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Reformar la Constitución… ¿Sin el pueblo?

Marga Ferré

Secretaria de Programas de IU —

La Constitución del 78 fue útil para un momento concreto, para una España que ya no existe. Hoy no necesitamos una democracia tutelada en la que partidos corruptos y sus puertas giratorias tomen decisiones importantes al margen de la ciudadanía. Para que no decidan por nosotros las élites económicas y políticas no basta con reformar la Constitución, porque, además, no es posible. En 1978 nuestro pueblo salía de una noche oscura de 40 años, con ganas de libertad pero sin ninguna cultura democrática. Se hizo entonces una Constitución por arriba que valió para ese momento excepcional de la historia de España, pero que hoy, casi 40 años después, no refleja los cambios de la sociedad española.

Porque para revertir los efectos devastadores de los recortes, la burbuja inmobiliaria, la corrupción del sistema político y financiero, el enorme poder de la banca y el desmantelamiento de nuestros derechos sociales y laborales, no basta con retoques. Es una realidad que no vamos a volver a la situación de antes de la crisis, vamos a un país peor, con trabajos precarios, menos derechos y peores servicios públicos.

La Constitución del 78 no es reformable. Ella misma se blinda de tal manera que solo es posible reformarla abriendo unas Cortes constituyentes. Hagámoslo, pero de frente y con el pueblo y no por la puerta de atrás, solo entre las élites de los partidos que usurpan al pueblo su capacidad y su derecho, a decidir los grandes temas que a todos nos afectan. El CIS nos muestra cómo la población entiende que los partidos políticos son parte del problema y nos encontramos que todos ellos proponen reformas constitucionales de enorme calado, reformas que necesitarían de hecho y de derecho, unas Cortes constituyentes. Pero lo quieren hacer por arriba, a través de un Parlamento que no ha sido convocado para eso, en unas elecciones ordinarias que dejan al albur de unos pactos que el pueblo no conoce, la posibilidad de cambios constitucionales, cambios que afectan a nuestras vidas.

Porque, digámoslo una vez más, la Constitución actual no permite estas reformas sin unas Cortes Constituyentes. Reto desde aquí a que nos digan cómo van a reformar la Constitución, sobre todo PSOE y Ciudadanos, pero también Podemos, porque las reformas que proponen  requieren, sí o sí, Cortes constituyentes, tal como establece el art. 168 de la Constitución vigente. Cabe la opción, siempre recurrente y democráticamente dudosa, de que fuercen una interpretación 'à la carte'.  Las reformas constitucionales que proponen otros partidos, incluido el PP y cuyo contenido desconocemos porque su reforma está en un cajón [sic], es cambiar la Constitución por la puerta de atrás, sin contar con el pueblo. Es, en cierta medida, un fraude democrático.

Hoy tenemos un pueblo sin miedo, que ha demostrado sobradamente su madurez democrática. Un pueblo formado y consciente de sus derechos y que no necesita más tutelas. Un pueblo que en calle y plazas demandó, porque sabe hacerlo, una democracia real y plena. Es el momento de recoger la antorcha de las libertades políticas y económicas, volver a encenderla y construir un país donde trabajar con derechos y salarios dignos, con sectores productivos de calidad, con pleno empleo, con los mejores servicios públicos posibles, con viviendas dignas y asequibles, con justicia social y en libertad… todo eso requiere que abramos una nueva etapa en la que, entre todos y todas, construyamos un nuevo país.

Por eso es desde abajo, desde los y las que vivimos de nuestro trabajo, desde los y las que luchamos por nuestros derechos, desde donde ha de salir el proyecto de futuro que este país necesita. Un país diferente que aproveche la crisis como una oportunidad para repensarse a sí mismo y la forma en la que queremos trabajar y vivir. Un país que sangra por Cataluña y dé respuesta real al modelo de convivencia que queremos.

Para eso necesitamos una nueva Constitución. Un proceso constituyente para que debatamos entre todos el país que queremos: su modelo territorial, fiscal, que garantice derechos, que quite poder a los corruptos y se lo devuelva al legítimo poseedor de la soberanía. Devolvamos la voz al pueblo, seamos valientes como lo hemos sido en otros momentos de nuestra historia y abramos un proceso en el que una ciudadanía formada y consciente, decida en libertad cómo quiere gobernarse.

Abramos entre todos el camino a una nueva Constitución, a un país de futuro, en el que podamos sentirnos orgullosos y orgullosas de formar parte de un proyecto colectivo. Se trata de nuestras vidas y de cómo queremos vivirla. Se trata de nuestro país. Vale la pena.

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