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España e Irak, iguales ante la desigualdad

Mina y Sandra

Estamos en 2017, tenemos a nuestro alrededor universidades, cines, parques. Existen coches que se conducen solos, las niñas van a la escuela más que nunca. Y sin embargo, todavía existen diferencias entre un hombre y una mujer. Lo reconocemos, se ha avanzado en los derechos de las mujeres, pero todavía existen situaciones en las que serlo es claramente una desventaja. Estas situaciones se dan alrededor del mundo, aquí en España o en un país culturalmente diferente como Irak. Nosotras somos Mina y Sandra, tenemos 16 años, hemos nacido en estos países y hemos sido testigos de ello.

A nosotras nos estremecen las cifras, como las que mensualmente conocemos a través de la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género. El boletín de junio confirmaba 30 casos de mujeres asesinadas por violencia machista solo entre enero y junio de este año.

Desde hace ya tiempo, las mujeres defienden sus derechos, quieren intentar acabar con toda violencia machista y otro tipo de prohibiciones o discriminaciones que aún hoy en día existen. Lo que se pide es simple: ser iguales a los hombres. Las situaciones de discriminación hacia la mujer no son las mismas en todas partes. Dependiendo de la cultura, religión u otros aspectos, el trato a la mujer puede variar. Nosotras somos dos chicas de diferentes países y cada una tiene su propia cultura, pensamos de manera diferente, somos personas distintas, aunque las dos somos mujeres.

Yo soy Mina, nací en Irak y tuve que abandonar mi país porque hay guerra, ahora vivo en España. Yo soy Sandra, nací y vivo en España. Ambas queremos compartir con vosotros dos casos de violencia de género que conocemos.

Mina

En Irak, cuando yo era pequeña, una amiga de mi familia, compañera de clase de mi hermana mayor, Zainab (este es un nombre ficticio, la he llamado así para protegerla), que en ese momento tenía 16 años, se vio obligada a casarse. Su familia lo estaba pasando mal económicamente y, en un país como Irak, una niña de esa edad ayuda a su familia de muchas formas. Una de ellas es a través del matrimonio. Hasta ese momento Zainab iba a la escuela, jugaba en la plaza del barrio, ayudaba en su casa, acompañaba a su madre a la compra. Es decir, hacía lo que cualquier chica de su edad. Sin embargo, con 16 años debió abandonar su casa, sus estudios y casarse con un desconocido. Era una decisión que había tomado su familia, sobre la que ella no tenía nada que decir. Al año siguiente ya era madre y su marido había empezado a maltratarla. Ahora yo tengo su edad y, como os contaba antes, vivo en España, donde cuando cuento su historia la gente me mira asombrada. Recordándola, pienso en que mis circunstancias son muy diferentes a las suyas. Yo prefiero vivir mi día a día sin ninguna de las obligaciones que ella tenía a mi edad, porque nunca sabes cuándo eso acabará.

Sandra

En España hay situaciones que no son tan distintas a la de Zainab, os lo puedo asegurar yo, Sandra. Yo conozco una situación muy parecida pero sin llegar a ser marido y mujer. En mi instituto había una pareja de adolescentes de 17 años a los que siempre se veía bien y con muy buen rollo, hasta el día en que el chico empezó a regañar a la chica por cada paso que daba y no le gustaba. Llegó a hacerle chantaje emocional e incluso a pegarle en el instituto delante de todo el mundo, de todos nosotros. Todo esto era un gran problema, aunque a algunos no se lo parezca. En el caso de mi compañera ella ni siquiera quería denunciarlo, por miedo, y esto acabó finalmente gracias a los profesores y psicólogos de mi instituto. Yo creo que no hay que tener miedo, solo hay que tener valentía y llevar tu vida por el camino correcto.

Nosotras creemos que en las dos situaciones está el hombre que trata mal y engaña a la mujer, que cree que puede tomar decisiones por ella, que la considera, de alguna manera, inferior. Y ellas por su parte, a veces por miedo, otras por la sociedad en la que viven, no pueden contarlo para intentar solucionarlo. Nosotras hoy queremos compartir estas situaciones para deciros que no es tan tarde para pensar en cómo somos y por qué estamos aquí, en las personas que están a nuestro alrededor y en cómo tratarlas, en que todos y todas somos iguales. Todos merecemos ser respetados.

Mina (15) y Sandra (16) participan en la iniciativa “Write to Unite” de UNICEF, cuyo objetivo es fomentar un diálogo intercultural digital entre jóvenes refugiados, migrantes y locales. “Write 2 Unite” forma parte de la campaña Desarraigados de UNICEF —que busca resaltar que un niño es un niño, pase lo que pase— y está siendo implementado en España, Holanda y Eslovenia.“Write to Unite”Desarraigados

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