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Podemos y el ecologismo

La escasez de agua pone en riesgo la producción de alimentos, según la FAO

Miembros del Círculo 3E de Podemos*

Los que tenían dudas sobre el cambio climático ya las van disipando ante la aplastante evidencia, ya no sólo científica (mediciones de temperatura récord, volumen de hielo Ártico y permafrost en mínimos históricos, etc.), sino empírica. Las temperaturas anormalmente elevadas en cada época del año se hacen sentir en cosechas, ganado, incendios, agua y en nuestra propia cotidianidad urbana, afectando sobre todo a los más mayores y a los más pequeños, todavía en época escolar durante la ola de calor de junio de este año, así como a los que menos medios tengan para adaptarse a las nuevas condiciones.

Las principales agencias gubernamentales e internacionales que estudian estas cuestiones están de acuerdo en que el origen de estos cambios abruptos es la actividad del ser humano. No hay correlación entre los forzamientos radiativos de origen natural y los distintos indicadores del calentamiento global y sí la hay con los gases de efecto invernadero que produce nuestro actual modelo productivo, así como el deterioro de los sumideros de carbono (ecosistemas que retienen estos gases), como los océanoslos suelos o la deforestación.

Y este no es un tema que afecte sólo a los pobres osos polares que se están quedando sin hielo donde vivir, nos afecta a nosotros de lleno, con enormes costes económicos; la disponibilidad de alimentos y agua, aumento de plagas, destrozos por fenómenos extremos o recrudecimiento de las crisis migratorias debido a refugiados climáticos, por poner algunos ejemplos.

Concretamente, nuestro país es uno de los más vulnerables frente a este nuevo escenario ya que es una de las zonas donde más se está sintiendo ya el calentamiento global y sus consecuencias, que no se distribuyen de forma homogénea por todo el planeta.

A la urgencia climática global se suma la ecosistémica en España; nuestras costas están sobreexplotadas, abusamos de los fertilizantes, con el caso del colapso del Mar Menor como máximo exponente, nuestra biodiversidad desaparece y nuestros ríos se secan (aquí se suma una pésima gestión). Las rías de Galicia están en peligro, proyectos mineros que usan el campo para su dumping ambiental dejando atrás residuos de alto impacto, no se respeta la Red Natura o se apuesta por las macro granjas y sus purines asociados mientras el medio rural se vacía quedando en manos del oligopolio de la “Big Food” y sus productos insanos y de gran impacto ambiental. El cambio de modelo productivo pasa necesariamente por un equilibrio territorial, de movilidad, conectividad o vivienda, entre otros.

Son sólo algunos ejemplos y desde la UE nos advierten, nos abren expedientes y nos ponen grandes multas por el enorme descuido en nuestro patrimonio natural (residuos, calidad del aire urbano, etc.), pero al Gobierno le resbala descartando la posibilidad de favorecer actividades económicas que crean empleo fijando a la población, sabiendo aprovechar de forma sostenible la mayor riqueza natural de toda Europa a través del tan necesario rescate ecológico.

Tampoco iniciamos la tan cacareada transición energética (de racionalizar el gasto energético ya ni hablamos), seguimos con el único impuesto mundial al sol (con la connivencia de Ciudadanos) y la eficiencia energética se ha quedado en un eslogan. España es de los países de Europa donde menos se reducen la emisiones de efecto invernadero y hasta 2014 aumentaron mucho más que la media europea. Es también uno de los países que menos invierte en combatir y adaptarse al cambio climático, con unos recortes brutales en los últimos presupuestos generales para el medio ambiente. No necesitamos a ningún negacionista militante como Trump, basta con no hacer nada como Rajoy.

Es cierto que en términos relativos, la población española tiene otras preocupaciones antes que los temas medioambientales, como el paro, la precariedad laboral, la corrupción o la vivienda (lógicamente). Pero también es cierto que la sensibilidad hacia estos temas crece de forma imparable y la sociedad está cada vez más dispuesta a llevar a cabo las medidas necesarias para invertir la tendencia actual.

Somos la última generación con capacidad de emprender estas medidas que permitan mitigar y adaptarnos a esta nueva situación, los que vienen detrás sólo disfrutarán de lo que nosotros les dejemos. Algunos científicos ya han hablado recientemente de cruzar un umbral con cambios irreversibles sino se hace algo en los próximos años, o se habla ya del “blue ocean event” (primer invierno sin hielo en el Ártico) para el que algunos cálculos ponen de fecha aproximada en el 2023, con imprevisibles consecuencias, sobre todo para Europa.

Existe en todo el mundo una creciente demanda por una agenda política verde pero con una distribución desigual según el país; mientras que en Austria el ecologismo político es capaz de contribuir de forma determinante al freno de la extrema derecha, y en Francia Mélenchon y Macron (a su manera) lo tienen en el centro de su discurso, al igual que Corbyn en Inglaterra o Sanders en EEUU, en España, ni los partidos políticos, ni los medios masivos de comunicación, están a la altura de estas demandas sociales ni de los propios límites biofísicos del planeta, ni por supuesto los de nuestro país.

Ningún partido a nivel estatal hace de la sostenibilidad algo transversal a todas las demás políticas; tampoco es la prioridad discursiva, como mucho, se habla de transición energética y de economía verde sin profundizar en qué consiste ni cómo llevarlo a cabo, sin aplicarlo donde se gobierna.

Recientemente, el PSOE parece que ha sabido leer, no sólo la tendencia internacional, sino también la doméstica, viendo la buena acogida que han tenido algunas medidas inéditas en los nuevos ayuntamientos en movilidad. Rescatan a la ex ministra de medio ambiente Cristina Narbona, valorada entre los ecologistas, y se pintan de verde a marchas forzadas, hablando de leyes de cambio climático y transición ecológica (no sólo energética) desde sus figuras más mediáticas. Pero claro, no podemos olvidar la fiabilidad que tiene el PSOE, históricamente diciendo un día una cosa y después haciendo la contraria, o no haciendo nada. Sobre todo después del historial de proyectos insostenibles por toda España, infraestructuras absurdas y en desuso como el almacén Castor, que nos va a costar cientos de millones, una política energética basada en nucleares y carbón, la prohibición del autoconsumo, etc.

No obstante, lo que más sorprende es que Podemos, a nivel estatal, no haya hecho la misma lectura y se esté quedando atrás en la pugna por un electorado que aumenta cada día y que sociologicamente es más afín al cambio político. No se entiende que un referente mundial en innovación política y metodológica se encuentre estancado en algunos discursos y planteamientos obsoletos, cuando no inexistentes, en materia medioambiental.

Sin ir más lejos, el segundo fin de semana de julio se ha celebrado en Cádiz la Universidad de Podemos, donde este año no se ha tocado en ninguna ponencia la urgencia climática, ni la biodiversidad, el agua, los incendios o simplemente algún debate sobre ecologismo. Hubo un monólogo sobre el gas natural y sus consecuencias (un tema fundamental) y otra charla sobre moda sostenible, algo claramente insuficiente si atendemos a la tendencia mundial y los condicionamientos económicos, sanitarios e incluso civilizatorios que tiene la enorme crisis medioambiental en la que ya estamos sumidos.

Teniendo en cuenta que son asuntos que afectan, y afectarán, sobre todo a las personas que menos medios tienen, es imprescindible que la sostenibilidad sea un pilar fundamental en cualquier discurso y política de carácter social.

Es cierto que trasladar una agenda realmente ecológica a la escala de vida cotidiana de la población no es una tarea fácil, pero no faltan los profesionales y técnicos que podrían colaborar en este proceso, con sobrada experiencia y nivel académico o profesional.

No se trata sólo de actuar desde arriba, la sociedad civil tiene mucho que decir y hacer desde abajo, de hecho ya lo está haciendo sin pedir permiso a nadie, fundamentalmente a nivel local. También está la batalla sociocultural, ganarse el nuevo sentido común que permita acompañar las transformaciones, pero la voluntad política, en este caso la de nuestro querido Podemos, es condición sine qua non.

Las administraciones que gobierna deben exigir de forma contundente, como motores del cambio, tejados solares, comida producida de forma sostenible en los colegios, soberanía alimentaria, canales cortos de distribución, protección de la salud de los ciudadanos en temas como la calidad del aire, una economía circular que minimice los residuos, fomento de la biodiversidad con actuaciones concretas, compra verde, planes concretos de reducción de las emisiones en cada ayuntamiento y cada comunidad autónoma, etc. En algunas cosas se van dando los primeros pasos pero es fundamental acelerar y tocar lo que falta. El sector público arrastrará a las empresas, aunque éstas ya saben que el futuro será sostenible o no será y algunas ya empiezan a tener su propia agenda de descarbonización, reducción de tóxicos o residuos.

En la última asamblea estatal de esta formación, conocida como Vistalegre II, se convocó la votación de varios textos con distintos temas, conocidos como “aportaciones al debate”. Los cinco textos más votados podrían ser incluidos en la línea política, aunque no de forma vinculante. No obstante, desde la Secretaría de Organización Estatal sí se comprometían al menos a debatir estos cinco textos en el seno del partido. Uno de las más votados, “Por la sostenibilidad”, presentado por colaboradores de Podemos en temas medioambientales, energéticos o económicos y distintos cargos autonómicos o estatales. De hecho, no fue la única propuesta verde entre las cinco más votadas por los inscritos, pero hasta la fecha, no tenemos constancia de que se hayan debatido y desde luego, no parece reflejarse en las intervenciones públicas, ni el argumentario ni el discurso hegemónico de Podemos a nivel estatal en los últimos meses, más allá de alguna referencia esporádica al cambio climático, la transición energética o la reciente y primera reunión con los grupos ecologistas.

Apelamos a la responsabilidad histórica de la que es nuestra organización de referencia y en la que seguimos depositando nuestros anhelos de cambio.

Pongamos el foco en la sostenibilidad.

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