Desde que se anunció el fichaje de Máximo Pradera por Antena 3, he deseado que llegara el esperado duelo con Javier Sardá. Y como yo, todos los adictos a Crónicas Marcianas, ya que Pradera no ha hecho otra cosa durante todo el verano que advertirnos de que era capaz de ofrecernos algo mejor que el late-night de Telecinco: mejor que la pitonisa Lola, mejor que Laura en América, el risitas o el cuñao. Ayer traté de ver los dos programas, pero desde el principio me supuso un gran esfuerzo acceder al de Máximo Pradera. Y no me refiero al esfuerzo psicológico –más adelante hablaré de los bostezos contagiosos de Ana Belén y Víctor Manuel-, sino al puramente técnico. Como no cabría esperar -pues un programa nuevo debería hacer lo imposible por sacarle ventaja al veterano-, Sardá se adelantó a Pradera; con el mismo acogedor decorado, los colaboradores de siempre y sus célebres imitaciones. Tal y como los responsables del programa habían previsto, la fuerza de lo “conocido” encandilaba desde el primer golpe de cámara. Sardá volvió a apostar por el humor, el mejor arma que puede utilizar un comunicador a partir de la medianoche. Un acertado homenaje a los atentados de Nueva York con fotos de todos los miembros del equipo con las ya míticas torres gemelas de fondo, sirvió de introducción a los pocos cambios que traía el programa: la incorporación de Loles León –que prometió no enseñar un pecho “el primer día”- y Alonso de Gran Hermano al plantel de colaboradores. Aproveché que entraba la Jurado para hacer zapping y no perderme el principio de el late-night de Antena 3. Llegué tarde y me encontré a Máximo Pradera en una aceptable imitación de Robert Palmer y su “Simply Irresistible”. Buen comienzo, un decorado con pretensiones y una banda en directo (“no como otros”, según las palabras del presentador un poco más tarde). Hecho, me quedé. Pradera también apostó por el humor con los testimonios surrealistas de algunos personajes que habían ofrecido un título para el programa. Pero a partir de ahí el programa pareció dar un giro irreversible, como si alguien hubiera entrado a boicotearlo. Los interminables y continuos bloques de publicidad y un inoportuno avance informativo me hicieron casi imposible volver a contactar con el programa. Y en los pocos instantes que lo conseguí, la promoción de la serie de Antena 3 Compañeros con Francis Lorenzo – calificado por el propio Máximo Pradera como el “peor presentador de late-nights”-, la promoción de Betty la fea, la telenovela que acaba de estrenar Antena 3, fueron determinantes para que me fuera a la cama con la sensación de no estarme perdiendo absolutamente nada. Si en las cuatro temporadas de Crónicas Marcianas, Javier Sardá no corta publicidad hasta la 1.00, no hace promoción de Supervivientes ni de Esencia de poder, ¿no sería lógico que hiciera lo mismo un programa que se está buscando un hueco? No deben opinar lo mismo los responsables de la cadena. El 36,8 por ciento de la audiencia vio ayer Crónicas Marcianas (2.632.000 espectadores) frente al 18,3 por ciento (1.308.000 televidentes) que “consiguió encontrar” Maldita la hora. Más vale lo bueno conocido...