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La guerra inacabada

Exhumación de una fosa en Figuerola d'Orcau, Lleida, como parte del programa de memoria de la Generalitat

Raül Romeva i Rueda / Ester Capella i Farré

Han pasado más de 80 años desde el golpe de estado militar contra la República y el inicio de la Guerra Civil, pero desgraciadamente todo este tiempo no ha sido suficiente para mirar de frente a la memoria colectiva y actuar con dignidad hacia los desaparecidos y sus familias.

Esta tarea inmensa se tendría que haber hecho, en el peor de los casos, inmediatamente después de recuperar el sistema democrático. No fue así. Las instituciones no han querido que se conozca el pasado. El primer intento de hacer una regulación española sobre memoria histórica es del año 2007, no obstante no se alcanzó; el resultado fue del todo insuficiente y no respondió ni a las necesidades ni a las expectativas depositadas.

Uno de los retos que queremos cumplir en Catalunya esta legislatura es aprobar y poder disponer por fin de una verdadera ley sobre memoria democrática que nos permita afrontar de forma integral su recuperación y alcanzar una completa reparación. En este sentido, también durante la pasada legislatura, se pusieron en marcha el Programa de Identificación Genética y el Plan de Fosas, compromisos inexcusables con la dignidad que queremos para nuestra democracia. Los dos son programas de actuación, abiertos y gratuitos para todo el mundo, que han sido pioneros y singulares en los territorios que sufrieron la guerra, y hay que asumirlos como política pública estable, transversal y a largo plazo.

Lo que estamos desplegando en Catalunya es un mecanismo sistemático para hacer frente a la exigencia de acabar con las fosas, que combina localizarlas y analizarlas con la exhumación de las personas que se encuentren y la incorporación de sus datos al proceso de identificación con familiares mediante pruebas genéticas. La laboriosidad que comporta esta tarea, junto con la gravedad y la sensibilidad con que hay que tratar estas actuaciones, hacen que hablemos de un proceso de ciclo largo.

Pero el camino iniciado nos conduce hacia la normalidad de las sociedades respetuosas con el pasado y con el presente. Porque sabemos que solo con la memoria en orden podremos mirar hacia adelante con la serenidad necesaria para encarar los retos que nos esperan.

No podremos hacer en poco tiempo todo aquello que se tendría que haber hecho durante años, pero lo iniciamos y lo queremos continuar, convencidos de llegar hasta el final. Todas estas personas merecen ser rescatadas del olvido, y nosotros nos merecemos recuperar su recuerdo porque forman parte de nuestra historia.

Afrontar la memoria, recuperar estas vidas, se trata de una exigencia, de un requisito imprescindible para poder empezar una nueva página de nuestra historia. Una página que hay que escribir con la serenidad de haber hecho las paces con nuestro pasado y con la firmeza de quien sabe de dónde viene y hacia dónde va.

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