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López Obrador y la construcción de sentidos, una propuesta

Andrés Manuel López Obrador, presidente de México.

Eugenia Sánchez / Nicolás Ventieri

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina / Universidad de Buenos Aires, Argentina —

En un artículo recientemente publicado en este mismo diario por Antonio Acosta Rodríguez −profesor en la Universidad de Sevilla− se sostuvo que el pedido de disculpas solicitado por el presidente Manuel López Obrador a la corona española y al Vaticano es extemporáneo. Según el autor de dicha publicación, “ni el México de hoy, ni la España actual, ni el Vaticano de nuestros días” tienen relación con lo sucedido siglos atrás. Sin embargo, aquí pretendemos demostrar que esa afirmación merece algunas consideraciones que son fundamentales para reflexionar sobre nuestro pasado y nuestro presente.

El diccionario ofrece la siguiente definición para el término “extemporáneo”: “que es impropio del tiempo en que se produce u ocurre”. Entonces, esto significa que el pedido de disculpas sería inoportuno dado que pasaron al menos 500 años desde la conquista e inicio de la colonización de América. A pesar de que nadie duda de lo lejos que queda en el tiempo lo sucedido desde 1492, consideramos necesario establecer vínculos entre el pasado y el presente puesto que, como dijo el filósofo británico Robin Collingwood, “el valor de la historia consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en ese sentido lo que es el hombre”. La inconsistencia del argumento central de la nota de opinión a la que hacemos referencia está en confundir personas con instituciones. Es necesario recordar que las personas que caminan hoy por España o el Vaticano no son las mismas que las de hace 500 años, pero las instituciones −que bien sabemos no permanecen inmutables− aún perviven.

Entonces, ante la permanencia de tales instituciones y reconociendo que la colonización abarcó cuestiones de todos los órdenes −político, económico, social y cultural−, nos podemos preguntar si es posible rastrear elementos que tengan su origen en ese pasado colonial y que aún se manifiesten en el presente. Aquí intentaremos exponer que sí los hay y que a día de hoy esos factores visualizan y, a la vez ejercen, distinciones y relaciones de subordinación.

Uno de los más relevantes tiene que ver con la lengua, factor colonizador de ineludible envergadura. En pos de la uniformidad lingüística bajo la lengua española, las instituciones que llevaron adelante el proceso de conquista y colonización, además de los Estados nacionales una vez que fueron independientes, invisibilizaron y negaron la pluralidad de lenguas y culturas del continente americano. La intención de unificar el lenguaje en una sola lengua madre no sólo anula la posibilidad de conocer “otros” mundos, sino también restringe a una sola manera de entender el alrededor. Porque, seamos claros, la lengua impone una mirada del mundo. Louis-Jean Calvet, lingüista y ensayista francés, ya lo ha dicho: “hay que proteger la diversidad de las lenguas porque cada lengua es una visión diferente y necesaria de la cultura”. El hecho de que en la actualidad muchas constituciones y legislaciones reconozcan la pluralidad lingüística y cultural de sus sociedades se debe a la lucha entablada por los pueblos latinoamericanos por defender sus identidades y sus existencias. Por lo tanto, estas resistencias y luchas sólo se entienden en el marco de lo que significó el proceso de colonización y las relaciones de poder que instituyó: la hegemonía de la lengua española.

A su vez, este intento de establecer hegemonía no se restringe únicamente a la lengua. En la provincia de Badajoz, en una plaza de la localidad de Medellín aún hoy existe un monumento en el que se representa a un Hernán Cortés “pisoteando” la cabeza de un indígena. El gobierno español erigió a finales del siglo XIX esta figura que representó una interpretación del mundo que se tenía en ese entonces; sin embargo, si en la actualidad no se revisa críticamente ese sentido y continúa exhibiéndose, dicha mirada se sigue avalando.

Quienes escribimos esta nota, sostenemos que el pedido de AMLO es legítimo dado que se enmarca en el perfil que propone el gobierno mexicano actualmente y porque existen antecedentes similares al respecto.

En relación a lo primero, es importante decir que es el primer presidente considerado de izquierda en un México sumido desde hace 36 años en el neoliberalismo en un contexto, además, en que el resto de los países latinoamericanos y europeos vuelven a aplicar recetas neoliberales y ven florecer discursos neofascistas. Sin ir más lejos, las elecciones parlamentarias en la Comunidad Autónoma de Andalucía son un claro ejemplo, por lo tanto, hay que comprender que la negativa de la monarquía al pedido de AMLO se circunscribe a este contexto.

Por otro lado, el presidente mexicano, si bien lleva algo más de 100 días en el poder, siempre se mostró cercano a los pueblos originarios. Resulta necesario enfatizar esto mismo cuando estamos muy cerca de que se cumplan 500 años de la llegada de Hernán Cortés a lo que es hoy territorio mexicano. En su discurso por la toma de posesión del cargo, estableció que iniciará un cambio de régimen político −AMLO aseguró que “por el bien de todos, primero los pobres”− en el que se ponderarán las desigualdades y conflictos históricos de ese país. Se conoce que, en términos generales, las comunidades indígenas son las que más sufren la marginación y las condiciones de pobreza en México, como sucede −con todos sus matices− en toda América Latina. Entonces, ¿no debe ser tomado todo esto como un gesto hacia las comunidades originarias de México? Más aún cuando la solicitud de perdón a la que hacemos referencia implicó, al mismo tiempo, la expresa intención de disculparse por la parte que le toca al Estado de México. Quienes crean que el actual presidente mexicano intenta romper vínculos con España, no se han tomado el trabajo de leer atentamente su discurso inaugural en el que aludió a los lazos de historia y cultura que unen a ambos países.

Respecto a los antecedentes, en el 2015 España aprobó una ley para que la comunidad Sefardí −expulsada de los dominios reales en 1492− pueda adquirir la nacionalidad española. Francia es otro país que se disculpó por un hecho que tuvo lugar en el pasado cuando su actual presidente, Emmanuel Macron, reconoció el asesinato perpetrado por el Estado Francés a Maurice Audin −profesor de la Universidad de Argel− en el marco de la guerra de independencia de Argelia. En Sudamérica, en el 2004 Néstor Kirchner como presidente de la República Argentina pidió disculpas en nombre del Estado por las atrocidades cometidas durante la última dictadura militar en aquel país. Los ejemplos podrían seguir, aunque resultaría necesario contextualizar cada uno de ellos atendiendo a sus motivos e intenciones como habría que hacerlo con los dichos de López Obrador para no caer en falsas reducciones de sus razones.

Ante todo, queremos rescatar la pericia del presidente de México al proponer un debate que, lejos de estar caduco o resuelto, sigue atrayendo a muchas personas e invita a la reflexión. Para abordar el pasado tenemos que tener una mirada amplia y dar cuenta de la complejidad del proceso de colonización que no sólo significó la dominación de los pueblos originarios, sino también la incorporación forzada de esclavos africanos en América. La relevancia que tiene en nuestro presente el dar cuenta de todas las atrocidades cometidas por aquellos españoles hace 500 años se encuentra en el hecho de condenar acciones repudiables y que aún con sutilezas siguen marcando destinos desde hace siglos; por eso no se trata de condenar personas: ¿qué tiene que ver un obrero asturiano o una docente andaluza con la Conquista de América? Nadie cree posible endilgarles hoy responsabilidad por lo sucedido hace 500 años.

Nuestra pretensión no es defender al presidente mexicano sino una manera de ver la Historia, que debe ser compleja y atenta a los contextos históricos y sus vínculos con el presente. Decía Fanon en su maravillosa obra Los Condenados de la Tierra: “el pueblo comprueba que la vida es un combate interminable”. Reflexiones como la de López Obrador nos invitan a seguir luchando por la construcción de sentidos y pensando que América es una en su conjunto y diversa en su pluralidad.

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