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Los golpes y las heridas de la izquierda

Vista general del Hemiciclo del Congreso.

Gaspar Llamazares

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Ante la crisis neoliberal, la izquierda no aparecemos como solución. Mientras, el populismo autoritario avanza.

Nos han cambiado el libreto de la política por la economía, o el escenario acotado del Estado por la globalización. Además, nos han cambiado el género teatral, la compañía, los actores, la música e incluso el público. De la tragedia de la democracia clásica hemos llegado al teatro del absurdo y al esperpento de las consultas y el decisionismo. Del partido político, hemos vuelto al movimiento y al presidencialismo. Y de la dialéctica de clases, a la casta. La sociedad de la precariedad laboral social y vital, el hiper consumo digital, la información transformada en manipulación de la inseguridad, el miedo y las fake news.

En resumen: la política y la democracia están en retroceso frente al populismo autoritario de la ultraderecha y del supremacismo. Sin embargo, la izquierda (primero la postcomunista y luego la postsocialdemócrata) nos hemos quedado paralizados entre la inercia y la renuncia del pragmatismo y la nostalgia del salto cualitativo del pasado revolucionario, reinterpretada como el asalto a los cielos. Y, últimamente, más obcecados y obsesionados por los pulsos internos entre el bipartidismo y el sorpaso, que por las alianzas y la cooperación.

A raíz del 15M, nos hemos sumado, sin más, a la salida fácil, al relato simplista y al proyecto fallido del populismo y del izquierdismo que niega el legado de lucha y de Gobierno de una izquierda a la que se descalifica como sumisa, para luego recurrir a la caricatura de una democracia como régimen postfranquista, proponer el asalto a los cielos y la democracia directa como alternativa a la compleja y contradictoria profundización y extensión de la democracia representativa.

Como ocurre frente a las catástrofes, ante la recesión económica y la crisis política, a raíz del el 15M, las izquierdas hemos transitado desde la negación, por la indignación y la rabia, para más recientemente movernos entre el rechazo, el escepticismo, el pragmatismo y la resignación sin esperanza. Todo ello sin la reflexión ni la autocrítica tan imprescindibles para abordar los cambios y la renovación aplazados.

Por eso, en mi nuevo libro crítico, que algunos consideran un sincericidio, me pronuncio por la aceptación de la realidad, por la esperanza y el cambio posible. Hago una impugnación del relato populista en la izquierda sobre la democracia postfranquista como régimen y el papel supuestamente sumiso de la izquierda, así como de las alianzas entre orillas y de las excesivas concesiones en democracia. Por tanto, reivindico también la democracia representativa, la Constitución española, el proyecto europeo, el diálogo político y el carácter plural e imperfecto de la izquierda. Una izquierda imperfecta que es consciente de sus heridas, incluso de las auto infligidas, y que está decidida a renovar y reconstruir su proyecto, su programa de cambio y su forma de partido sin negar el pasado y, sobre todo, sin negar las profundas transformaciones del presente y la inadecuación de postulados interpretados como dogmas. En ese sentido, no basta hoy, a pesar de ser importante, con sumarse al pragmatismo ni el oportunismo para sustituir el falso relato y el proyecto populista por la defensa de la Transición, la Constitución social y la coalición progresista. Se vuelve necesario analizar, revisar y abandonar la ficción de ese proyecto populista que niega la democracia representativa y la estrategia de la izquierda, de su extensión y profundización, y además porque es hoy el ariete de la extrema derecha y los supremacismos excluyentes contra los avances de la convivencia democrática.

También porque las reformas y los cambios imprescindibles en la estrategia, el programa, las alianzas y la forma de partido de las izquierdas, así como de las instituciones, siguen pendientes y no pueden esperar ante la ofensiva autoritaria. La renovación de la izquierda no puede aplazarse.

Analizo y disecciono en el texto las crisis de la izquierda, a la vez que hago una aportación modesta a un debate interrumpido que no debería aplazarse ni sustituirse otra vez por falsos relatos, ni por el pragmatismo de la participación de la izquierda en el Gobierno como imagen engañosa de fortaleza. Porque, con ser importante, forma parte de una paradoja. En ese sentido, la experiencia del pacto y el Gobierno puede ayudarnos a realizar los cambios en contacto directo con la práctica, pero no lo es todo. Como ya mencioné, de no mediar la reflexión y la rectificación sobre la deriva populista e izquierdista, puede llegar a ser incompatible con el desarrollo del cambio posible, con reconocer sus límites, compartir el proyecto y colaborar a su realización.

Lo cierto es que hoy, como trasfondo del desbloqueo y la coalición progresista, las condiciones de los trabajadores siguen siendo precarias y no han recuperado siquiera el punto de partida previo a la recesión, las movilizaciones desde el 15M han quedado bloqueadas a las puertas del Gobierno; los cambios sociales y la regeneración democrática, aplazados; las organizaciones sociales, nuevas y viejas, salvo excepciones debilitadas, y los partidos de la izquierda y la política como tales, en crisis y mayoritariamente cuestionados a tenor de sucesivas encuestas.

El contexto europeo e internacional tampoco es favorable para las izquierdas. Continúa su declive, sino su decadencia, en particular en el proyecto europeo, en los gobiernos de los Estados, en las organizaciones, la cultura, el debate de ideas y la representación de los ciudadanos y de los trabajadores.

Abordo otra cuestión en el texto. Cómo la sociedad, la propia izquierda y la democracia se redacta y publica en la frontera, más allá del largo bloqueo de la gobernabilidad.

Es, por tanto, un libro de frontera: entre la sociedad productiva y sólida y la sociedad líquida de consumo digital. Del tránsito de la bio política a la psico política del consumo y las redes sociales. Un libro en la perspectiva de la robotización, en un marco de precariedad, de empleo pobre y de inseguridad social, con el miedo a lo diferente y la nostalgia de lo igual. Entre las incertidumbres e impotencias de la democracia representativa y la falsa seguridad del populismo autoritario. En definitiva, a medio camino y con el pie cambiado en un contexto de debilidad y retroceso, ante la ofensiva populista, autoritaria y reaccionaria.

La crisis de la izquierda se produce en paralelo a la amenaza a la democracia y a la política. Las debilidades se transforman en heridas por el golpe de mercado. La grave recesión vivida en Europa ha provocado el malestar de la inseguridad social y la desconfianza en la impotencia. Y lo que es peor, por la corrupción de la política. La respuesta es volver la mirada social, a la retropía (en términos de Bauman) del nacionalismo y el extremismo. Con las fracturas sociales, culturales y territoriales de la globalización: entre el autoritarismo y el populismo, la sociofobia y la retropía de narcisos; entre la debilidad y las heridas; entre el neoliberalismo, el golpe de mercado y el populismo. Frentre a los nacionalismos y la extrema derecha y la vuelta a la tribu.

Las consecuencias son las fracturas sociales, ideológicas y culturales de la globalización.

La izquierda de la que formo parte está perpleja. Perplejos, nos movemos desde el dogma, la indignación y el populismo, y la mera gobernanza. Desde la ruptura revolucionaria, el programa de máximos y la nostalgia del mundo bipolar al pragmatismo del “que me quede como estoy” y las pequeñas reformas. Unas veces euroescépticos, ahora eurófilos ante la que está cayendo. Entre la democracia popular, la representativa y las consultas y referendas como alternativa. De la representación delegada, a las primarias en los partidos y de ahí a la sociofobia. Entre el régimen del 78 y la defensa de la Constitución social. Entre las dos orillas y las alianzas progresistas. Entre el trifachito y la convicción de los necesarios pactos de Estado. Hemos oscilado entre lo colectivo y el personalismo. Entre el federalismo republicano y el derecho de autodeterminación. Entre el partido y el movimiento como alternativa. Nos sentimos entre inadaptados, resignados e indignados. Somos pura paradoja.

¿Y qué hacer? Se trata de llevar a efecto las reformas posibles, seguir construyendo un modelo de bienestar y empleo digno que se ha visto cuestionado con la política de austeridad y recortes frente a la crisis. Los primeros pasos de la revalorización del salario mínimo, las pensiones y las retribuciones de funcionarios muestran el camino a seguir. La recuperación y el cambio en el modelo de gestión de los servicios públicos y renta mínima como primer paso hacia la renta básica son también esenciales, así como recuperar la confianza en la política y en las instituciones democráticas, avanzando en transparencia, participación, buen gobierno y lucha contra toda forma de corrupción.

La lucha contra la violencia y la explotación de cualquier tipo, así como la igualdad de género, sea salarial, en las tareas y los cuidados y en la representación y dirección de la sociedad, es otra tarea prioritaria. El proyecto de Ley de Muerte Digna es otro de los caminos a seguir para la recuperación y ampliación de derechos civiles y sociales. El diálogo territorial y la búsqueda de distensión y salidas al conflicto en Cataluña tiene sentido, más allá de la necesaria mayoría parlamentaria y presupuestaria. Por otra parte, ya es una prioridad de presente, más que de futuro, la transición ecológica, tecnológica y en derechos humanos. Para ellas son necesarios amplios acuerdos sociales y políticos más allá de las izquierdas.

*Gaspar Llamazares acaba de publicar el libro de ensayo “La izquierda herida” (La Esfera de los Libros).

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