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Barcelona se juega el futuro

Imagen de archivo de la alcaldesa de Barcelona en funciones, Ada Colau

Mar Jiménez

Miembro de Barcelona en Comú, economista y periodista —

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1Evitar la distopía. La revolución tecnológica y científica ha entrado de lleno en nuestras vidas de un modo que no hubiéramos imaginado hace una década. La inteligencia artificial va a hacer pequeñas las revoluciones precedentes. Imaginar nuestras ciudades llenas de objetos conectados con el pretendido propósito de hacernos la vida más fácil no es ciencia ficción. Empieza a ser un hecho. Ante esto sólo caben dos actitudes, dar barra libre a estas mutaciones en una versión posmoderna del laissez faire o acotar el terreno de juego y gobernar los cambios que van a venir.

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Reivindicarnos como sujetos. El mundo del trabajo se está transformando radicalmente, nuestros modos de vida van a sufrir cambios insospechados, el espacio tiempo que conocíamos ha colapsado. Ante eso es imprescindible conjuramos para defender los intereses de los ciudadanos como sujetos de pleno derecho. Evitando que cada uno de nosotros y nosotras se convierta en un objeto al servicio de las grandes corporaciones y en materia prima para el deep learning de la supercomputación. Esto son los peligros cada vez más reales del capitalismo digital. Bienvenidos al siglo XXI.

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El siglo de las ciudades. En el siglo XX, el de los estados nación, la izquierda fue el sujeto político que impulsó el mayor período de progreso, paz y estabilidad, construyendo un nuevo consenso social sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, en el siglo XXI, el de las ciudades, debe ser también la izquierda la que lidere un nuevo consenso para garantizar la igualdad de oportunidades y la redistribución de la riqueza, para que el lugar donde nace una no determine lo que será de mayor, para frenar la depredación del planeta e impulsar un New Green Deal que promueva la justicia social y climática.

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Barcelona, faro global. En este contexto, las políticas que ha desarrollado Barcelona en los últimos cuatro años la han consolidado como un referente internacional en el que han fijado sus miradas Bill de Blasio, alcalde de Nueva York, Bernie Sanders, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Dilma Roussef, expresidenta de Brasil, intelectuales como Saskia Sassen, David Harvey, Richard Sennet… Teniendo en cuenta la encrucijada en la que nos encontramos, parece un despropósito que se quiera someter la agenda de cambio que se ha iniciado al debate independentista y la lógica del procesismo. Mientras se incrementan de forma exponencial los desafíos para el bienestar de nuestros vecinos y vecinas someter la ciudad a la parálisis y a la dialéctica nacional sería un error imperdonable.

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Ciudad de progreso. La alcaldesa Ada Colau lo ha subrayado y debe repetirse una y otra vez: Barcelona es una ciudad progresista en la que 28 de los 41 regidores pertenecen a partidos de izquierdas. Y en el que los concejales independentistas han sufrido un sensible retroceso pasando de 18 a 15. Dicho de otro modo, u optamos por consolidar Barcelona como referente internacional, o nos decantamos por replegarla en sí misma y esconderla bajo un manto de banderas.

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Frente de izquierdas. Aquellas fuerzas que aspiren a gobernar la ciudad deben anticipar los cambios que se van a producir en los próximos años, preparando la ciudad para minimizar las amenazas para la equidad y la cohesión social y maximizando las oportunidades para mejorar la calidad de vida de vecinos y vecinas. Está en nuestras manos construir una ciudad sana, que cuide a su gente. Y en esto siempre ha sido mejor, mucho mejor, la izquierda. No desaprovechemos la oportunidad que tenemos de nuevo en Barcelona para articular un frente de izquierdas. Se puede.

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