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Albert Rivera juega de nuevo a las siete y media

Juan Marín junto a Albert Rivera, en Sevilla, en una imagen de archivo.

Javier Pérez Royo

La celebración de las elecciones andaluzas en el otoño de 2018 se ha venido dando por supuesto desde hace un buen número de meses. En dicha celebración ligeramente anticipada, pero anticipada, se habían justificado la convocatoria de primarias en varios partidos, a fin de no ser cogidos por sorpresa por una disolución del Parlamento por la Presidenta Susana Díaz. Se sabía que el día 1 de septiembre como fecha de la disolución y el 28 de octubre como fecha de la celebración de las elecciones, coincidiendo con el día de la primera victoria electoral de Felipe González, se había estado barajando  durante bastante tiempo en el interior de la dirección de los socialistas andaluces. 

Con buen instinto, la presidenta Susana Díaz se había negado a hacer realidad dichos vaticinios. A pesar de que las presiones internas en esa dirección habían sido claras. Porque era consciente de que no podía disolver anticipadamente el Parlamento y convocar elecciones mientras pudiera existir la más mínima sospecha sobre el ejercicio “ventajista” de la prerrogativa presidencial. Pocas cosas molestan más al electorado que el uso partidista de las instituciones en general, pero todavía más en el proceso electoral. Y Susana Díaz no disponía de ninguna razón objetiva para disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas. De ahí su reiteración en las últimas semanas de que la prédica del adelanto electoral era asunto de los partidos de la oposición y no del partido de gobierno. 

El ultimátum de Ciudadanos anunciado por Juan Marín, al que el Comité Ejecutivo convocado en Málaga para este próximo sábado dará forma, le ha proporcionado a la Presidenta Díaz la justificación que precisaba. Con la escenificación que ha hecho Ciudadanos de su ruptura con el PSOE, no puede caber ninguna sospecha de que ha sido Albert Rivera y no Susana Díaz quien ha decidido la anticipación electoral. Le ha suministrado, incluso, el argumento de que son “las urgencias” de Ciudadanos en su enfrentamiento con el PP lo que fuerza el adelanto electoral. No es el cálculo partidista del PSOE, sino el cálculo partidista de Ciudadanos en su enfrentamiento con el PP, el que llevará a los ciudadanos Andaluces a las urnas antes de fin del año. 

El tiempo dirá quien ha acertado, si la presidenta Susana Díaz resistiéndose a disolver y convocar anticipadamente o Albert Rivera exigiendo dicha convocatoria anticipada. Mi impresión es que al PSOE le ha tocado la lotería. Por un doble motivo: en primer lugar, porque va a poder poner en práctica la estrategia electoral que más le convenía, la que llevaba preparando desde principio de año, sin haber tenido que tomar la decisión que podía arrojar alguna sospecha sobre un uso partidista de la prerrogativa de la disolución.  En este momento la convocatoria anticipada no tiene ningún coste para los socialistas. Y en segundo, porque va a poder enviar, con credibilidad, a los ciudadanos el mensaje de que es la división y el enfrentamiento a cara de perro de las derechas españolas la que fuerza la convocatoria. 

De manera subliminal, o incluso más que subliminal, la presidenta le va a transmitir a los electores que son intereses ajenos a Andalucía, intereses de Ciudadanos y PP, más como partidos españoles que como partidos andaluces, los que se han puesto por delante. No es, en consecuencia llegar  al Gobierno de la Junta de Andalucía lo que preocupa a Ciudadanos y PP, sino cuál de los dos partidos va a acabar delante del otro. 

Con este adelanto electoral tanto Ciudadanos como el PP dan por perdidas las elecciones andaluzas. Compiten básicamente para ver quien queda en mejor posición para disputar las próximas elecciones generales. Sin mover un dedo la Presidenta de la Junta de Andalucía se ha sacudido la presión de que todas las críticas se centraran en ella. Los candidatos de Ciudadanos y del PP van a estar más dedicados a enfrentarse entre ellos que a hacerlo con los del PSOE. Esto es lo que está en el aire antes de que se haya aprobado el decreto de disolución del Parlamento. 

Albert Rivera me parece que ha vuelto a jugar imprudentemente  a las siete y media, como hizo con la moción de censura a Mariano Rajoy que encabezó Pedro Sánchez. Me parece que el resultado de su juego va a ser similar.

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