La portada de mañana
Acceder
La alcaldesa de Marbella cancela en Luxemburgo la hipoteca de tres millones
La última entrega de MAR confirma el fraude fiscal de la pareja de Ayuso
Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Buscando a Moby Dick: un viaje por la vieja costa ballenera de Massachusetts

Faro de Nauset Beach, en Easthan, una de las playas de Cape Cod.

Viajar Ahora

“Llamadme Ismael. Hace unos años, no importa cuánto hace exactamente, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo”. De esta manera empieza una de las más geniales novelas de la historia de la literatura universal. En ‘Moby Dick’, obra maestra de Herman Melville y verdadera partida de nacimiento de la narrativa norteamericana, Ismael viaja hacia la costa de Nueva Inglaterra para satisfacer su ansia de aventuras a bordo de un barco ballenero. No te vamos a aburrir con resúmenes inútiles. Es mejor leer esta obra magna y viajar por los siete mares a bordo del Pequod cegados por la locura y el odio irracional del capitán Ahab. Pero saliendo de Boston hacia el sur, no podíamos evitar pensar en Ismael cuando vimos, por primera vez, el mar.

La costa del estado de Massachusetts es una sucesión de pequeñas bahías, playas de arenas blancas y pueblecitos encantadores. Un lugar de cuento que, sin embargo, guarda historias terribles de tormentas, naufragios e incidentes como el que, en 1820, inspiró la célebre novela Moby Dick. El Essex era un barco ballenero de la isla de Nantuket que tuvo la mala fortuna de toparse con un cachalote mucho más grande de lo normal y cabrearlo durante una cacería. El bicho embistió el barco dos veces y lo mandó a pique en pleno centro del Pacífico Sur condenando a la tripulación a una pesadilla en la que convivieron la locura, la sed y el canibalismo. Estas historias han pasado de padres a hijos forjando una fuerte identidad local que trasciende la conversión de la zona en lugar de turismo vip desde el colapso de la industria ballenera allá por la década de los 60 del XIX .

Nosotros salimos de Boston por la 93 camino de la Pilgrims Highway (Ruta 3), carretera que, en paralelo a la línea de costa nos lleva hacia el puente de Sagamore, puerta de entrada del exclusivo Cape Cod. La costa de hoy poco tiene que ver con la del siglo XIX. Mansiones, campos de golf, centros de vacaciones, tiendas de artículos de lujo, cochazos por todos lados… Para rastrear los vestigios de aquel mundo de mujeres y hombres endurecidos por la sal hay que buscar entre las casas, los restaurantes especializados en langostas, los greens. Ahí junto a los muelles, en las playas, en los faros y, sobre todo, en las iglesias y los cementerios. En las viejas lápidas de piedra se recuerdan nombres de barcos y tripulaciones perdidas en el mar: buried at sea; lost at sea; dead at sea… Nombres de capitanes, oficiales, marineros… Nombres de barcos y pueblos que nacieron y crecieron gracias al aceite de ballena.

Pueblitos de madera, playas interminables y faros

La antigua Carretera 6-A se adentra en Cape Cod desde la pequeña ciudad de Sandwich hasta la ‘liberal’ Provincetown, que ocupa el extremo norte de cabo y repite el esquema de encantador puertecito de mar rodeado de casas de madera y con impresionantes playas que se ha convertido en un icono del turismo gay . En total son unos 97 kilómetros de ruta que nos llevan hasta un paraíso de arenales interminables que miran hacia un Atlántico casi siempre azul. Una altísima torre de piedra nos recuerda que fue precisamente este lugar el que eligieron los primeros peregrinos puritanos para establecerse allá por el siglo XVII. Desde lo alto del Pilgrim Monument (Dirección: High Pole Hill Road, 1; Tel: (+1) 508 487 1310; Horario: Desde en 1 de abril al 30 de noviembre LD 9.00 – 17.00) se pueden ver los campos de dunas y el mar. Con la entrada también se puede visitar el pequeño museo histórico. Y queda el mar: desde Provincetown se puede acceder al extremo norte del Cape Cod National Seashore Park (Centro de Interpretación de Provincetown y Casa del Guardavidas (siglo XIX); Acceso por Race Point Rd; Tel: (+1) 508 487 1256; Horario: LD 9.00 – 17.00) y perderse entre las dunas o, simplemente, mirar el hipnótico balanceo de las olas. Y ver viejos faros como el de Race Point, que ahí lleva 200 años advirtiendo a los marinos de la peligrosidad de los bancos de arena de la zona y en el que se puede pasar la noche ( reservations@racepointlighthouse.org).

La ruta hacia el sur ofrece innumerables oportunidades de hacer innumerables; algunas con alicientes de carácter mitómano como la oportunidad de ver el lugar donde se instaló la torre de comunicación de Marconi que posibilitó la primera comunicación inalámbrica entre las dos orillas del Atlántico o el curioso Museo JFK (Dirección: Main Street, 397; Tel: (+1) 508 790 3077; Ver Horarios) dedicado a los veraneos en Hyannis de la familia Kenedy, que acostumbraba a descansar del ajetreo de Boston en esta parte de la costa. Aquí, en Haynnes, y en los alrededores, queda de manifiesto el contraste del Cape Cod de hoy con respecto a su pasado no tan remoto. La propia Main Street es todo un ejemplo de cómo las grandes familias del la Costa Este fueron ocupando el lugar de las dinastías balleneras y los hombres y mujeres de la mar. Desde aquí salen los ferris que van a la mítica Nantucket.

Isla literaria y mítica

Ismael debió embarcar en Haynnes camino de Nantucket y debió ver, desde la distancia, el bosque de mástiles que aguardaba en las aguas tranquilas protegidas de las severidades de la mar por Brand Point (señalizada por un faro de mediados del siglo XVIII). Por las calles del Historic District se desarrollan los primeros capítulos de Moby Dick y se empiezan a perfilar los hilos narrativos del desastre. Cómo te decíamos con anterioridad, hay que acercarse hasta los cementerios para darse cuenta de la dimensión de la lucha entre hombres y el mar. Lápidas y lápidas que hablan de mil y un desastres. No es mala idea dedicar unas horas al paseo tranquilo por el Prospect Hill Cementery (Dirección: Hummock Pond Rd; Tel: (+1) 508-825-9955) después de visitar el interesantísimo e imprescindible Whalling Museum (Dirección: Broad Street, 13; Tel: (+1) 508 228 1894; Ver Horarios) en el que se cuentan la historia y las historias de la caza de ballenas durante el siglo buena parte de los siglos XVIII y XIX. Una delicia; de lo mejor que hemos visto y punto de partida de un impresionante tour por los lugares históricos de la isla como el Old Mill (Dirección: Prospect Street, 50), el molino de viento más antiguo de Estados Unidos. La pesca de ballenas cesó con la aplicación del petróleo a la iluminación. Pero las ballenas siguen ahí: y desde aquí parten numerosos barcos que van a su encuentro para que podamos admirarlas (la época de avistamiento se extiende de principios de la Primavera hasta finales del Verano).

Y prestando atención a esas historias y a las lápidas de los cementerios empiezan a aparecer apellidos como Starbuck o Coffin. Los mismos hombres que murieron de verdad en la mar y que inspiraron a los que se fueron a pique con el Pequod condenados desde la primera página escrita por Melville. Entonces, uno es capaz de eliminar de la visión los campos de golf y las mansiones y ver cómo era este lugar cuándo los que lo habitaban eran mujeres duras y hombres duros. Como los capitanes de la ciudad de Edgartown, en la vecina isla de Martha’s Vineyard, que construyeron a mediados del XIX la Old Whaling Church (Dirección: Main Street, 89), que aún conserva sus antiguas luminarias de aceite de ballena y fue testigo del auge y colapso de una época que dio paso al turismo de alto nivel adquisitivo de nuestros días. Un camino que en Martha´s Vineyard está más presente que en otros lugares del ‘Cabo’. Pero los restos de ese pasado ballenero afloran a retazos en lugares como la Old Whaling Church (muy bueno el Museo local también) o el puerto de Edgartown, que fue escenario de la película Tiburón y varias de sus secuelas. Desde aquí partió el mismísimo Melville a bordo del The Acushnet, un ballenero en el qué pasó 18 meses y en el qué, tal vez, oyera la historia del Essex desencadenando el germen de una de las cimas de la literatura mundial.

Etiquetas
stats