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Por qué la NASA ha lanzado un platillo volante a la atmósfera

Las nuevas tecnologías para el aterrizaje en Marte están pensadas para soportar mayor carga que la del vehículo explorador Curiosity

Pablo G. Bejerano

Madrid —

Un platillo volante de casi cinco metros de diámetro ha sido lanzado a la atmósfera por la NASA para llevar a cabo unas pruebas que han tenido que retrasarse repetidamente debido a las condiciones meteorológicas. El vehículo tiene poco que ver con lo que se entiende en general por ‘platillo volante’, ya que esta exuberante denominación no encierra imágenes cinematográficas de ciencia ficción.

La forma, aunque aplanada y redonda (los propios empleados de la NASA llaman platillo volante al dispositivo), es la que usan los sistemas de aterrizaje de los vehículos que descienden sobre Marte.

Probar nuevos sistemas de aterrizaje ha sido el principal objetivo del proyecto LDSD (low density supersonic decelerators). El platillo se envió a la atmósfera terrestre con un nuevo tipo de paracaídas y dos anillos inflables destinados a ayudar a suavizar el aterrizaje en Marte. Todo el equipo ha funcionado bien excepto el paracaídas, que no llegó a abrirse del todo, al menos no como esperaban los técnicos de la NASA.

Ahora toca aprender las lecciones. La NASA ha recuperado el vehículo con todo el hardware y los dispositivos registradores de información, a partir de los cuales podrá analizar detalladamente cómo ha ido el lanzamiento. Desde los años 70, concretamente desde 1976, cuando el Programa Viking puso una sonda sobre Marte, la agencia espacial estadounidense ha utilizado el mismo sistema para frenar la velocidad antes de alcanzar la superficie del Planeta rojo (en 2012 el Curiosity también lo usó).

El platillo, lanzado desde una base militar en Hawai, alcanzó una altura de unos 35 kilómetros con ayuda de un globo. Llegado a este punto, puso en marcha un motor de cohete que lo elevó hasta los 54 kilómetros, donde existen unas condiciones similares a las de la atmósfera en Marte. Cuando la velocidad, cuatro veces superior a la del sonido, comenzó a descender se desplegó el sistema de frenado compuesto por dos anillos inflables. Una vez aminorada la marcha considerablemente, ya resultaba seguro extender el paracaídas de 30,5 metros de diámetro, que está preparado para soportar los envites de la velocidad del sonido.

Aunque esta parte del ejercicio no salió según lo previsto, algo que tendrán que revisar los técnicos de la NASA, el vehículo recaló en el océano tal y como estaba planeado, de donde fue rescatado al poco tiempo.

Innovaciones en el sistema de frenado

El paracaídas de 30,5 metros de diámetro del proyecto LDSD constituye la última fase en el sistema de frenado probado por la NASA (PDF). Los dos anillos inflables, que se denominan SIAD o supersonic inflatable aerodynamic decelerators, también cumplen un papel clave. El primero de ellos tiene seis metros de diámetro y el otro mide ocho metros, se inflan con gas caliente y aire a presión. Están pensados para integrarse en vehículos como el Curiosity y frenar su velocidad antes del aterrizaje (si es que se le puede llamar así a posarse sobre la superficie de Marte).

El sistema de aterrizaje del Curiosity, llamado skyscrane, seguramente sea utilizado de nuevo para depositar cargas sobre Marte, pero la idea es que el nuevo sistema de frenada permita lanzar con éxito vehículos y sondas más grandes. El portavoz de la NASA Ian Clark ha asegurado que con la tecnología que ha probado la agencia espacial será posible multiplicar por dos la masa que puede alcanzar la superficie de Marte, así como ganar precisión ante una situación tan crítica.

Tal vez lo más destacable del sistema ensayado es que los SIAD se pueden utilizar en grupos, aumentando significativamente la masa que pueden soportar, que según Clark podría llegar a las 20 ó 30 toneladas. El objetivo no es solo poder llevar vehículos más grandes al Planeta rojo sino allanar el camino para futuras expediciones tripuladas. La NASA tiene previsto realizar otros dos experimentos de este tipo el año próximo.

Imágenes: NASA

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