Ruta por París: clásicos que hay que ver y novedades que se deben conocer

El monumento más icónico de París, la Torre Eiffel.

Elisabeth G. Iborra

Por muy espectaculares que sean, los famosos Campos Elíseos no dejan de formar parte de una avenida comercial con tiendas y restaurantes turísticos donde seguramente pagarás más de la cuenta.

París tiene zonas mucho más encantadoras y auténticas, también afectadas por hordas de turistas, porque, qué le vamos a hacer, a todos nos gusta lo bello, pero menos adulteradas. Basta pasear por sus calles para descubrir las múltiples facetas de sus barrios más conocidos: La intemporal, en el Barrio Latino, con un ambiente impagable gracias a sus restaurantes y las creperías que lo aromatizan; la faceta popular, en Montmartre, y la artística, en Saint-Germain-des-Prés y el Odeón, donde el ambiente más bohemio emerge en cada rincón y en todos sus cafés.

Hay que buscar el París chic en Porte Maillot, donde se concentran los hoteles alrededor del Palacio de Congresos; o el señorial Marais, con sus mansiones privadas, la plaza Vosges, el curioso Museo Picasso y recónditos pasajes como el de Saint-André-des-Arts, donde se esconden el cine y la pastelería Le Jacobine, de lo más elegante. Una sorpresa en cada esquina. Pero vayamos por partes.

Punto de partida: lo más típico

Si partimos del Jardín de Luxemburgo, después de almorzar en el Café des Delices, se puede caminar hasta las catacumbas, muy desconocidas a pesar de su impresionante valor histórico. A diferencia de las sepulturas italianas, este osario no data de la época romana, sino que tiene su origen en el siglo XVIII.

Después de la incursión subterránea bien fresquita, merece la pena darse una vuelta por las Arènes de Lutèce, por el museo de Cluny, y caminar por las calles Mouffetard, Montagne Sainte-Geneviève y Ecoles, para alzar la vista hacia la monumental Universidad de la Sorbona en todo su esplendor.

Pasando la Isla de la Cité, con sus antiguos comercios especializados, hay que entrar en la Sainte Chapelle y, seguidamente, en Notre Dame. Esa catedral gótica Patrimonio de la Humanidad te va a noquear por sus vidrieras y por su situación perfecta para hacer fotos, rodeada por las aguas del Sena, que desde hace años cuenta con una playa de arena. Como además de broncearse hace falta hidratarse, a ambas orillas del río han aflorado cantidad de bares donde mojarse los pies. Así como tiendas, restaurantes, galerías de arte contemporáneo, etc. desde el Quartier de la Gare hasta Bercy.

Y atención a las denominadas nouvelles Berges de Seine, 2,3 km de paseo y actividades a lo largo del cauce del Sena, desde el museo de Orsay hasta el Pont de l’Alma.

Las últimas tendencias

Por supuesto, la movida cultural de París es infinita, pero el Marais es su meca: No por ser más “viejo”, como revelan sus mansiones, sus puertas de cocheras y sus callecitas de adoquines, el Marais es menos moderno. De hecho, el North Marais, conocido como NoMa, desde la rue Vieille-du-Temple y la rue des Francs-Bourgeois hasta la Place de la République, es lo más vanguardista pero sin dejar de lado ese ambiente de pueblo de toda la vida.

Aquí se combinan las galerías de arte contemporáneo de siempre con otras emergentes o el Musée de la chasse et de la nature, bastante insólito por culpa de sus animales disecados. Por lógica, donde hay cultura, hay modernillos luciéndose en sus terrazas y coctelerías y dándole a la tarjeta de crédito en sus boutiques de diseño desde el Marais hasta el canal Saint-Martin.

Otros dos barrios muy culturales que todavía recuerdan al París más auténtico son Montparnasse, con sus brasseries y su museo Bourdelle, que refleja la atmósfera de los artistas que dieron fama a la ciudad; y Montmartre, atestado de pintores y caricaturistas, y coronado por el Sagrado Corazón y desde donde las vistas son sólo comparables a las de la Torre Eiffel, que, sí, has de subir. Si te puedes permitir un capricho en su restaurante más chic, el 58 Tour Eiffel, pues mejor que mejor. Más allá de la turística plaza Tertre, las calles están repletas de bares, boutiques y restaurantes, como el Café des Deux Moulins, de los preferidos de Amélie, o Le Refuge des Fondus, donde sirven unas exquisitas fondues.

De fiesta por Pigalle

Al pie de Montmartre, se ha renovado el barrio de Pigalle, pasando de ser el barrio rojo de los cabarets y clubs nocturnos al barrio canalla repleto de tiendas de diseñadores, bistrots como el de la terraza secreta del café del Musée de la vie romantique, coctelerías como Lulu White, Le Glass o Dirty Dick, y clubbing de calidad en los originalísimos Le Carmen o Chez Moune. En esa área, entre las estaciones de metro Blanche y Anvers, Notre-Dame-de-Lorette y Trinité-d’Estienne-d’Orves, abundan concept-stores del estilo de Sept Cinq, 100% moda parisien.

A la rica gastronomía francesa

Dado que a los parisinos le gusta lo vintage, en la rue des Martyrs se suceden cantidad de tiendecitas de artesanos y productores, panaderos, queseros, ultramarinos… Allí mismo Le Food Trip oferta su Passeport Dégustation de productos locales.  Otro lugar curioso es Chez Bouboule, un restaurante-bar de petanca. Otras zonas para salir de copas  se concentran en torno al perímetro de République, Bastille, Oberkampf y Père Lachaise.

Y para comer a precios menos turísticos, qué más acertado que acercarse a uno de los barrios que están en plena renovación, el de Clichy-Batignolles, entre la plaza de Clichy y el burgués distrito XVII, del lado del parc Monceau, con sus espacios amplios verdes y su mercado ecológico en el boulevard des Batignolles. Si bien, para comer sentado, en la rue des Dames se suceden los lugares con encanto como Le Bistrot des Dames o Lucien La Chance.  

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