, había renunciado al glamour de la pantalla grande y el resto del país sufría la crisis económica.

Meses antes, los organizadores dijeron que el tono del festival sería el mismo que el de un país en el que las sanciones y la agitación política en ascenso han afectado a la calidad de vida de muchos iraníes de a pie. La muerte de Ezatollah Entezami, un famoso actor de la 'Nueva Ola' iraní de los años 60 y conocido en Irán simplemente como Sr. Actor, apagó aún más los ánimos.

Sin embargo, las modestas fiestas celebradas este mes en el Vahdat Hall de Teherán dan la impresión de una industria con una salud de hierro y pujante, en gran parte, gracias a las mismas presiones económicas que le quitaron el brillo a la gala del cierre del festival. Atraídos por unos precios de entradas relativamente accesibles y por las nuevas comedias que buscan levantar los ánimos del público, los iraníes están yendo al cine como nunca antes.

Una de estas comedias, 'Millipede', ha roto todos los récords de taquilla y ha recaudado más de 7,3 millones de euros desde su estreno este verano. Dirigida por Abolhassan Davoodi, la película cuenta la historia de un criminal amputado que, en un hospital para veteranos de guerra, encuentra una doctora que quiere casarse con un exsoldado herido.

Mani Haghighi, cuya comedia 'Cerdo' fue nominada al premio más importante del festival, señala que los tiempos difíciles hacen que la gente vaya más al cine. “La razón por la que la gente está yendo mucho al cine a ver comedias es porque están deprimidos”, afirma, comparando la situación actual en Irán con la de Estados Unidos durante la Gran Depresión y las comedias de la edad de oro de Hollywood.

“El clima en este país es en general lúgubre porque se han combinado varias crisis juntas en un mismo momento”, indica. “Tenemos la amenaza de las sanciones, pero también hay tensión política interna. Todo esto se combina y hace que la gente se sienta un poco desconcertada”.

En este momento es casi imposible encontrar financiación para películas que no sean comedias, asegura Haghighi. Las comedias son “una tendencia que funciona…Los productores se han dado cuenta de que les ha tocado el Gordo con estas películas”, añade.

La primera incursión de este director en el género fue con la comedia romántica '50 kg de Cerezas Ácidas', de 2015. 'Cerdo' es un poco más oscura: trata de un asesino en serie que sale a matar directores de cine iraníes y uno director que está en la lista negra quiere saber por qué nadie ha ido todavía a por él.

Una clave del éxito de estas películas ha sido la construcción de centros comerciales en todo Irán. “Están abriendo uno tras otro y todos tienen cines dentro. Son limpios y modernos. Ahora todo el mundo quiere ir al cine”, asegura Haghighi. Las entradas en Irán cuestan de 1 a 3 euros.

Esta ola de comedias se aleja de la tradición cinematográfica iraní famosa internacionalmente por su estilo minimalista y poético, con directores como el fallecido Abbas Kiarostami o el realismo social de 'Una Separación', de Asghar Farhadi, ganadora de un Oscar.

El crítico cinematográfico Bahman Abdollahi afirma que le preocupa que el éxito comercial de las comedias haga que se relegue a otros géneros.

“No me parece que éste sea un buen fenómeno porque en el cine hacen falta todos los sentimientos. Necesitamos felicidad, tristeza, miedo y horror”, cuenta. “Hay muy pocos productores activos, la mayoría de la comunidad del cine iraní no tiene trabajo”, añade.

De todas formas, los directores de cine de todos los géneros, comedias incluidas, se enfrentan al desafío de lograr que sus películas sean aprobadas por los censores de la República Islámica. Haghighi asegura que, si bien están siendo un poco más liberales a la hora de supervisar los guiones, la censura ha aumentado a la hora de la distribución. El director cuenta que a Cerdo solo le dieron horarios de pantalla a las 9 y a las 11 de la mañana.

El festival está organizado por la Casa del Cine, el gremio principal de la industria del cine en Irán. Según el director del festival, 43 películas rodadas el año pasado no han recibido la autorización para proyectarse ante el público.

Sin embargo, las personas que dieron discursos en el festival no tuvieron reparos en hablar contra el Gobierno iraní. Vahid Jalilvand, que se llevó el premio a mejor película por el drama 'Sin Fecha, Sin Firma', criticó a las autoridades por permanecer indiferentes ante los conflictos sociales que subrayan los directores. Hamed Behdad, ganador del premio a mejor actor, exigió la liberación de Niloufar Bayani y otros activistas medioambientales que están encarcelados acusados de espionaje. “Se están pudriendo en la cárcel”, dijo.

Keyvan Kasirian, un importante crítico que asistió a la ceremonia, dijo que no le sorprende que la gente que va al cine elija las comedias. “Quizá es una necesidad de la sociedad de olvidarse de todo durante dos horas”, afirmó.

Traducido por Lucía Balducci

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