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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Banderas y trapos sucios

Ignacio González en una imagen de archivo

Jesús Cintora

Un histórico dirigente del PP me hacía previsiones electorales, calculando lo poco que importa que su partido retroceda en Cataluña por la gestión del “procés”, si a cambio les suma electores como rosquillas en el resto de España. La intervención de Rajoy en el conflicto catalán puede quitarle votos allí, pero ha puesto como motos a sus potenciales votantes de otras partes del país, que estarían encantadas hasta si hubiera más mano dura en Cataluña. Poco importa la escasa relevancia para el PP en unas elecciones catalanas, logrando un 9 o un 10% de papeletas, si en el resto del país están encantados con Mariano como garante de la unidad de la patria.

Hay otro valor añadido. La gente está a tope, motivada con el desafío en Cataluña, y los malos tragos de la corrupción quedan para las noticias breves del día o, directamente, desaparecen. Hace unos meses, el caso de Ignacio González hacía tambalearse los cimientos en el PP, la Fiscalía, los comisarios policiales, las empresas de comunicación... Hoy, sacar de la cárcel a “Nachete” puede desaparecer de las portadas de la mañana y no pasa nada.

Ignacio González también era de pulsera rojigualda y negocios sucios en el extranjero. Como Rato, Bárcenas, Granados, Urdangarin… Todos están en la calle y ninguno ha devuelto el dinero. No verán, en cambio, ninguna manifestación masiva en contra, porque parece que la corrupción se da por amortizada en el imaginario público mayoritario. Además, ha calado el “si pudieran, los otros también robarían, porque todos son iguales”. González reúne 400.000 euros en unas horas, como quien cuenta vasos y platos, y a correr.

Digo yo que algo nos habrá pasado en España, cuando un presidente del Gobierno es señalado por la policía como beneficiario del dinero de la corrupción, pero parece que nos inquieta menos que leer las crónicas del Marca. Es más, la declaración en el Congreso del agente antiblanqueo contra “M. Rajoy” tiene la misma repercusión en las portadas de la prensa generalista, que en la deportiva. Es decir, ninguna. Todo atado y bien atado.

¿Son conscientes de este latido social los que manejan el cotarro? Sí, lo son. Aznar puede decir que no conocía a los delincuentes de la Gürtel sin cortarse un pelo de los que le quedan en el bigote. Toda España ha visto que fueron invitados a la boda de su hija y hasta pagaron una parte. Pero hemos llegado a tal punto de desfachatez que Josemari puede afirmar que “difícilmente” ha tenido relación con ellos, que no se siente responsable, que no pide disculpas por el saqueo y que la justicia está actuando.

Con estos mimbres, no se extrañen si tenemos algún problemilla para dar ejemplo y convencer a los independentistas del proceso unilateral de que las leyes están para cumplirlas, que la justicia es igual para todos y que quien la hace la paga. Con este panorama, la podredumbre da también argumentos a los que dicen que se quieren ir. Digo yo que algo estaremos haciendo mal si somos tan decididos para sacar banderas y tan poco exigentes para meter a algunos en la cárcel y lavar los trapos sucios.

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