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Cambia, todo cambia

Mercedes Sosa, la cantante de música folclórica argentina.

Ruth Toledano

Para empezar el año 2018 voy a daros un consejo. No es de esos consejos que vendo y para mí no tengo, este sí, este lo doy porque me sirve a mí.

El otro día, cuando estaba a punto de meterme en la ducha, me dominó una angustia muy profunda, una desolación y un cansancio infinitos. El baño estaba en silencio, yo solo me oía a mí misma: mi cabeza sin parar, desordenada, insistente, sorda. Fui a poner la radio, como siempre, noticias, debates sobre las noticias, comentarios sobre las noticias, últimas horas. Pero cuando buscaba la emisora sentí que necesitaba oír música. La necesitaba como quien necesita una terapia o una medicación. Me di cuenta de que ya casi no escucho canciones. Y, como si fuera un acto prescrito en el guión de ese día, busqué a Mercedes Sosa en el YouTube. La busqué sin considerar alternativas (no, no voy a mentir: deseché el impulso primero de poner al admirado Niño de Elche, el indispensable, por miedo a caer aún más hondo en la oscuridad a través de su luz esencial) y entré en la ducha acompañada por su voz, profunda e infinita como la angustia, pero bella y sanadora como la mejor noticia de una vida. Caía como el agua sobre mi piel y me limpiaba y me reconfortaba.

Os juro que cuando Mercedes Sosa empezó a cantar Cambia, todo cambia, algo cambió en mí. Dejé de oír mi propia voz sorda e insistente, mi cabeza paró y salí, aún estando debajo del agua, de aquel cuarto de baño pequeño y silencioso para volver al gran espacio de la vida. Sé que esa canción de 1982, compuesta por el chileno Julio Numhauser (fundador del mítico Quilapayún, exiliado en Suecia, donde la escribió, para huir del genocida Pinochet), es casi un himno oficial en Chile y que, desde esa perspectiva, puede haberse teñido justo de lo que huí cuando iba a entrar en la ducha y no puse las noticias, los debates sobre las noticias, los comentarios sobre las noticias, las últimas horas. No, lo que me estaba devolviendo esa canción era parte de esa sonrisa que se escurre ante “el chiste malo que es la vida” (como dice la escritora Mary Karr, autora de la autobiografía El club de los mentirosos, publicada por Errata Naturae / Periférica y que también hay que leer, precisamente para volver a reírse con los chistes peores).

Mercedes Sosa me cantó en la ducha Cambia, todo cambia y, como algo cambió dentro de mí, aconsejo empezar 2018 escuchando su voz. Para recordar que cambia lo superficial y cambia lo profundo, que cambia el modo de pensar, que cambia el rumbo, que lo que cambió ayer tendrá que cambiar mañana. Para que sepamos y podamos cambiar. Para que seamos el cambio que requieren el clima, los rebaños, los pájaros, las plantas, los pueblos, las gentes, nosotras mismas. Ser cambio desde la tierra lejana de nuestra propia hondura. Porque “cambia todo en este mundo. Y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”.

Esta canción es para mis lectoras y lectores, por un 2018 con los cambios mejores.

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