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Apuntes “maquiavélicos” para un PSOE en transición

La cúpula de Pedro Sánchez canta La Internacional en el congreso del PSOE

Pau Marí-Klose

El 39º Congreso del PSOE no será recordado como un Congreso más.  En él, el PSOE ha acometido una renovación drástica de programa ideológico y su equipo, y ha replanteado su rumbo estratégico en cuestiones claves como el reconocimiento de la plurinacionalidad y la política de alianzas. Se trata de un reconocimiento tardío pero necesario de que España cambió de manera inusitada durante los últimos años, y el partido debía adaptarse.

Una percepción muy generalizada de los asistentes al Congreso (al menos de aquellos con los que tuve ocasión de hablar) es que el nuevo PSOE de Sánchez se había ganado de nuevo el derecho a ser escuchado. Este derecho se había perdido entre sectores importantes del electorado progresista en los últimos años como resultado del papel del partido socialista en la gestión de la crisis, la desatención a demandas ciudadanas o su división interna. Aupando a Pedro Sánchez a la Secretaría General sin grandes sobresaltos tras su victoria clara en las primarias, el PSOE demostraba que estaba menos fracturado que lo que pronosticaron muchos agoreros durante los meses de campaña. Todo sugiere que Pedro Sánchez va a disfrutar de una dulce luna de miel, que puede ser luna de hiel para alguno de sus rivales más recalcitrantes, cuyo futuro político al frente de baronías y otros cargos orgánicos puede peligrar si los sanchistas acometen una ofensiva en las federaciones autonómicas díscolas para situar sus peones al frente de la organización.

Es una tentación que puede resultar irresistible, pero entraña peligros. En las primarias celebradas recientemente, Sánchez ha ganado casi por doquier, pero su victoria en diferentes CCAA y provincias no garantiza que candidaturas pro-sanchistas estén en condiciones de desbancar fácilmente a los líderes orgánicos regionales y provinciales, especialmente cuando estos detentan el control de los resortes de la administración pública y mantienen una capacidad importante de distribuir bienes selectivos entre sus partidarios. El liderazgo de Pedro Sánchez puede salir debilitado si sus candidatos empiezan a perder batallas o el partido se desangra en luchas intestinas por cargos intermedios. Por otro lado, es probable que las autonomías gobernadas por el PSOE en minoría puedan tambalearse ante las sacudidas que representa una lucha interna a cara de perro entre partidarios de los presidentes autonómicos y sus rivales sanchistas.

Antes de embarcarse en esta confrontación, Sánchez haría bien en leer Del Arte de la Guerra, un tratado militar escrito por Nicolás Maquiavelo en 1520 y dedicado a Lorenzo de Filippo Stroz. Son muchas las enseñanzas del consejero florentino que aplican a este momento crucial, comenzando por una de sus más conocidas exhortaciones: “El que persigue desordenadamente al enemigo después de derrotarlo, no busca sino pasar de ganador a perdedor”.

En la conformación de la Ejecutiva y otros órganos, el equipo de Sánchez ha perdido una buena oportunidad de sacar partido a oportunidades de cooptación. Siguiendo al sociólogo de las organizaciones Philip Selznick, la cooptación es el mecanismo por el cual se persigue absorber nuevos elementos en la cúpula directiva o estructura dirigente de una organización como medio para evitar las amenazas a su estabilidad. Aunque todavía está a tiempo de maniobrar con más sutileza en otros espacios donde dispone de poder discrecional de nombramiento (por ejemplo la asignación de responsabilidades en las comisiones del Congreso), en la confección de la Ejecutiva Sánchez parece haber renunciado a esta forma de inclusión selectiva como mecanismo de construcción de una nueva legitimidad que contribuya a debilitar a su oposición (la integración de Patxi López es una excepción que se antoja claramente insuficiente). Permitan que de Maquiavelo extraiga:  “Los hombres, cuando reciben el bien de quien esperaban iba a causarles mal, se sienten más obligados con quien ha resultado ser su benefactor”.

Probablemente hubiera bastado a Sánchez un puñado de nombramientos cuidadosamente escogidos para desactivar muchos frentes y ganar legitimidad entre los partidarios de diversas familias políticas del socialismo que se integraron en la candidatura de Susana Díaz, pero ahora podían estar dispuestos a colaborar con Sánchez. Citando de nuevo al gran consejero florentino: “Si algunos enemigos se pasan a las filas propias, resultarán muy útiles si son fieles, porque las filas adversarias se debilitan más con la pérdida de los desertores que con la de los muertos, aunque la palabra desertor resulte poco tranquilizadora para los nuevos amigos y odiosa para los antiguos”.

Sánchez también ha perdido una oportunidad de hacer realidad palabras pronunciadas en el discurso de clausura. En él dijo que la composición de su Ejecutiva respetaba diversas formas de paridad. Enseguida ha sido criticado por no establecer  escrupulosamente la paridad de género, aunque probablemente se trate de una crítica un tanto forzada dado el protagonismo adquirido por muchas mujeres en la estructura dirigente del nuevo PSOE, al frente de la Presidencia (Cristina Narbona), la portavocía del Congreso (Margarita Robles), la Vicesecretaría (Adriana Lastra) o áreas políticas de mucho peso de la Ejecutiva, como Cohesión Social e Integración (Nuria Parlón). Sin embargo, un tipo de paridad que mencionó en el discurso (quizás por vez primera), pero está muy lejos de haberse conseguido, es la paridad intergeneracional.

El PSOE tiene una militancia de edad bastante avanzada, y una dificultad importante para acercarse al votante más joven. En este sentido, los nombramientos realizados parecen insuficientes. Pedro Sánchez se ha rodeado de una Ejecutiva con muchas caras veteranas, un contingente mayoritario de figuras de edad intermedia y apenas tres personas con edades inferiores a 40 años (edad en la que se ubica aproximadamente el votante mediano): Adriana Lastra (38), Francisco Lobo (36) y Pedro Casares (33). Es decir, en un grupo de 49 personas solo hay (estrictamente) dos millennials (nacidos después de 1980), en secretarías ejecutivas de escaso peso político.

En un contexto en que la edad se ha convertido en un eje político de primer orden (quizás el más importante), la desatención a los jóvenes es incomprensible. Existen distintos estudios que acreditan que ciudadanos con determinados perfiles sociodemográficos incrementan su interés por la política cuando hay políticos que comparten esos rasgos, y otros estudios que muestran que los miembros de estos grupos que participan en órganos de representación suelen ser más receptivos a sus demandas y las promueven con mayor determinación.

En España parece probable que el éxito de Podemos entre la juventud se cimenta, en parte, en el perfil edatario de sus candidatos. Obviar este aspecto a través de nuevo de la renuncia a una inclusión selectiva es un error para un PSOE que se ha propuesto explícitamente recuperar la confianza de los jóvenes, y al que se le piden hechos y no solo palabras.

Son errores que, a mi juicio, no empañan lo que ha sido un relanzamiento de las opciones del PSOE gracias a lo que han sido indudables aciertos estratégicos de Sánchez y su equipo. Las primeras encuestas realizadas tras las primarias parecen darles la razón. Tómense estos apuntes, pues, como una invitación amistosa a no relajarse.

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