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Ahora Madrid: Objeto Volador No Identificado

Manuela Carmena, con integrantes de la lista de Ahora Madrid. / Efe

Guillermo Zapata

Guionista, escritor y concejal electo de Ahora Madrid —

“No me invitó/ pero yo fui/  

tras la esquina espero el momento/  

de que no me miren y meterme dentro“

(Mecano: La fiesta)

El año es 2011. Un enorme despacho en el que se reúnen los CEOs de Twitter. Ejecutivos de Twitter intentan pensar Twitter. Tienen un cierto bloqueo porque no saben para qué sirve Twitter aún. Nació con la idea de que la gente contara lo mismo que en su blog pero más rápido y más corto y con un componente de socialidad mayor. Sin embargo, se está usando para cosas rarísimas como derribar gobiernos en Túnez o lanzar escraches virtuales a políticos o acosar a famosos. Twitter es, tomando la feliz expresión de Margarita Padilla, un dispositivo inacabado. Algo que sólo funciona cuando mantiene la apertura suficiente para ser utilizado, reapropiado y resignificado por una comunidad de gente.

El año es 2015. Ahora Madrid es un OVNI, un objeto volador no identificado. Sabemos que vuela, y que lo hace más alto de lo que cabría esperar hace apenas unas semanas. Sabemos que no hay manera de identificarlo. El poder funciona por definición, acotando así lo posible. Las definiciones sobre Ahora Madrid son: es una plataforma creada por los movimientos sociales, es Manuela Carmena, es una unión de las fuerzas de izquierdas, es Podemos, es una herramienta de la ciudadanía, es una amenaza a la estabilidad política, es el partido de los indignados. La propia figura de Manuela Carmena no permite una definición clara: ¿es una revolucionaria, es una sensatísima gestora, es una mujer afín al PSOE en una fuerza política que no es la suya, es un puente entre dos mundos, es otra forma de hacer política, es la mujer elegida por Pablo Iglesias, es el desafío a la política que representa Pablo Iglesias?

Objeto no identificado, anomalía: algo que es y no es. Un dispositivo inacabado que sólo se explica cuando es utilizado, reapropiado y resignificado. 

Ha pasado demasiado poco tiempo para saber lo que es Ahora Madrid y lo que supondrá el gobierno de Manuela Carmena en la ciudad, pero decir que aún no sabemos algo no quiere decir que lo ignoremos todo.

Por lo pronto, Ahora Madrid y Manuela Carmena son una herramienta que ha sido percibida por una mayoría social como victoriosa. En el juego electoral (juego en el que servidor, en toda su vida, había pensado tirando a nada) lo único que sirve es lo que se percibe como útil. Es, quizás, el momento de mayor pragmática política. Si Ahora Madrid ha sido capaz de conseguir medio millón de votos en Madrid es porque en un momento concreto muchos cientos de miles de personas pensaron que, efectivamente, se podía ganar a Esperanza Aguirre y al PP de Madrid.

Reunión del comité de campaña. Identificación de enemigos. Enemigo número 1: la inercia. Enemigo número 2: la forma en la que la izquierda ha pensado a Esperanza Aguirre. Esperanza Aguirre es tan mala, tan tan tan tan tan tan pero tan mala, que su poder es absoluto y cuando el poder es absoluto es indestructible. Nadie le ha hecho tantos favores a Esperanza Aguirre como las campañas contra ella del PSOE e IU, que la han convertido en una Margaret Thatcher, una dama de hierro inmortal e indestructible.

Durante la campaña electoral, el crítico de cine Noel Ceballos explicó el debate entre Manuela Carmena y Esperanza Aguirre con una analogía perfecta usando a Harry Potter. En las novelas y películas de Harry Potter, todo el mundo teme tanto a Voldemort que no le nombran (se le llama “aquel que no debe ser nombrado”). Sólo Dumbledore y luego Harry Potter le llaman por su nombre de pila mortal: Tom. Cuando Manuela Carmena en el debate electoral le dijo a Esperanza Aguirre si podía tutearla, estaba llamando Tom a Voldemort. Le estaba quitando, en fin, su poder simbólico.

Arrebatar el poder simbólico de Esperanza Aguirre no es suficiente para dibujar lo posible, había habido elementos anteriores: la encuesta del CIS en la que Ahora Madrid aparecía empatada técnicamente con el Partido Popular del 15 de mayo era una certeza contable, plausible, de que era posible ganar. Las encuestas no definieron la realidad, la prefiguraron.

Pero todo ello no habría sido suficiente si esa posibilidad no se hubiera hecho carne. Ese “hacerse carne” no le pertenece ni a Manuela Carmena, ni a Ahora Madrid, sino a la sociedad madrileña que decidió que era posible apropiarse de esa herramienta y hacerla suya para que eso que intuían fuera realmente posible. 

Ahora el tiempo de la campaña ha terminado. Empieza otro tiempo. Este nuevo tiempo está marcado de nuevo por lo que es o no es posible. 

Seguimos en 2015. El mes es mayo. El OVNI, por una sucesión de intuiciones, inteligencias y mezclas extrañas, por un ejercicio de alquimia, ha conseguido colarse en el Ayuntamiento y tiene la posibilidad real de gobernar la ciudad. El OVNI es, entonces, una máquina de ilusionar y asustar. Porque todo lo que produce ilusión, produce también angustia.

Al día siguiente de las elecciones el poder empezó a funcionar como poder. El trabajo del poder es asignar lo posible, lo razonable, lo tolerable. El trabajo del poder es reducir esa anomalía, ese OVNI, a algo que sea funcional al poder. Poder, en este caso, es una amalgama de intereses contradictorios, miedos, privilegios e inercias institucionales, sociales, mediáticas y políticas. Digo poder porque opongo a la noción de poder la de democracia. Democratizar Madrid es distribuir el poder de los pocos entre los muchos. Lo dijo Manuela durante la campaña: ser alcaldes y alcaldesas todas las personas que vivimos en Madrid (hayan votado lo que hayan votado).

Quien se ha preocupado de definir Ahora Madrid o a la propia Manuela Carmena está funcionando a favor de esas inercias de poder, dándole un lugar a Ahora Madrid en el estado de las cosas. No es útil, por más que pueda ser certero. No nos sirve saber todo lo que a priori es Ahora Madrid porque ninguno de esos a priori por si solo habría conseguido ésto (tampoco la propia Manuela Carmena en soledad habría sido capaz).

No son sólo las formas de liderazgo ni son sólo las formas organizativas ni es sólo la forma en la que la sociedad se apropia de las herramientas: es todo ello. Es la mezcla y la cooperación entre las distintas capas que componen el instrumento Ahora Madrid. Una sociedad siempre es compleja y reducir esa complejidad a la unidad es matarla. 

La pregunta es, ¿qué toca ahora? ¿Cómo hacemos lo que nos toca hacer sabiendo que no sabemos exactamente cuáles son las palancas que toca tocar? Me atrevo a dibujar algunos principios que, hasta ahora, han servido:

1.- El afuera de las institución siempre es más rápido, más imaginativo y más alegre que el adentro de la institución.

2.- No hay protagonismo ciudadano sin participación, no hay participación sin normas y estructuras pensadas de antemano (pensemos en los cientos de dispositivos de participación municipal que nadie usa porque están diseñados para no ser usados).

3.- No hay transformación social si no garantizamos una gestión eficiente de la ciudad en todo lo que tiene que ver con el cotidiano. Una institución que funciona de manera eficiente debería ser invisible. Si la institución no está funcionando para garantizar los elementos cotidianos de la vida de la ciudad, es difícil que la ciudadanía quiera poner tiempo y esfuerzo en transformarla.

4.- La inercia institucional tiene tendencia al cierre, la fragmentación, la especialización, el aislamiento y el ensimismamiento. Un proyecto democrático de Ayuntamiento pasa por repensar en clave transformadora las propias instituciones municipales y nuestra forma de estar en ellas. No sólo desde el interior hacia ese afuera, sino en el interior de la propia institución.

5.- Sin la sociedad acompañando el proceso político no hay proceso político posible.

El tiempo de la campaña electoral es el tiempo del hablar, del prometer. Ha llegado el tiempo del hacer. Tomar y hacer desde los barrios, las redes y las instituciones, con estrategias comunes y también contradictorias entre sí, asumiendo la complejidad de la ciudad en la que vivimos y defendiendo la alegría de saber que lo posible está más abierto que nunca.  

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