Así funcionan los colchones fríos para mejorar el sueño cuando hace calor

Darío Pescador

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¿Qué hace falta para dormir a pierna suelta? Seguramente pensaremos en los factores más evidentes: silencio, oscuridad, cierta paz interior, un colchón firme y adaptable, o la almohada adecuada a nuestra forma de dormir. Muchas veces nos olvidamos de la temperatura, hasta que se llega el verano y se convierte en un problema.

La temperatura del cuerpo es uno de los factores determinantes para inducir el sueño, y sigue un ciclo diario muy bien estudiado. Cuando se acerca el momento de dormir, nuestro metabolismo, es decir, la cantidad de energía que consumimos solo por estar vivos, se reduce. Esto supone una pérdida de calor y un pequeño descenso de nuestra temperatura interna de un grado más o menos.

Es como si nuestro termostato corporal tuviera fijada una temperatura más baja durante el sueño, y nuestro cuerpo hace todo lo posible para mantenerla. Si hace frío, tiritamos mientras dormimos para generar calor. Si hace calor, sudamos para refrigerarnos. Aquí entra el concepto de confort térmico y temperatura neutral, que es la que nos permite dormir sin que nuestro cuerpo tenga que trabajar para regular su temperatura interna. Esto corresponde con una temperatura ambiente de unos 19ºC, y una temperatura en el microclima formado entre el cuerpo, la cama y las sábanas de alrededor de 30ºC.

El uso de mantas y otro tipo de cobertura favorece que el cuerpo pueda mantener su temperatura ideal cuando hace frío. Por el contrario los estudios anteriores han comprobado que es mucho más difícil la regulación cuando hace demasiado calor. 

No puedo dormir con este calor

El calor excesivo produce no solo sudoración. De forma inconsciente el cuerpo busca exponer más superficie de piel al aire para refrigerarse, y esto hace que durmamos de lado o demos vueltas durante toda la noche. Esto hace que disminuya el sueño REM, durante el que se producen los sueños, y que es imprescindible para la regulación emocional. También aumenta el número de veces que nos despertamos. Si la temperatura de la habitación sube por encima de los 28ºC, el cuerpo recibe la señal de que es hora de levantarse. Por eso es tan difícil dormir del tirón con el calor. 

El aire acondicionado es la solución más evidente para muchas personas, pero los costes de la energía y la pobreza energética dificultan el acceso a esta opción, por no mencionar el impacto medioambiental. Existen otras alternativas que ayudan a rebajar la temperatura del cuerpo y reducir el uso del aire acondicionado. Puesto que el factor más importante es el entorno inmediato alrededor del cuerpo, es lógico mirar el colchón con el que nos mantenemos en contacto toda la noche. 

Los llamados colchones fríos utilizan materiales de alta conductividad térmica, es decir, el calor del cuerpo se transfiere más rápidamente al colchón, produciendo una sensación de frescor. Esto se consigue mediante fibras transpirables y materiales de cambio de fase que se funden con el calor del cuerpo, y en este proceso absorben aún más calor.

Algunos fabricantes disponen de cubrecolchones para colocar sobre la cama que utilizan conductos por los que circula aire frío o caliente, para invierno o para verano, lo que permite regular la temperatura a voluntad. Algunos modelos disponen de dos zonas con temperaturas diferentes para las personas que duermen juntas.

La alternativa más barata consiste en los colchoncillos refrigerantes, unas esterillas de distintos tamaños que se colocan por debajo de las sábanas y que tienen una red de tubos en su estructura por la que circula agua. La esterilla se conecta a un evaporador junto a la cama, de bajo consumo, que enfría el agua. Según los fabricantes estos dispositivos permiten reducir entre 3 y 7º la temperatura corporal, algo que puede significar la diferencia entre dormir bien o no pegar ojo.

¿En qué se basa todo esto?