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Arrimadas y la perniciosa estrategia de la crispación

Arrimadas y Aguado en el Orgullo, con lemas y pancartas. EFE

Rosa María Artal

Madrid acaba de asistir al lanzamiento de Inés Arrimadas como estrella de la crispación. Una tarea que se desarrolló, como tal, con éxito en Catalunya hasta quedar abrasada por los excesos de su actuación. Lo sucedido en el desfile del Orgullo LGTBI es un hecho de extrema gravedad, en efecto, pero por todo lo contrario a lo que ha sido destacado. Se demostró que Ciudadanos es capaz de usar precisas técnicas de manipulación, combinadas con un temible espíritu autoritario y el altavoz de unos medios que parecen “empotrados” en sus tropas políticas.

El presidente del partido, Albert Rivera, ha redondeado la faena este martes, anunciando que denunciará ante la Fiscalía los hechos. El colectivo LGTBI es insultado una vez más, como tantas veces en su historia, esta vez por el odio de un partido que dice ser democrático.

Es sonrojante la versión de los hechos. Ciudadanos se negó a firmar el decálogo de los organizadores que instaba a los partidos a no valerse de los votos de extrema derecha para gobernar. Aguado, líder en Madrid, argumentó que por ser un “manifiesto político”.  Los organizadores no les impidieron ir pero no vieron con buenos ojos que acudieran con pancarta de partido en ese contexto.

A partir de ahí todo fue premeditado. Un informe policial  contradice la versión de Ciudadanos. No hubo agresiones. Y parece claro que Ciudadanos acudió a provocar, pidiendo protección policial o “coartada”, previamente. No atendió a las indicaciones de los agentes y solo se constató el lanzamiento de una botella vacía de plástico, según ese informe. Sí fueron abucheados. La policía destaca, como pueden ver en el enlace, que Ciudadanos “maniobró para catalizar la atención mediática y publicitaria”.

A la marcha acudieron más de 400.000 personas, en datos de la policía, y 1,6 millones según los organizadores, “para homenajear a las primeras generaciones de activistas” LGTBI. Pero informativamente la manifestación fue desplazada ante “el pollo” montado por Arrimadas. La dirigente naranja se permitió llamar fascistas a quienes les increparon. Girauta, matón al Ministro Grande-Marlaska. He de colocarlo así, porque este servidor público a quien pago el sueldo, me tiene bloqueada. Y no. Quien calentó las calles fue Ciudadanos, no Marlaska. Ciudadanos pacta con partidos ultaderechistas y homófobos como Vox. Está suscribiendo acuerdos que incluyen la derogación de leyes LGTBI, entre otras. “Es incompatible luchar por la libertad y la igualdad de derechos en las calles y asociarse a quienes enaltecen el odio y la discriminación en las instituciones”, argumentan los organizadores del desfile.

Arrimadas viene haciendo desde entonces un tour de promoción en los medios incansable. ABC le ha dedicado dos portadas consecutivas a esta pobre mártir. Telecinco titulando “Nuevo acoso a Ciudadanos”, Antena 3 y hasta TVE en sus telediarios se han rendido a la miserable campaña del victimismo naranja. Porque lo es y lo sabemos gracias, precisamente, a la exclusiva de eldiario.es. Algo que no mencionan los medios, ni siquiera la televisión pública, desinformando una vez más al no aportar ese contexto imprescindible.

El informe de gestión de Ciudadanos es la gestión de su propaganda, de su siembra de odio. Ciudadanos se jacta de haber conseguido “titulares con fuerza” gracias a acudir a lugares donde provoca como Rentería o el pueblo de Josu Ternera, donde el partido naranja no se presentaba siquiera. O en la foto ultra de Colón. El mayor éxito se da en Rentería. Textualmente: “Apertura en gran parte de los informativos de TV protagonista del tema central en portadas (Abc y El Mundo) y fotos de portada (El País, La Vanguardia, La Razón). Se habla de 'acoso' y 'cerco' a los miembros del partido”. Dura obtención de ese despliegue… en unos medios que en buena parte parecen entregados a esa causa.

La triunfal gestión de Rivera se destaca también en su paso por El Hormiguero y el programa de Bertín Osborne. Y hasta por los tuits enviados en la muerte de Rubalcaba. Si todo esto no fuera patético, hay más.

Mucho más. Ciudadanos no difiere de la ultraderecha en sus técnicas de manipulación de masas. El Principio de la exageración y desfiguración que describía Joseph Goebbels, el padre de la propaganda nazi de Hitler podría encontrarse en Ciudadanos. Se trata de convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

Hay más Teoría Goebbels, en el mensaje corto, simple y repetitivo de Ciudadanos. En la concentración de los ataques en el enemigo único. Ahora le ha tocado al Ministro Marlaska. Matón, instigador, el que ha de dimitir como piden como una sola voz Albert Rivera, Arrimadas, Rafael Hernando del PP y el jefazo de Vox, Abascal.

Todos ellos dominan con maestría el Principio de la transposición de Goebbels: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Van más allá: atacando de entrada. Han vaciado la palabra fascismo. Para Arrimadas, Rivera, Girauta y unos cuantos políticos de esta formación -y de sus correligionarios del PP- todo es fascismo salvo cuando se miran al espejo. La misma táctica de los medios a su servicio o de aquello a lo que representen. Vaciar las palabras venía también en la impresionante versión del escritor George Orwell en “1984”, pocos años después.

No toleran la crítica democrática. A la mínima tiran de querella. Como ellos mismos dirían, usan el dinero de nuestros impuestos para empurar a sus contrincantes, para fabricar odio. Amenazan a Marlaska  y a periodistas críticos –bien escasos, por cierto-. Un senador naranja pide echar a Nieves Concostrina de sus colaboraciones en RTVE. Y llegan al colmo amenazando a personas que libremente ejercen la libertad de expresión que por supuesto incluye la protesta. Ahora, también a las LGTBI. Lo escribí ya. La libertad de expresión y el derecho de manifestación están recogido en la Constitución española, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en los tratados internacionales y en cualquier conciencia democrática. Es lícito protestar, pacíficamente, ante políticos con los que se discrepa o que han insultado a su vez.

Visto lo visto, esta gente quiere imponer la represión de las ideas, propia de los regímenes autoritarios. ¿Qué harían en el poder? Súmenles a sus socios Vox y un PP tan escorado a la derecha. Recordemos que fuera de la imagen de diseño de sus líderes, de sus tupés y afeites, Ciudadanos nunca condenó el franquismo.

El colmo ha sido cuando este lunes, un senador de Ciudadanos se atrevió a comparar a Arrimadas con Rosa Parks, en la misma línea que ha seguido ella con su ABC de portada hablando de armarios. No cabe mayor indignidad y mentira que apropiarse de una figura mítica de la lucha por los Derechos Civiles como Rosa Parks. Tratar de envilecerla en la banalización. Arrimadas sería, en la equivalencia, la conductora del autobús que la echaría de su asiento. Ciudadanos, partido del que es portavoz, pacta y gobierna con quienes quieren degradar derechos fundamentales.

Por supuesto que conocemos a Arrimadas en Madrid desde que pisó la arena política, su levedad intelectual y su ingente mala uva. Cómo practica las lecciones de su asesor cuando le dice que lo único importante es cómo suelte sus mensajes, no lo que diga. Pero también cuenta el contenido, y es enormemente dañino. El modelo funcionaría mejor con una mujer menos agria y chillona, sin ese exasperante punto de burla cuando consigue su objetivo. Desbordada por su personaje, solo verla desata los resortes de la crispación. Pero no es la única. Arrimadas es imagen de Ciudadanos, es Ciudadanos al completo y a todos los efectos. Con Rivera a la cabeza.

Tenemos un problema. Serio. Manipular, crispar, confrontar, sin más debajo que obtener el poder a toda costa. Un tipo de poder no dirigido al bien común como se aprecia en el informe de sus éxitos.

Y añadan otro más: Pedro Sánchez quiere la colaboración de Ciudadanos. Y hasta del PP. Y planta cara a Unidas Podemos. La quinta reunión de Sánchez e Iglesias acaba en ruptura total. Nuevas elecciones en este escenario son algo imperdonable, suicida, tirar la sociedad por un barranco.

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