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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Azores, el archipiélago verde surgido de los volcanes

Vista aérea de las Azores.

Elisabeth G. Iborra

Azores, en general, es ideal para ir a hacer senderismo y deportes de aventura, para explorar cada isla descubriendo desde sus museos hasta sus piscinas de mar enmarcadas en piedra y arena volcánica, que es precisamente lo que hace tan especiales a sus quesos (desde el blanco bien gustoso hasta el picante aún cuajado al modo tradicional) y sus vinos autóctonos.

Sus nueve islas son un desconocido y virginal paraíso natural reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aunque en este artículo te hablaremos de qué cuatro no deberías perderte y por qué:

Terceira

Terceira

La tercera en ser descubierta, a pesar de ser la más grande, está habitada alrededor de la costa, mientras que por el interior pastan unas 65.000 vacas, que hay más que habitantes y son principal fuente de riqueza isleña. No en vano, han de exportar la leche excedente y eso que aprovechan como recursos desde los vientos hasta el vapor de las fumarolas de las tres calderas siguientes:

  • La caldera de los 5 picos que se formaron en la última erupción del volcán, en la Sierra do Cume.
  • El Algar do Carvâo, una gruta llena de humedad, con su musgo, sus estalactitas y estalagmitas, que no deja de ser la boca del cráter.
  • La tercera caldera es la de la Sierra de Santa Bárbara, reserva forestal protegida cercana a la de Serreta, con su amplia variedad de fauna y flora.

Aunque para avistar pájaros, te recomendamos los dos islotes de Ilhéus das Cabras, que emergieron de un cráter submarino y puedes visitar en barco e incluso ver ballenas y delfines. Tras bañarse en las piscinas silueteadas por la lava en Ponta da Forcada, Ponta dos Biscoitos, Ponta das Cinco Ribeiras o Negrito, el puerto de pescadores Sâo Mateus da Calheta es un buen lugar para comer pescado recién salido del Atlántic. Y, de ahí, vamos a ver Angra do Heroísmo, ejemplo mundial de creación de una metrópoli ligada a la función marítima e interesante por sus fiestas populares, religiosas o paganas, como la festividad del Espíritu Santo, con sus especialidades gastronómicas tipo cocido bien cargadito o alcatra, un guiso de carne con tocino y mantequilla que se unta con pan dulce.

El vino de la tierra volcánica, por ejemplo de los viñedos de Biscoitos, tiene un color cobre más propio de un Oporto de añada, pero no es dulce, y para ser de mesa, sorprende muy gratamente.

San Miguel

San Miguel

Las múltiples erupciones de los 6 volcanes que formaron esta isla en distintos periodos han dejado tipos de roca muy diferentes por su aspecto y su textura, de ahí la arquitectura antisísmica de sus edificios. Entre ellos, el Hotel do Colegio es una maravilla con un historia preciosa y unos menús gastronómicos deliciosos, ideales para coger fuerzas antes de salir a recorrer la parte central de la isla de sur a norte, desde Ponta Delgada, la capital, hasta Lagoa, subiendo hasta el pico de Barrosa para observar la Lagoa do Fogo, y bajando de nuevo por Caldeiras, que, con 290.000 años, es el complejo más activo.

También hay buses, barcos y un tren turístico que te trasladan hasta Sâo Roque, Milicias y Pópulo. Caminando por la costa se alcanza Lagoa, famosa por la Ponta dos Carneiros y la Ponta do Lagoa, con su piscina semiartificial y la imponente arocaria traída de Nueva Zelanda. De ahí subes al mirador de Barrosa a atisbar el complejo volcánico de 7 Ciudades y la Laguna do Fogo en el fondo del cráter. Las cascadas y los helechos de Caldeira Velha, con sus fumarolas, son visita obligada, así como Ribeira Grande.

Una vez pasas el Pico de Ferro, son fundamentales las calderas del pueblo de Furnas, sito en pleno cráter del volcán, cuyas formaciones datan de 800.000 años atrás y mide 9km de perímetro. Es tan amplio que le cabe el parque de Terra Nostra, con más de 8.000 árboles.

El complejo volcánico de Poblaçao se encuentra en el cráter rodeado de 7 colinas desde hace 3 millones de años cuya lava resbaló hasta las playas de Pelames y Des Naus. En Vilafranca do Campo se puede incluso surfear y merece la pena por las cercanas playas grande y pequeña de Agua de alto.

La zona Nordeste, florida y limpia, surgió de una erupción hace 4 millones de años cuyos efectos se captan todavía en las profundas riberas, y no te puedes perder el Estalagem dos Clérigos y el puente de los Siete Arcos, los árboles de Tronqueira, o los pueblitos de Lomba do Fazenda, Sao Pedro, Sao Antonio, Algarvia, Sastana, Achada y Riveira dos Calderoes, un tranquilo parque natural con molinos de agua habitables para turistas.

Isla de Pico

Pese a que actualmente Azores tiene un agradable clima subtropical a lo largo de todo el año que mantiene frondosos los cráteres, así como sus plantaciones de banana, café, piñas y flores, las leyendas pintaban el archipiélago como una zona tenebrosa a la que daba miedito acercarse incluso a los piratas, a causa de las fumarolas, la neblina y las tempestades oceánicas. Aún hoy esa neblina impide ver el pico que da nombre a la isla de Pico y es casi un milagro poder hacerle una foto pese a su 2.351m de altitud. A esta isla se pasa en un ferry, para ver piscinas naturales como Cais do Mourato, Arcos, Ponta Negra o Furnas… Y poblados tal que Cachorro, Lajido, Arcos, Santana y Cabrito de la zona de Santa Luzia, reconocida por la UNESCO por el tipo de construcción de las casas de veraneo de los aldeanos y de las bodegas.

Entre ellas, la Adega A Burraca revive la historia de la población ancestral de Pico, sobre todo del famoso vino Verdelho, aunque también te dan a catar aguardientes y licores varios. En Cais do Pico es un must el Museo de las ballenas, antigua fábrica de aceite y harina que se obtenía de los cachalotes según las descargaban de sus barcas los pescadores. En este y en el Centro de Artes e Ciencias do Mar, en Lajes do Pico, aprenderás todo lo inimaginable sobre el ballenato y de ahí, a la escuela de artesanado de Santo Amaro, antes de ir a contemplar la belleza de la Ponta do Arrife y de Lagoa das Lajes.

Isla de Faial

En la isla de Faial hay que visitar la ciudad de Horta y tomarse algo en el mítico Peter Sport, que desde 1918 es el punto de encuentro de sus 173km2 de superficie y colinda con el museo del scrimshaw, más de 2.000 piezas talladas en dientes de ballena con varias técnicas tradicionales. Más fascinante es casi la exposición de midollo do fico, cuyo maestro, Euclides Rosa, convirtió el interior de las ramitas de las higueras en finas láminas para replicar barcos, edificios, costumbres y escenas populares isleñas… Tras contemplar las vistas en el Monte da Guia, en coche o en bicicleta puedes ir a Punta de Espamalaca, la Praia do Almoxarife y el faro de Ponta da Riberinha y Praia do Forte, desde donde llegas a Faja, cuya sinuosidad está moldeada por la lava al escurrir desde la Caldeira y extenderse hacia la Zona do Misterio. Ese misterio y otros de la geología están más que resueltos en el Museo del Vulcâo dos Capelinhos.

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