“La telebasura es un invento de la prensa escrita”
¿Cuánto cobran los famosos por ir a televisión? ¿Por qué las buenas películas se emiten siempre de madrugada? ¿Cómo dejó escapar Antena 3 Gran Hermano? Dos profesionales del medio, Javier Pérez de Silva (director de programas en El Mundo TV) y Pedro Jiménez Hervás (director de Ojo, nos ven en Telemadrid), responden a preguntas como éstas en un “zapping televisivo en forma de libro” que repasa la historia de la pequeña pantalla y aporta una visión de futuro de manera clara y entretenida. Uno de sus autores habla con Vertele de los cambios que se han producido en la “nueva televisión”, comparte las anécdotas que más le han impactado, revisa los conceptos de “telebasura” y “animal televisivo”, y desvela alguno de sus trucos infalibles para enganchar a la audiencia. V.- ¿En qué se parece o se diferencia la “vieja televisión” de la “nueva televisión”?
J.P.- Esta es una diferencia académica que han propuesto algunos gurús de la comunicación, como Umberto Eco, y que nosotros hemos utilizado como división en capítulos dentro del libro. En un principio, la nueva televisión llega cuando aparecen las cadenas privadas y acaban con la paleotelevisión. A las pantallas de esta última sólo tenían acceso los detentadores del poder, de los saberes y de las habilidades: políticos, escritores, artistas, deportistas, estrellas de cualquier ámbito… Se trataba de asistir a un espectáculo incontestable, lejano al pueblo. Sin embargo, la neotelevisión sería un espejo de la sociedad, espejo en el que el público se ve reflejado en su rutina y cotidianidad. Los protagonistas, ahora, iban a ser los telespectadores, los destinatarios, y no los emisores. Al fin y al cabo, es una cuestión de dinero. A mayor número de cadenas, menores pedazos de la “tarta publicitaria”, menos beneficios, y por tanto, programas más baratos. ¿Cuál es la forma más barata de hacer TV? Cuatro sillas, cuatro invitados anónimos y una grada de público. ¡¡Y que todos hablen!! V.- ¿Cuál es la mejor definición que alguien haya hecho de la televisión?
J.P.- La dio el presentador americano David Letterman: “La televisión es el eslabón perdido entre la hoguera del hombre primitivo e Internet”. Tampoco está mal aquello que decía el genial Vittorio Gassman: “En una cosa estoy de acuerdo con el Papa: el demonio existe. Es la televisión”. Coincido plenamente con la visión del fallecido actor italiano: la televisión no es de este mundo. V.- Entre la multitud de anécdotas que recoge el libro, ¿cuál es la que más te ha impactado?
J.P.- Muchas: ¿Cómo escogía Chicho a las azafatas del Un, dos, tres? ¿Por cuánto quiso comprar Frank Sinatra TVE? ¿Por qué dejó escapar Antena 3 Gran Hermano? ... Pero impactado, impactado, una de las primeras. Los comienzos de la televisión en nuestro país fueron duros, pero también “explosivos”. Al dueño del primer televisor en España, Vicente Guiñau, le explotó éste en la cara mientras lo estaba manipulando y le mató. Más de uno comenta hoy día que seguro que el pobre hombre estaba viendo ya por entonces un programa de José Luis Moreno en la pantalla. V.- Como profesional del medio, a qué conclusión has llegado: ¿se hace la televisión que se quiere o la que se puede?
J.P.- Decía el insigne Flaubert que nunca se escribe lo que se quiere. Pues, con la televisión, ocurre lo mismo. Nunca se hace la televisión con la que uno sueña. Se hace la televisión que se puede; mejor aún, la televisión que te dejan hacer, que, no lo dudéis un instante, es la que la sociedad, la audiencia pide. La televisión nos está vomitando lo que queremos que nos vomite y todos los programas de éxito tienen un único director general, que es la audiencia. V.- ¿Es cierto, entonces, que la TV ha renunciado definitivamente a su misión de Informar y Formar para conformarse con la de Entretener?
J.P.- Mira, hoy en día, en televisión, a excepción de la carta de ajuste, todo es entretenimiento. Y si además la carta de ajuste ha muerto... Para comprobar que ya ni se forma ni se informa, no hace falta más que echarle un vistazo a la escaleta de cualquier informativo. ¡Es más parecida a un reality show o a un magacín que a un telediario! V.- ¿Quién es el mayor “animal televisivo” que has conocido?
J.P.- Los llamados “animales televisivos” son hombres o mujeres que antes de darte a tragar algo por TV te hipnotizan incluso contra su propia voluntad. Son como los metales conductores, que funcionan por lo general a 125 o 220 voltios, aunque algunos/as transmiten una energía de 540 que te dejan hecho polvo. He trabajado con algunos de ellos y a otros sólo con verles en pantalla sabes que han nacido para esto. Entre los primeros, sin lugar a dudas, Isabel Gemio. Es literalmente un “animal de TV”. A pesar de que es bastante complicado trabajar con ella, sobre todo por su carácter perfeccionista, es capaz de derretir a la cámara y con ella a los espectadores. Tiene aura. Tiene carisma. Tiene ese poder. Otro gran comunicador es Javier Sardá. Fantástico. Y entre los últimos aparecidos, el imitador Carlos Latre. Y si alguien me preguntara quién será el próximo “animal televisivo”, yo no lo dudaría un instante: Melchor Miralles. También podríamos hablar detrás de las cámaras. Y tampoco tendría duda: hay pocos “animales”, con perdón, como Chicho, Valerio Lazarov, Contreras o Mikel Lejarza. V.- ¿Existe la telebasura?
Nada me parece más hipócrita que condenar a las cadenas de TV por proporcionar telebasuras al espectador, cuando estamos en una industria que se guía por la demanda. No olvidemos que es la sociedad la que está creando la TV a su imagen y semejanza; y no al revés. Para mí, esta polémica de la telebasura es un invento de los periódicos, de la prensa, para vender a los anunciantes la imagen de que el espectador de TV es tonto, como la caja, y sin embargo el lector de periódicos es un público culto, educado y refinado. “Anúnciese con nosotros”, parecen decir, “y llegará al mejor target posible”. El invento de la telebasura nace de la lucha por la tarta publicitaria. Lo tengo muy claro. Para mí, telebasura sería intentar conseguir audiencia mediante la explotación de la obscenidad, buscando siempre el más difícil todavía. Y eso existe en nuestra televisión. V.- En relación al programa más visto de la TV en España, Operación Triunfo
J.P.- El mayor secreto es si todos los componentes de la Academia se llevaban tan bien como parecía en TV. De hecho, parece que han surgido algunos problemas a la hora de confeccionar sus discos individuales. Y es un programa del que apenas han trascendido esos problemas, que sabemos que han existido. En cuanto a la mentira, en casi todos los programas de hoy día se puede percibir cierta dosis de falsedad (¿están amañados los concursos?, ¿se sabe de antemano quién ganará Gran Hermano?)... excepto en Operación Triunfo. La gente no ve en pantalla eso que otros formatos no pueden ocultar. La producción ha sido casi de laboratorio. Perfecta. V.- ¿Existe algún truco infalible para enganchar a la audiencia?
J.P.- Hay numerosos truquillos profesionales que nos vamos pasando de unos a otros en el medio y que cada uno aplica a su trabajo. Por ejemplo, yo, en la preproducción de cada programa que hago, de cada emisión, busco incluir tres cosas en el espacio que al día siguiente la gente vaya a comentar con total seguridad en la calle. Como éste hay mil cosas. Por ejemplo, las coletillas. Es la forma más popular de hacer que el público se identifique con un programa y con unos personajes. Si se consigue poner en boca de todos una muletilla televisiva, el éxito está prácticamente asegurado. “No me conteste ahora, hágalo después de la publicidad” (Julián Lago), “Veintidós, veintidós...” (el dúo Sacapuntas), “Yo sigo” (Joe Rigoli), “Te das cuen” (Florentino Fernández), “No siento las piernas” (Rambo, Santiago Urrialde), “Que te calles, Karmele” (Jesús Mariñas).