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Black Friday en Podemos

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, junto al secretario general de Podemos en la Comunidad de Madrid, Julio Rodríguez

Antón Losada

Aviso a navegantes. No tengo una opinión formada sobre los conflictos que ahora mismo sacuden a Podemos en Madrid, en Galicia o en Catalunya. Quienes vayan a leer este artículo en esa clave pierden su tiempo y van a acabar más cabreados aún de lo que esperaban, que seguro que ya era mucho. Ignoro si todo es culpa del presunto liderazgo alfa de Pablo Iglesias, de las ambiciones y expectativas personales de líderes alfa locales, quienes también se consideran necesarios en un mundo sobrepoblado de contingentes, o que, simplemente, los Monty Python tenían razón; ni siquiera me parece relevante discernirlo.

Tampoco me consta que existan graves divergencias ideológicas y, si concurren, conviene reconocer que las llevan con mucha discreción y sin preocuparse en exceso de explicarlas en público, para que todos podamos formarnos una opinión fundada. Tampoco me sorprende, y mucho menos me preocupa, que se estén reproduciendo en Podemos dinámicas y hábitos propios de los viejos partidos. Siempre he sostenido que, si existiera algo mejor que los partidos para hacer política, Dios ya lo habría inventado. En cuanto a lo de vieja y nueva política, siempre me ha parecido una cuestión de edad y de márquetin. Antes o después íbamos a volver dónde siempre retornamos cuando la cosa se pone seria: nuestras viejas derecha e izquierda.

Cuando la batalla orgánica se convierte en la gran prioridad y la guerra a ganar a toda costa, normalmente, se debe a dos situaciones. O se trata de una fuerza marginal y para qué van a preocuparse por cuanto pase en un mundo exterior que les ignora y no les necesita. O se trata de una fuerza con perspectivas notables de acceder al poder y mantenerlo y ampliarlo, que es cuando a todo el mundo le entra la prisa por repartir el mando cuanto antes.

Seguro que todos tienen sus razones y todas son legítimas pero, a final, lo que cuenta es que Manuela Carmena puede repetir en Madrid y Ada Colau en Barcelona, o que los alcaldes de las Mareas pueden repetir en Galicia y facilitar el asalto a la Xunta del Partido Popular en 2020. Por eso hay tanta prisa por establecer la cadena mando, antes incluso de tomar posesión del mismo. A todos se les olvida un pequeño detalle: antes de todo eso hay que ganar las elecciones en el mundo real, donde habitan esos votantes reales ajenos por completo a las peleas internas y esos competidores para quienes estas luchas internas suponen un Black Friday tan jugoso como adelantado.

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