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¿Iguales ante el COVID-19?

Los hospitales de televisión donan sus equipos a centros médicos por COVID-19

Nerea Basterra

Responsable de ciudadanía y participación de Oxfam Intermón —

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Suele decirse que “la enfermedad iguala a los seres humanos” que, habiéndonos despojado de nuestros bienes y status, somos cuerpos que luchan por recuperarse y sanar… pero no es menos cierto que las probabilidades de enfermar y morir no son las mismas según nuestra situación de partida. El COVID-19 no es una excepción en ese sentido:

En primer lugar, las posibilidades de contagiarte no son las mismas, si puedes aislarte y teletrabajar, que si tienes que seguir saliendo de casa y exponerte todos los días: personal de la construcción, de limpieza y seguridad, supermercados, transporte, trabajadoras de hogar, entre otros sectores que están imposibilitados para el teletrabajo y, además, dependen en mayor medida del transporte público, donde resultan más vulnerables al contagio. Y si enferman, las familias con menor renta tienen muy complicado llevar a cabo las medidas de aislamiento, por lo que están más expuestas al contagio: familias enteras, con personas mayores y menores de edad a cargo, viven hacinadas en pisos pequeños –los hogares del 10% más pobre de la población, la tasa de hacinamiento es 2,3 veces la tasa media– donde es imposible aislar a una persona enferma

Una vez contagiadas, las probabilidades de que la enfermedad llegue a ser grave también son mayores en personas de menor renta, al darse un porcentaje mayor de problemas crónicos (enfermedades respiratorias o diabetes) y llegar a la tercera edad con peor salud. La prevalencia de bronquitis crónica, enfisema y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es 2,5 veces superior en personas trabajadoras sin cualificación, que en las de la clase ocupacional más alta.

A este mayor riesgo de contagio y morbilidad, hay que añadir diferencias en el impacto psicológico del aislamiento: No es lo mismo pasar la cuarentena en una casa más grande, mejor iluminada, equipada y ventilada, que en hogares con serios problemas de habitabilidad. Y nos preocupa especialmente la enorme situación de riesgo a los que se enfrentan las mujeres expuestas a violencia machista, al verse encerradas con su agresor.

Más allá de estas consecuencias físicas evidentes, también son diferentes los efectos de toda la situación de parón económico y social, que se deriva del actual estado de alarma, especialmente para las personas que ya estaban en una situación especialmente vulnerable.

Las personas trabajadoras que hoy enfrentan situaciones de precariedad (como bajos salarios, temporalidad o parcialidad no deseada) son las que tienen, también ahora, más riesgo de sufrir ERTES o despidos, y quienes más dificultades enfrentan para flexibilizar sus jornadas para compatibilizarlas con las tareas de cuidados de menores y mayores. Por eso, con una tasa de paro ya alta de partida, si se destruye empleo de forma masiva, esta precariedad se incrementará aún más y se reducirán los salarios medios. Nos preocupa no sólo el empleo que se destruya, sino también el que deje de crearse en sectores tan estacionales como la hostelería y el turismo, así como el pequeño comercio, y otros sectores donde abundan las personas trabajadoras autónomas, tremendamente sensibles a este parón.

Otro colectivo de asalariadas especialmente vulnerable, tanto al contagio como a la pérdida de empleo e ingresos, son las 600.000 trabajadoras de hogar y cuidados. Las medidas de aislamiento social dejan al arbitrio de sus empleadores seguir pagándoles y abonando sus cotizaciones sociales y, en su caso, la pérdida de ingresos es especialmente grave porque carecen de derecho a prestación por desempleo de ningún tipo y las que trabajan en régimen de internas corren el riesgo de ver vulnerados sus derechos.

Aunque el Gobierno está poniendo en marcha medidas económicas y sociales en la dirección adecuada priorizando “no dejar a nadie atrás”, aún quedan colectivos especialmente vulnerables sin proteger, y para hacerlo debe tratarse de repartir el riesgo económico de forma justa entre personas trabajadoras, empresariado y el Estado.

Además de complementar las medidas tomadas con otras que aseguren la cobertura de todas las casuísticas y necesidades, nos parece especialmente urgente proteger a las personas trabajadoras que han quedado fuera de estas medidas: colectivos como trabajadoras del hogar, personas sin ingresos, trabajadores temporales, falsos autónomos o migrantes, entre otros. Esto evitará que salgamos de esta crisis generando mayores desigualdades que, como hemos visto, tienen consecuencias terribles también en momentos como éste.

Estamos en un momento histórico sin precedentes que requiere propuestas audaces e innovadoras en lo científico-sanitario y también en lo social y económico: Lo que hace sólo unas semanas habría parecido una quimera, hoy nos resulta casi obvio. Por eso creemos que es el momento de poner en marcha una renta mínima garantizada que asegure unos ingresos dignos para todos los hogares, los que estaban en la pobreza severa antes de la crisis y los que puedan caer en ella ahora.

Sin perder de vista el inmenso drama que está suponiendo la pérdida de vidas, esperemos que esta crisis sea la oportunidad de plantearnos algunas cuestiones medulares para que nos quede una sociedad más justa y equitativa tras la crisis: para ello, es imprescindible que quienes más tienen más aporten, garantizar la suficiencia y progresividad del sistema fiscal para hacer frente al gasto público con impuestos a la riqueza y el capital. Asimismo, la UE debería acompañar esta recuperación unida y poniendo en marcha medidas solidarias. Y esta crisis debe ser también una oportunidad para poner los cuidados en el centro de nuestro sistema económico, poniéndolo al servicio de la vida y las personas y no del mercado y el dinero… aprendamos de nuestros errores y también de nuestros aciertos: la sanidad pública, las redes comunitarias y vecinales y la solidaridad cercana están siendo pilares clave para sostenernos en esta crisis y son un valor a mantener y potenciar cuando salgamos de ella.

Y, hablando de solidaridad, no olvidemos que el virus no entiende de fronteras y sólo saldremos de esta emergencia global reforzando la cooperación a todos los niveles, asegurando la protección a las personas más pobres y vulnerables, particularmente en aquellos países que no cuentan con las capacidades para enfrentar esta crítica situación.

¿Conseguiremos salir de esta pandemia con un mundo donde estemos más cerca de que todas las personas seamos igualmente valiosas y podamos ejercer nuestros derechos? Desde Oxfam Intermón seguimos poniendo nuestras capacidades, ganas y energías para que así sea, para que de toda esta tragedia pueda salir, al menos, un futuro en positivo.

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