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El Brexit, un referéndum que elude el margen de error científico

Jóvenes manifestantes contra el Brexit el viernes frente a Downing Street.

Miguel Angel López Valverde / Manish Patel

El resultado del referéndum del pasado día 23 de junio en Reino Unido sobre el Brexit ha sido de aproximadamente el 52 % a favor de una de las dos opciones en liza. ¿Y que significa eso? Para los titulares de los principales periódicos, y para los líderes políticos también, no hay duda: Reino Unido dice adiós a la Unión Europea. Pero para un científico esa cifra no dice nada. No se puede afirmar rigurosamente, con solo esa cifra en la mano, que los británicos quieren irse, porque en ciencia, una sola cifra no describe una medida o un experimento: es necesario añadir el margen de error.

Para un científico, el resultado de dicho referéndum debería expresarse así: 52 +/- X%, donde X es el error o incertidumbre en el conocimiento que se obtiene sobre la voluntad de los británicos. No hablo aquí de errores de sondeos previos, o de encuestas a pie de urna, sino del propio referéndum. Y resulta que el valor X no nos ha sido comunicado. ¡Esto es un grave error! Y lo es más aún tomar medidas de calado en función de solo el número 52.

La noción de error, incertidumbre, o grado de confianza, es un concepto muy importante en ciencia. Toda medida lleva un margen de error, por pequeño que sea. Normalmente hay múltiples fuentes de incertidumbre posibles, y todas ellas deben identificarse y combinarse matemáticamente para obtener el margen de confianza final sobre dicha medida. Los científicos dedicamos una gran cantidad de nuestro tiempo evaluando los errores asociados a una observación, a veces mucho mas que el esfuerzo dedicado a la observación en sí.

El margen de error

La pregunta del millón es, por tanto, ¿cuál es el margen de incertidumbre de un referéndum? La respuesta no es fácil, pero no imposible, y desde luego no debemos ignorar el asunto. En el caso del referéndum sobre el Brexit, los que escriben no tenemos una respuesta precisa, pero no es descabellado pensar que es mayor del 5%. Sí, sí, ¡mayor que la diferencia entre partidarios y detractores del Brexit! Podría ser incluso mucho mayor que el 10%. Porque la medida de la opinión de un grupo tan grande de personas como todo un país entero mediante un referéndum está plagada de fuentes de incertidumbre. Algunas mayores que otras; y solo vamos a recordar tres a continuación. Permítasenos aclarar, antes de nada, que no estamos en contra de referendos; al contrario, es una herramienta democrática esencial que deberíamos practicar con frecuencia y naturalidad, pero debemos reconocer y evaluar los errores asociados antes de sacar conclusiones. En otras palabras, este artículo no va sobre política, sino sobre cultura científica.

En primer lugar tenemos el error asociado a la cuenta de votos en cada mesa electoral. Los partidos políticos, conscientes que puede haber errores en esta fase, procuran tener apoderados en cada mesa. Otra fuente de incertidumbre está en la transmisión de los datos y el procesado de los mismos; fuente de error no nula, aún si se utilizan medios informáticos. Y una tercera fuente de error, inevitable y seguramente mucho mayor, es la comunicación clara con el sujeto interrogado en el referéndum. Acordaremos que para conocer la opinión libre de un votante dicha persona debe estar informada y ser libre a la hora de votar.

Votar informado

Esto conlleva ya importantes implicaciones, algunas obvias pero no siempre aseguradas. Como que nadie vote por otro y que las campañas electorales sean campañas de información clara e imparcial sobre el asunto que se trate. La reciente confesión del líder pro-Brexit en la televisión británica reconociendo que su eslogan (sobre el reforzamiento del sistema de salud del Reino Unido tras el Brexit) era erróneo, y reconociendo además que eso podría haber confundido al electorado, es un ejemplo sobresaliente. Por tanto, ¿cuál es la magnitud del grado de confusión del electorado tras una campaña? En el caso del Brexit puede que sea bastante elevado.

Imaginemos de modo tan prudente como ingenuo que el error total en dicha consulta es solo del 5%. Ahora sí, el resultado, 52 +/- 5 %, ya tiene sentido. Y significa que la mayoría obtenida por los partidarios del Brexit es irrelevante, al ser menor que el error asociado al proceso de medida. No habría confianza en que el pueblo británico realmente quiere salir de la UE. Tampoco se podría asegurar lo contrario. Simplemente la población estaría muy dividida, sin una preferencia clara.

Los científicos a menudo nos encontramos con errores grandes durante nuestras observaciones. Como parte del método científico, tomamos precauciones y diseñamos estrategias para reducir dichos errores, cuidando que las incertidumbres inevitables no afecten la fiabilidad del resultado final. Muchas estrategias se pueden idear para limitar la introducción de errores en un referéndum, desde el punto de vista científico, pero mencionaré solo tres, por su sencillez.

Una obvia sería intentar reducir la incertidumbre mas grande. El elemento de mayor confusión, la desinformación de la gente, se evitaría con campañas objetivamente informativas, en la medida de lo posible. Una segunda estrategia, de nuevo tan sencilla como poco práctica, sería repetir las medidas (el referéndum) un número suficientemente elevado de veces y hacer la medida aritmética de los resultados. Esto constituiría un método para cuantificar el valor del error que deseamos evaluar. Y la tercera estrategia, posiblemente la más práctica, es definir un umbral mínimo de seguridad, que esté por encima del margen de error. En otras palabras, fiarse del resultado solamente cuando una opción sea votada por encima de, digamos, el 66% del total, por dar una cifra cualquiera que podría estar por encima de todas las fuentes de incertidumbre combinadas.

Incorporar el concepto de error o margen de incertidumbre a otros aspectos de la vida fuera de la ciencia podría ser una buena aportación de los científicos a la sociedad. Un primer escalón de cultura científica. Este es un modo práctico y sencillo para que el discurso político gane objetividad y veracidad. Mientras los políticos estén ciegos ante dichas incertidumbres, la política estará alejada del rigor científico, y en nuestra opinión, quedará alejada y ciega de la realidad.

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