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Sobre este blog

UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

“Como refugiada, estoy destinada a amar lugares que no me aman”

Nesrin posa junto a varias de sus alumnas en la escuela del campamento de Ein El Hilweh, en Líbano

Nesrin Ayoub

Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi infancia como refugiada de Palestina en Líbano es la primera vez que mi prima me acompañó a los baños públicos del campamento. Tenía 5 años y recuerdo claramente la fascinación que sentí al ver a todos los niños y niñas haciendo cola para usarlos. Llamaban a la puerta para que los que estaban dentro se apresurasen. Pensé que era un juego: llamar a la puerta y correr. Pronto fui consciente del lujo que suponía vivir en un pequeño piso de alquiler con baño privado que, gracias al esfuerzo y trabajo de mi madre y mi padre durante años, nos podíamos permitir en un edificio a las afueras del campamento. 

También recuerdo que, cuando era pequeña, quería vivir con mis abuelos en su casita con techo de hojalata. Dormir en su refugio era el premio si me portaba bien durante la semana. Me gustaba especialmente escuchar el sonido del granizo sobre el tejado. Sigue siendo uno de los recuerdos de la infancia que atesoro con mayor cariño. No podía entender por qué mi abuela corría para poner cubos vacíos debajo de las gotas que caían del tejado y para colocar sábanas de plástico debajo de los colchones por la noche. Recuerdo que mi tía sollozaba mientras vaciaba un cubo tras otro. Siempre pensé que mi tía estaba loca por ponerse triste con un juego tan divertido.

Otra cosa especial de la casa era el particular olor del pan recién horneado de mi abuela. Lo hacía en un horno de barro blanco. Una vez hecho, mi tía mayor nos lo servía a mi y a mis hermanos con tomillo y una taza de té. A menudo, mi tía le recordaba a mi abuela que la porción de trigo que recibían de UNRWA se acabaría más rápido de lo previsto si continuaba repartiéndolo con tanta generosidad. Entonces mi abuela respondía que no debía preocuparse porque mi padre compartiría su ración con nosotros.

Estos alimentos de los que hablo venían en el paquete de alimentos distribuido por UNRWA al comienzo de cada mes. El tamaño de cada porción se ajustaba al tamaño de la familia que lo recibía de acuerdo con la información que figuraba en la tarjeta de registro como refugiado de Palestina. En la actualidad, el Comisionado General de UNRWA, Pierre Krähenbühl, ha modernizado el sistema para que en vez de recibir raciones de trigo, las personas refugiadas reciban pagos en efectivo y puedan comprar lo que necesiten.

Como cualquier otra niña de cinco años, miraba con fascinación esa tarjeta blanca de registro. Ese trozo de papel permitía que mi familia tuviera harina, azúcar, té, aceite y otros alimentos al final de cada mes. También, cuando mi tía me llevaba al médico, me daba cuenta de que gracias a ese documento podía recibir asistencia sanitaria. Hasta mis primos iban a la escuela gracias a esa tarjeta. Sin embargo, cuando era niña, no entendía realmente lo que significaba ser refugiada de Palestina. Refugiada desde que mis abuelos fueron desplazados de Palestina en la Nakba de 1948. No comprendía que vivían en tierras alquiladas en un campamento de refugiados de UNRWA, y que morirían como refugiados, al igual que mi padre y mi tío. 

Cuarenta y cinco años después, sigo siendo refugiada. Fui a una escuela de UNRWA. En cuanto terminé la universidad, UNRWA me ofreció un trabajo decente como profesora de ciencias en una de sus escuelas de secundaria. Nueve años después, me convertí en la directora de una escuela en el campamento de refugiados y refugiadas de Ein El Hilweh, en Líbano. He ocupado este cargo durante los últimos veinte años. Este trabajo con UNRWA es la única posibilidad que tengo de trabajar, ya que la ley libanesa impide a los refugiados y refugiadas de Palestina acceder a 39 empleos, y la enseñanza es uno de ellos. Para mí, dar educación a niños y niñas refugiados es tanto un trabajo como una misión. Quiero que mi alumnado tenga las mismas oportunidades que tuve yo. Esto es más difícil conforme pasan los años.

Las leyes de restricción laboral, combinadas con la tasa de inflación en Líbano y el número creciente de personas refugiadas en el país, han dejado a un porcentaje significativo de los padres y madres de mis estudiantes sin trabajo. La situación para el alumnado también ha empeorado. Ya ha sucedido varias veces que el personal docente de una escuela de UNRWA ha informado de casos de estudiantes que, por no comer, no pueden concentrarse en sus estudios. Además, la situación de seguridad dentro de los campamentos es inestable. Es frecuente que, a lo largo del año, se escuchen disparos y choques armados fuera del aula durante la clase.

En algunos casos hemos tenido que ordenar al alumnado que volviesen a sus casas. Estos brotes de violencia pueden durar varios días y, vuelta la calma, son muchos los estudiantes que tienen miedo de venir a la escuela, especialmente aquellos que han perdido a miembros de su familia. Lo peor viene siempre después de la violencia. Algunas personas refugiadas se sienten más seguras a la intemperie, otras se refugian en mezquitas. Como respuesta, la escuela decidió realizar actividades de apoyo psicosocial para ayudar al alumnado a sentirse seguro y enfrentar el trauma.

Cada mañana, dedico un tiempo a reflexionar sobre la importancia de UNRWA y su impacto en mi vida como refugiada y en la vida de toda la población refugiada de Palestina. Ser refugiado o refugiada significa estar destinado a amar lugares que no te aman. Caminar bajo un cielo y sobre una tierra que no es tuya. Es imposible no sentirse una carga. UNRWA ayuda a que esta situación no sea tan difícil siendo un proveedor vital de servicios básicos para mí, mi familia y para toda la población refugiada.

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UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

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