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Las vacaciones de Cristina Cifuentes

Hugo Martínez Abarca

Ha decidido Cristina Cifuentes hacer de su estancia en Madrid en agosto un asunto político del que presumir y sobre todo con el que criticar. Primero echó en cara a Manuela Carmena que se tomara vacaciones; después fue Pedro Sánchez el objeto de su crítica culpando a su veraneo del “bloqueo de España”: quiero pensar ingenuamente que cuando tuiteó esto Cifuentes no sabía que Rajoy, el obligado constitucionalmente a desbloquear la situación, también se iría de vacaciones unos días a Pontevedra sin mayor problema.

Su negativa a irse de vacaciones puede ser un asunto político, no digo que no: si una presidenta no puede irse de vacaciones un año después de formar gobierno (y sin ninguna situación concreta urgente ni excepcional en la Comunidad de Madrid) lo único que podemos deducir es que ha sido incapaz de generar equipos capaces y en los que se pueda confiar para mantener la actividad gubernamental de agosto; sobre todo cabe preguntarse qué mensaje se manda cuando se pone un cargo público como ejemplo por no tomarse vacaciones, como si las vacaciones fueran un lujo de quien no se toma en serio su trabajo, no un derecho conquistado tras duras luchas de los trabajadores. El único ejemplo que hay que dar es el de ejercer los derechos, que además, en este caso, ayudará a estar más despejado a la vuelta.

En realidad probablemente la cuestión no merezca tanto y sea una simple concreción de lo que lleva haciendo Cristina Cifuentes (y su Partido Popular de Madrid) desde que fue investida presidenta: agigantar y multiplicar detalles absolutamente anecdóticos para disimular la nula labor de fondo del gobierno que preside. Una práctica simétrica a la oposición obsesiva que ejerce contra el Ayuntamiento de Madrid y que, también, se centra en agigantar y manipular anécdotas que eviten que se analicen los avances sociales, económicos, democráticos y ecológicos traídos por el equipo de gobierno de Ahora Madrid.

Si atendemos a lo anecdótico o incluso inexistente el gobierno de Cifuentes podría parecer casi hiperactivo: hemos sabido que Madrid iba a arrebatar a Barcelona el “Mobile World Congress” cuando Barcelona tuvo una huelga y que ahora va a ser la City madrileña la que sustituya a la City londinense por el brexit: cada noticia relevante en el mundo consigue un titular de un gobierno que sólo sirve para la propaganda sin que nunca haya nada de fondo: incluso ante la crisis de refugiados constituyó una comisión, tuiteó las fotos de la reunión… y nunca más se supo porque nunca se hizo nada más que, como siempre, la foto. Si no quedara un poco ridículo dados los antecedentes, es seguro que ante los errores de los Juegos de Río Cifuentes habría anunciado que Madrid organizaría pronto unos Juegos Olímpicos.

Publicitamos con grandes medios (y generosa cobertura mediática) la creación de un abono transportes para parados… al que sólo podía acceder el 0,2% de los parados madrileños: tras los grandes titulares y presentaciones, llegan el silencio y el olvido para que nadie recuerde el humo. Se erige en campeona de la regeneración del PP pese a los obstáculos a toda investigación, el apoyo a los numerosos investigados hasta que su situación judicial lo hace insostenible y, en fin, el mantenimiento de todas las inercias de las épocas anteriores parcheando como puede los agujeros que ilumina la oposición. Presume de la despolitización de Telemadrid cuando ha violentado la ley de la mano de Ciudadanos para impedir un Consejo de Administración que no controlase y después la ha cambiado para que la democratización de la cadena fuera lo más limitada posible.

El grupo parlamentario de Cifuentes ha tenido más dimisiones (ya ha tenido que ser sustituido el 25% del grupo en el 25% de legislatura) que iniciativas y éstas se han centrado en Otegi, Venezuela y la unidad de España, recordando que es un gobierno de Madrid sólo para hacer oposición al Ayuntamiento.

Cada poco el PP nos saca una nueva infografía según la cual han cumplido el 60%, el 80%, hasta el 90% del programa electoral del PP, de su pacto de gobierno con Ciudadanos, de lo que haga falta, algo razonablemente sencillo dado el conjunto de generalidades de tales programas: una cosa y su contraria pueden ser cumplimientos o incumplimientos cuando los compromisos son tan difusos. En todo caso nunca especifican qué es lo que han cumplido y qué todavía no, no vayamos a poder comprobar en qué consisten tales supuestos cumplimientos.

Tanto la política fiscal favorecedora de las grandes rentas, como la educativa (que radicaliza la apuesta contra la pública de sus antecesores), la (ausencia de) política sanitaria, la red clientelar al servicio de la lucha interna en el Partido Popular de Madrid, la apuesta por la gran infraestructura y el cemento como respuesta a cada problema… se dejan llevar por la inercia del continuismo más fiel con las políticas de Esperanza Aguirre e Ignacio González.

El gobierno de Cristina Cifuentes ha tomado una decisión relevante positiva: la creación del abono transporte para jóvenes que la ciudadanía madrileña conocerá porque lo repite cada consejero, cada diputado y cada tertuliano afín cada vez que tiene un micrófono delante y por la inmensa propaganda difundida por toda la Comunidad, en cada parada de Metro, en cada poste publicitario. Más allá de ese abono transporte joven (una medida que es evidentemente positiva incluso para quienes pensamos que se podría haber implementado de otra forma), es muy difícil recordar una sola medida concreta de gobierno relevante en la Comunidad de Madrid: el contraste entre la propaganda que presenta un gobierno hiperactivo y la ausencia real de un gobierno con sustancia es abrumadora.

Hay que reconocer la eficacia de tal propaganda, y lo hice, que cuenta con medios de la Comunidad de Madrid, del Partido Popular de Madrid y de la tupida red mediática del entorno del partido. Pero tal vacío sustantivo no puede disimularse durante tanto tiempo: quedan casi tres años de legislatura y ya va quedando claro el vacío absoluto que hay bajo tanta propaganda.

Trece meses después del nombramiento de Cristina Cifuentes ya empieza a estar claro que no es que no se vayan de vacaciones en agosto: lo que sucede es que su gobierno lleva de vacaciones desde el inicio de legislatura.

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