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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Casos aislados de honradez en el PP de Madrid

Ignacio González y Francisco Granados en una rueda de prensa posterior a un Consejo de Gobierno en 2009.

José María Calleja

Ignacio González habrá podido ver en su celda de la cárcel de Soto del Real la ceremonia que cada Dos de Mayo se celebra en la Casa de Correos, en la que él ejerció como presidente de la Comunidad de Madrid durante tres años.

El cambio de perspectiva es notable y me imagino que la irritación del recluso se multiplica al ver cómo su enemiga cum laude, Cristina Cifuentes, de la que hablaba con desprecio y suficiencia machista, es ahora la que ocupa su lugar; ese lugar que él había heredado, in vigilando, de Esperanza Aguirre.

Sí habrá podido ver González el Real Madrid-Atlético, que se da en abierto y no en pago; desde la celda , pero no desde el palco, como acostumbraba, con lo cual no podrá comentar la jugada con su amigo Rafa, para el resto de los mortales Rafael Catalá, ministro de Justicia del Gobierno de Rajoy.

No se ha abierto ninguna investigación sobre los contenidos de la conversación entre el ministro Rafael Catalá (Rafa para Nacho) y el reciente inquilino de la cárcel de Soto del Real, Ignacio González (Nacho para Rafa y para todos los de la familia; pronúnciese con acento de El Padrino, ahora que cumple años).

Le dijo Rafa a Nacho: “ojalá se cierren pronto los líos”. Conociendo a Catalá y a González, colchoneros ambos, es posible que se refirieran a los accesos al nuevo estadio del Atlético de Madrid, aún por urbanizar. Nada que ver con los líos judiciales del ático de Estepona, de tan larga trayectoria informativa y corrupta como para que entren ganas ponerlo en mayúscula.

Qué decir de la conversación entre Nacho, Pablo e Isabel, todos hermanos González, en la que la todavía diputada, no dimitida, del PP en la Asamblea de Madrid pregunta: “¿quién esta ahora en la poli?”, antes de que la Guardia Civil detuviera a sus dos hermanos y a su marido; antes de que su hermano Pablo fuera recibido por el secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, en el mismísimo ministerio del Interior. Un encuentro que de tan interesante que resultó no fue narrado por teléfono por Pablo a Nacho.

Las explicaciones del ministro Zoido y del propio Nieto sobre ese encuentro, tan distinto a cuando “nos ocultábamos” --confesó Zoido--, deberían ser en sí mismas un acta de acusación. Sobre todo por reincidencia: corrupto Rato también fue recibido en Interior por Fernández Díaz, el anterior ministro del ramo. Item más. Díaz puso medalla al mérito policial a una virgen e hizo comisario de honor a Marhuenda (¡jodo!); Zoido, pone medalla policial al Cristo legionario, que cabalga a lomos hinchados de brazos tatuados.

El tono de las conversaciones pinchadas por la Benemérita a Ignacio González refleja un sentido patrimonial de la justicia, una idea matona del poder, “venga usted pa acá”, referido al juez, dice González. Traduce también una obsesión por el control de los medios de comunicación y una angustia por cómo, a pesar de ser quién es él, una “hija puta” de jueza lo pueda empapelar. Por no hablar de ese tono testicular y machista, tan de Nacho, propio de la línea de pensamiento “volquete de putas”, acuñado en régimen de hallazgo lingüístico inconsciente por su conmilitón Francisco Granados, sonrisa del régimen de Esperanza Aguirre y hasta ayer agraviado por la no cárcel de Nacho. Empate entre rejas.

Quedamos a la espera de que nos llegue la siguiente conversación, o el anteúltimo escándalo, o el postrero caso de corrupción epidémica. A estas alturas de los líos, queda comprobado que existen casos aislados de honradez en el PP de Madrid.

Bertín, ¿para cuándo un 'en tu celda o en la mía'?

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