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The Guardian en español

Una marea roja de algas tóxicas arrasa la costa de Chile

Varios manifestantes protestan por la crisis ambiental provocada por la marea roja en la isla de Chiloé

Jonathan Franklin

Santiago de Chile —

Las autoridades chilenas están investigando a la industria de la cría de salmón, después de que una masa de algas que transportan una neurotoxina virulenta se extendiera por cientos de kilómetros a lo largo de la escabrosa costa de la Patagonia y desencadenara una emergencia sanitaria y duras protestas de los pescadores.

La enorme “marea roja” ha crecido con rapidez en las últimas semanas, en lo que se ha descrito como la peor crisis medioambiental del país en los últimos años: decenas de personas han sido intoxicadas por esta masa de algas que contamina el marisco y que ha dejado sin trabajo a miles de pescadores. Los científicos atribuyen esta masa de algas inusualmente potente y extendida a una temperatura del agua más cálida de lo habitual para esta época causada por el fenómeno meteorológico de El Niño.

El foco está ahora sobre la industria del salmón, entre acusaciones de que la marea de algas puede haberse visto agravada por los vertidos de salmón podrido en mar abierto y por las grandes cantidades de excrementos y alimentos de salmón que ocupan partes del fondo marino.

La unidad policial de investigación de Chile ha confirmado la apertura de pesquisas. “Estamos investigando las posibles actividades criminales en relación con los vertidos de salmones muertos al mar”, ha anunciado el fiscal regional Marcos Emilfork. “Los delitos medioambientales son muy graves y constituyen una prioridad”, ha añadido, y ha insistido en que la pena de cárcel sería apropiada para cualquiera a quien se declare culpable.

La presidenta chilena, Michelle Bachelet, ha designado una comisión científica para investigar la catástrofe ambiental y examinar los indicios de que la actividad humana puede haber agravado la marea roja. El biólogo marino Hector Kol explica que la masa de algas puede haberse desencadenado por los nutrientes que se vierten en cajas flotantes de salmón y que se acaban depositando en el fondo marino. Estos bancos subterráneos de nutrientes, indica Kol, pueden hacer de depósitos para las algas tóxicas y proporcionarles refugio.

“El problema que tenemos ahora es una marea roja de proporciones bíblicas”, afirma el biólogo. “Chiloé ha cambiado, el mar es tóxico. Ahora tenemos una marea roja que genera síntomas de diarrea, amnesia y parálisis desde el estrecho de Magallanes hasta Valdivia”: una franja de más de 2.000 kilómetros de litoral.

El presidente de la asociación empresarial SalmonChile, Felipe Sandoval, ha negado que se pueda responsabilizar a la industria del salmón. “Este no es un conflicto sobre la industria del salmón, que es uno de los sectores más regulados en Chile y en el mundo”, ha dicho en declaraciones a la radio local. “Tenemos altos estándares medioambientales, no solo por las normativas locales, sino por (las condiciones que marca) el mercado al que va el producto”.

Esta “marea roja” sin precedentes llega después de que, hace unos meses, una infección liquidara en torno al 20% de la multimillonaria industria de la cría de salmón. Desde finales de diciembre, las temperaturas del agua más altas de lo normal en los océanos provocaron la muerte de al menos 27 millones de salmones. Se sacaron del agua unos 20 millones de kilos de salmón muerto y se molieron para fabricar harina de pescado para los peces sanos. Otros 10 millones de kilos se enterraron en vertederos de la región.

Mientras los detectives y científicos recopilan muestras y pruebas, los cadáveres animales contaminan el litoral de la isla de Chiloé tras una serie de muertes masivas: en junio se encontraron 337 ballenas muertas en uno de los mayores varamientos de la historia; este mes, llegaron a la orilla de la desembocadura del río Queule 40.000 toneladas de sardinas muertas. En otros lugares han aparecido calamares muertos y han fallecido perros que habían comido el marisco envenenado.

Dante Montiel, alto cargo del ayuntamiento de Castro, que es una de las ciudades más importantes de Chiloé, describe la industria del salmón como “un misil que ha cruzado Chiloé, ha desintegrado la comunidad y la sociedad y ha acabado con salarios que ya eran muy modestos”. “Ahora sufrimos las consecuencias: desintegración medioambiental y social”, añade.

Las protestas de los pescadores locales, que piden ayudas económicas al Gobierno, han paralizado el comercio en la isla. Otros 150 millones de salmones están ahora en riesgo de morir por las dificultades para alimentarlos y para controlar enfermedades como la anemia infecciosa y las infecciones de piojos marinos endémicos que se transmiten de una caja densamente poblada a otra.

El gerente general de SalmonChile, Felipe Manterola, ha advertido que, si continúa el bloqueo, los salmones sanos que quedan podrían recurrir a “la rivalidad y el canibalismo”. En una entrevista con el periódico local El Llanquihue, Manterola ha lamentado que la cría de salmón está en una crisis tan grave que “tiene los días contados” y que las muertes masivas son “un tiro en la cabeza para la industria”.

Traducción de Jaime Sevilla Lorenzo

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