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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Bárcenas, Aznar y Grecia consiguen que hable Rajoy

José María Calleja

Convertido Bárcenas en oráculo y contraportavoz, en una misma frase, del pensamiento Mariano, gustándose Aznar en las preguntas retóricas con paradinha ante la grada atenta, y constatado que fue brillante la idea de viajar a Grecia para apoyar al perdedor Samaras, Rajoy ha decidido salir a hablar y a gesticular mucho con su mano derecha en la entrevista de Telecinco, en Fitur y en todo lo que se preste a partir de ahora.

Estaba hablando más Bárcenas del PP de Rajoy en una semana que Rajoy de sí mismo y del PP en todo lo que va de legislatura. La locuacidad del extesorero, que lo sabe todo del partido en el que está en excedencia, parece ser uno de los ingredientes que ha animado a Rajoy a empezar a hablar, a salir en los medios sin un espacio ad hoc, a concatenar comparecencias locuaces, a tratar de mostrar convicción en lo que dice y entusiasmo por lo que dice que hace. Conclusión: este lunes ante Piqueras sonreía, acababa incluso algunas frases, citaba a Bárcenas por su nombre y movía las manos y el cuerpo como un entrenador que arenga desde la banda a los suyos para conseguir la remontada.

Bárcenas, brillante, insolente, retador y acusador, con mucha munición en la santabárbara, sugerida y dosificada, se ha metido en una estrategia que es muy característica de los presos comunes que están en la cárcel: “Este marrón no me lo voy a comer yo solo”.

Los 19 meses de cárcel le han servido a Bárcenas para experimentar, con información de primera mano, cómo es la vida entre rejas –aunque se trate de una cárcel acolchada, en comparación con otras–, le han reafirmado en la corrección de sus delitos, en la certeza de que son colectivos y conocidos por quienes ahora le niegan; todo ello ha espoleado sus nulas ganas de volver otra vez a prisión solo, o en compañía de otra, su mujer.

Conclusión: he cumplido lo que dijo Rajoy y “Luis ha sido fuerte” –habla de sí mismo en tercera persona, como algunos políticos–. Segunda conclusión: Esperanza Aguirre, calificada como “presunta delincuente”, con tono de si lo sabré yo, por parte del trajeado extesorero informado. Tercera, pero no última: Rafael Hernando es un guisajo, pelota ahora, arrastrado “como una culebra”, después de haber conspirado contra Mariano. Por más señas: Hernando tiene la cabeza para separar las orejas, sugirió Bárcenas. Que vengan a por mí, que tengo para todos, parece decir y dice de hecho Bárcenas.

Trato exquisito a los medios por parte del extaleguero, convertido en máquina de hacer “totales” como los que nos gustan a los periodistas: frases contundentes, a la cabeza y fáciles de editar. Dispuesto a hablar al salir de casa para ir al juzgado, al salir del juzgado para ir a casa, al llegar a casa después de venir del juzgado… A Bárcenas le queda por decidir si va ahora a alguna de las múltiples teles que se lo han propuesto o deja esa bomba de racimo en barbecho, a la espera de ver cómo hacen la digestión en el PP tras sus primeras andanadas.

Aznar se vino muy arriba cuando salió a decir que el PP es él, como siguen pensando muchos militantes, y no este flojo de Mariano, al que en mala hora puse a dedo. Debe de maldecir aún más Aznar por los escándalos que hubiera ahorrado al PP de haber nombrado a Rato, ¿o no? Reclamó Aznar todo el balón, todo el juego, todo el mérito para él y todos los fallos, a los marianos. La pregunta de si el PP quiere ganar las elecciones puede ser otro argumento que haya llevado a Rajoy a ponerse hablar.

Y luego tenemos el acierto no solo táctico, también estratégico, de viajar a Grecia para apoyar al perdedor, como diciendo: si voy, gana Samaras. Después de la cumbre sin precedentes, tamaño Himalaya, que para la historia de la diplomacia española supuso la visita ¡de dos días! a Andorra, Rajoy decidió que él era capaz de impedir el posible triunfo del enemigo común y se fue a parar el golpe a Grecia.

Conclusión: ahora hay que ir a todo correr a decir que Grecia no es España, no vaya a cundir el contagio, cuando de haber ganado la Nueva Democracia de Samaras, aquí se hubieran establecido todos los paralelismos vinculantes.

Por lo que vemos y oímos, Rajoy quiere seguir en el bipartidismo, pero con otro contrincante, y por eso no para de nombrar a los primos de Tsipras en España como cocos, para animar a los suyos a votar y mandar al PSOE fuera del tapete. En eso coincide con los que han vinculado el triunfo de Syriza en Grecia con el pretendido de Podemos aquí, un nuevo bipartidismo; quítate tú para ponerme yo. No ha pasado un minuto del éxito de Tsipras y ya ha dejado claros sus hechos: pacto con la muy derecha, muy conservadora, muy nacionalista y muy antiinmigrantes de Griegos Independientes, ¡menudo nombre! ¿Pactarán aquí con Ciudadanos, a los que califican en esos mismos términos?

Ante el carrusel de elecciones que nos queda por delante –salvo en la jerarquía de la Iglesia, todo está por elegir–, no descartemos carreras desenfrenadas y gesticulantes de Rajoy por los medios, nuevas andanadas de Bárcenas para dejar claro que allí metieron la mano todos y tronantes admoniciones de Aznar si sigue comprobando que no se les puede dejar solos a los del PP.

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