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¿Deberes o trabajo personal?

Los padres de la escuela pública se niegan a los deberes escolares.

Felipe-José de Vicente Algueró

Presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto —

No hay soluciones fáciles a problemas complejos y la educación es una cuestión complicada en la que todo el mundo se considera experto. Proponer una “huelga de deberes” no parece que vaya a resolver nada más que dar publicidad a los convocantes.

Empecemos por definir términos: es mejor hablar de trabajo personal que de deberes. De lo que se trata, en definitiva, es de saber si el trabajo personal de los alumnos es o no conveniente para su formación. En tiempos en que parece que todo deba hacerse en equipo con el peligro de diluir la responsabilidad personal en el grupo, creo que el trabajo personal es un instrumento imprescindible para el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos. Muchas veces el trabajo en grupo (y eso lo sabemos bien los docentes) termina siendo el trabajo personal de uno o dos del grupo mientras los demás se aprovechan del trabajo ajeno.

No creo que ningún profesor dude de la necesidad de este esfuerzo personal sin el cual la asimilación de los contenidos curriculares sería defectuosa. Otro problema distinto es cómo articulamos este trabajo personal.

España es uno de los países donde hay más horas lectivas. En Educación Primaria, el número de horas es de 791, situándose ligeramente por debajo de la media de la OCDE y por encima de la UE22. En la primera etapa de Educación Secundaria, las diferencias entre España y los países de la OCDE y la UE22 son notables, ya que los alumnos españoles reciben 1.044 horas anuales de clase, superando en 129 horas anuales la media de los países de la OCDE y en 149 horas a la media en los países de la UE22. (Panorama de la educación. Indicadores OCDE 2016).

La primera cuestión es si, con una carga lectiva tan amplia, los alumnos han de trabajar en casa. Una respuesta fácil es decir que ya están bastantes horas en los centros. Pero antes de llegar a esta conclusión deberíamos preguntarnos por qué en España el horario lectivo es tan amplio.

Aunque muchos no lo compartan, el modelo de escuela introducido en España tras la LOGSE (1990) tiende a priorizar que los alumnos estén mucho tiempo en los centros porque los padres no pueden tenerlos en casa y, en algunos lugares, para evitar que estén en la calle. Se ha dibujado, aunque sea de forma difusa, una especie de “escuela guardería”, donde lo importante es estar en un aula.

Por otro lado está el currículum. Hay demasiadas asignaturas y contenidos. Por ejemplo, en la Comunidad de Madrid los alumnos de 1º de la ESO cursan 10 materias, cada una con su correspondiente currículum que el profesorado ha de impartir. Y en términos parecidos están las restantes autonomías.

Una primera cuestión sería si no es conveniente reducir el número de materias por curso e, incluso, el número de horas total. Los centros podrían diferenciar entre horas lectivas (menos de las actuales) y horas en que el centro está abierto para otras actividades, entre las que puede estar el estudio tutorizado. Ese es el modelo de otros países en los que los centros realizan más funciones que la de impartir una enseñanza reglada. Estas actividades extra no deberían encargarse al profesorado, sino a otro personal.

El rechazo a los deberes contrasta con el afán de muchos padres para que sus hijos realicen otras actividades: deporte, ballet, idiomas, música, talleres… que sustraen tiempo a los alumnos y sobrecargan su horario. Lógicamente, salir de una jornada lectiva de 7 horas (5 por la mañana y dos por la tarde), para realizar una actividad extraescolar y, después ponerse a hacer deberes, resulta un esfuerzo titánico.

Otra consideración: los profesionales de la enseñanza son los docentes. Ellos son los responsables del proceso de aprendizaje de nuestros alumnos. ¿Es conveniente que unas asociaciones de padres se inmiscuyan en cómo han de realizar su trabajo? ¿Representan la opinión del conjunto de las familias del país? Su opinión es valiosa, pero la tendencia de los padres a exigir explicaciones a los profesores cuando el hijo suspende no hace más que aumentar. Si el chico o la chica no superan la evaluación no faltan padres que tienden a culpar al docente, sin hacer autocrítica.

El tema del trabajo personal merece una reflexión serena, pero no se consigue con medidas coercitivas sobre centros y profesores. Si tenemos claro que el trabajo personal es importante, habrá que debatir serenamente cómo se encaja en el proceso de aprendizaje y si no conviene situarlo en el contexto del horario escolar y de los currículums y también de la conciliación de la vida laboral y familiar así como del sentido de las actividades extraescolares.

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