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El pan y la leche se convierten en opiáceos en tu intestino, ¿hay que preocuparse?

gluten y caseina

Darío Pescador

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Si evitamos ponernos trascendentales, nuestros cuerpos son unos sacos de grasa y proteínas rellenos de agua. Los engranajes de esa máquina química son unas pequeñas moléculas llamadas péptidos. Como las proteínas, los péptidos son cadenas de aminoácidos, carbono con nitrógeno, pero más cortas. A pesar de ser poco conocidas por el público, tienen un papel fundamental en nuestra vida.   

Por ejemplo, algunos péptidos funcionan como hormonas, es el caso de la oxitocina y la vasopresina, que tienen un efecto decisivo en nuestro comportamiento a la hora de establecer lazos con otras personas. Hormonas tan importantes para el metabolismo como la insulina, la leptina o las hormonas tiroideas también son péptidos.

Hay otros péptidos que se han hecho muy famosos: las endorfinas. Son opiáceos, análogos a la morfina o la heroína, que fabrica nuestro propio cerebro para protegernos del dolor y el estrés. Pero menos conocidas son las exorfinas. Como su propio nombre indica, estos opiáceos no vienen de dentro de nuestro cuerpo sino de fuera.

Del pan y la leche al opio, la alquimia de las exorfinas  

Los péptidos son tan importantes que nuestro organismo los fabrica usando los aminoácidos que tomamos con la dieta, pero no solo. A veces, ciertos péptidos en nuestra comida pueden pasar directamente al torrente sanguíneo, y de ahí al cerebro. 

Esto es lo que ocurre con algunos tipos de caseína, la proteína de la leche. Durante la digestión, la beta-caseína se descompone y forma beta-casomorfinas, que son opiáceos. No ocurre con toda la leche, porque hay dos tipos de caseína: A1 y A2. El 90% de las vacas actuales producen leche con caseína A1, que se convierte en casomorfinas. Las vacas descendientes de las primitivas, así como la leche de cabras y ovejas tienen caseína A2, que no se transforma en casomorfinas. 

Otra fuente alimentaria de exorfinas es el polémico gluten. Esta proteína recibe su nombre de su aspecto, parecido al pegamento (gluten en latín). El gluten es lo que hace que la miga del pan sea elástica y esponjosa. Pero el gluten es más conocido por la celiaquía, una enfermedad autoinmune que afecta al 1% de la población, en la cual incluso una cantidad mínima de gluten produce problemas digestivos. 

En las personas celíacas, el gluten hace “agujeros” en la capa epitelial que recubre las paredes del intestino, con lo que el sistema inmunitario se activa, y se produce inflamación y complicaciones que pueden ser graves. Además la celiaquía está conectada a la diabetes tipo 1, la depresión, el autismo y la esquizofrenia. 

El gluten también se convierte durante su digestión en exorfinas, y estos opioides derivados del gluten pueden afectar a la digestión, haciéndola más lenta, y al apetito. Hay quien incluso especula con un posible efecto adictivo de la leche y el pan, del que por el momento no hay evidencia. 

Pero lo más importante es que se sospecha (aunque el mecanismo no está totalmente claro) que las exorfinas inhiben la absorción de la cisteína, que es necesaria para producir antioxidantes. Sin antioxidantes (especialmente glutatión) se puede producir estrés oxidativo, inflamación y de ahí se derivan el resto de las dolencias.

Esto explicaría en parte por qué dan resultados las dietas sin gluten o sin caseína que a menudo se prescriben a personas con síndrome de intestino irritable (IBS), aunque no funcionan con todo el mundo. Otro posible efecto de las exorfinas es que sus efectos relajantes y analgésicos enmascaran los síntomas de la intolerancia al gluten, que aunque no presente síntomas, provoca de todos modos inflamación. 

La cara amable de las exorfinas

Además de los males atribuidos al gluten, se sospecha que las casomorfinas pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes de tipo 1, y el síndrome de muerte súbita del lactante. Sin embargo, para que todo esto ocurra, la casomorfina que resulta de la digestión tiene que atravesar la barrera epitelial del intestino y pasar al torrente sanguíneo. En el caso de los bebés, que tienen una mayor permeabilidad intestinal, esta podría ser la causa de la asociación con los casos de muerte súbita. 

En los adultos, se sabe que el estrés, el tabaco, el alcohol y una dieta baja en fibra y alta en azúcar (fructosa), y grasas refinadas puede dañar la pared intestinal provocando inflamación crónica. Es aquí cuando las exorfinas podrían pasar directamente al torrente sanguíneo y causar destrozos. 

Pero no todo es malo. También existen informes en sentido contrario que demuestran un impacto positivo de la casomorfina, como su función protectora contra la hiperglucemia y el estrés oxidativo, además de aumentar la secreción del moco que protege las paredes intestinales, el aumento de los niveles de prolactina, y la ayuda a la digestión en el estómago gracias a la gastrina. 

Cuando las exorfinas llegan al cerebro

¿Contradictorio? La explicación aún no está clara, ya que no se sabe cuál es el efecto de estas sustancias en el cerebro y hay otros factores en juego. En el cerebro existen diferentes tipos de receptores de opiáceos con funciones distintas. Los receptores del tipo mu inducen relajación, confianza, satisfacción y tienen un fuerte efecto analgésico, y además es importante en las relaciones sociales y emocionalmente comprometidas. Esto ha planteado la posibilidad de tratar a pacientes con dolor crónico mediante alimentos que produzcan estas exorfinas

Por otro lado los receptores de opioides del tipo kappa y delta suelen suprimir la acción de los mu, por lo que están asociados a la ansiedad crónica, la impulsividad y su desequilibrio podría relacionarse con distintos trastornos psiquiátricos. 

¿Qué hacer? A falta de conocer más sobre estos mecanismos, las dietas de eliminación son el mecanismo más simple al alcance de los médicos. Por ejemplo, hoy en día es posible encontrar leche de vaca del tipo A2, o tomar leche de cabra u oveja, que también son A2, y por tanto no producen casomorfina. 

También hay personas que obtienen beneficios para su salud al eliminar el gluten de la dieta, aunque hay que tener en cuenta que en muchos de estos casos puede que se trate de otros compuestos del trigo que no son el gluten, como los FODMAPS

¿En qué se basa todo esto?

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