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Cataluña será España y Mayor Oreja, lehendakari

Carlos Mayor Oreja.

Carlos Hernández

13 de Mayo de 2001. Un todopoderoso José María Aznar se frota las manos convencido de que Jaime Mayor Oreja está a punto de convertirse en el primer lehendakari no nacionalista de la Historia. Cuenta para ello con el respaldo incondicional del PSE, liderado por Nicolás Redondo Terreros, y del 90% por ciento de los medios de comunicación de ámbito nacional. Hace ya meses que los editoriales, las tertulias y las conversaciones de despacho son casi unánimes a la hora de anunciar el fin de la “dictadura nacionalista” en Euskadi. Radios y televisiones preparan programas especiales para relatar el triunfo nacional y desplazan a Vitoria y Bilbao a sus estrellas, no pocas de ellas impuestas o bendecidas por aquel PP al que no se podía chistar desde que había obtenido la mayoría absoluta. Ninguno tiene dudas de lo que va a ocurrir esa noche electoral; se les ve exultantes y afilan sus lenguas para humillar a un demonio con txapela llamado Juan José Ibarretxe.

Pasadas las 22:00 horas, la euforia da paso a la perplejidad. En el estudio improvisado en Bilbao por una televisión, a la que en Génova llaman “La Legión” debido a su ciega fidelidad comprada por Telefónica a golpe de talonario, comienzan a apagarse los focos. “No habrá programa especial”, anuncia cariacontecido el director de informativos, “vamos a emitir una película, o una serie… da igual”. Su rostro desorientado resume el sentir que se extiende por las plantas nobles de los edificios oficiales y de los medios afines al poder. No son capaces de entender lo que ha ocurrido. No son capaces de entender que la mayoría del pueblo vasco no haya votado lo que ellos querían que votara… lo que ellos pensaban que iba a votar.

Salvando todas las distancias, que las hay y son muchas, aquella ceguera política no para de repetirse desde entonces. Nuestros políticos siguen creyendo que su mundo es el mundo y que España es Madrid. Le pasó a Aznar en Euskadi cuando pensaba que los editoriales de ABC o de La Razón y las opiniones de Isabel San Sebastián en Antena 3 reflejaban el sentir mayoritario de los vascos. Le pasó nuevamente a Aznar en marzo de 2004, cuando decidió que la vil manipulación perpetrada por TVE y otros medios sería más que suficiente para convencer a los españoles de que los atentados del 11M los había cometido ETA.

Le pasó a populares y socialistas, antes y después de las elecciones europeas de 2014, que no tenían dudas de que Podemos era flor de un día. Les pasó y les sigue pasando a los jurásicos del PSOE, convencidos de que unos burdos editoriales de El País sobran para enterrar a Pedro Sánchez o para justificar la abstención que permitió a Rajoy continuar en el Palacio de la Moncloa.

Esta apresurada mirada al pasado creo que ayuda a comprender lo que está sucediendo en Cataluña y sobre lo que ha sucedido en toda España para llegar a esta triste situación. Dejando al margen la torticera agitación con fines electorales de la bandera española y de la estelada, tema que ya abordé en mi anterior artículo, hay otros dos factores determinantes en esta crisis: la patente mediocridad de nuestros gobernantes y el descomunal servilismo de numerosos medios de comunicación.

Solo la conjunción de estas dos realidades puede explicar que hoy, a estas horas, no haya una corriente de opinión abrumadoramente mayoritaria señalando al presidente del Gobierno como el principal responsable de lo ocurrido. No es el único, por supuesto que no, pero sí es el principal. Rajoy lleva ya casi seis años en La Moncloa, cuatro de ellos con una holgada mayoría absoluta.

Nadie podrá decir que el presidente no ha tenido tiempo ni poder suficiente para afrontar el problema. En este tiempo se ha vanagloriado en público y en privado, jaleado por su corte de aduladores políticos y mediáticos, de cuál era su estrategia para detener el avance de las demandas soberanistas de Catalunya: no hacer absolutamente nada. Nos hemos hartado, desde 2012, de crónicas, ruedas de prensa y artículos en los que se alababa su pasividad y se elogiaba la “retranca” gallega con que Rajoy despreciaba y menospreciaba, una y otra vez, las aspiraciones de buena parte del pueblo catalán… Y de aquellas risas es de donde vienen estos lloros.

Rajoy es hoy el Aznar de 2001 y de 2004. El presidente lleva noches acostándose feliz tras ver el Telediario que han teledirigido desde Génova, creyéndose realmente que toda España le apoya y que los independentistas se llevarán su merecido en las próximas elecciones autonómicas que se celebren en Catalunya. No es consciente de que él, sus fiscales, sus jueces y sus periodistas lo que han hecho en estas últimas 72 horas ha sido apuntalar definitivamente las convicciones de quienes desean la independencia. No es consciente de que también ha alejado de España a miles y miles de catalanes (y no catalanes me atrevería a añadir) que no se sienten cómodos en un país cuyo presidente utiliza la porra para apagar un fuego que él mismo encendió con las brasas de los puros que se fumaba mientras permanecía sentado, viendo la vida pasar, sin hacer absolutamente nada.

Hoy Catalunya está más cerca de la independencia gracias a Rajoy, a sus medios y a una preocupante indefinición del nuevo PSOE y de Podemos. Harían bien Pablo Iglesias y los suyos en construir, de una vez, un discurso claro, unitario y concreto que aporte soluciones a la cuestión catalana. Haría bien Pedro Sánchez en no escuchar a los popes del viejo PSOE que apelan a un supuesto sentido de Estado para apoyar incondicionalmente al Gobierno en estos momentos. La experiencia debería hacerle ver que esa apelación solo busca justificar su injustificable cercanía política e ideológica a la derecha más rancia de este país. Una cosa es defender la Constitución y exigir a la Generalitat el cumplimiento de la ley y otra es dar un cheque en blanco a este PP que juega irresponsablemente, desde hace años, con Catalunya para tapar sus recortes, su mediocridad y sus corruptelas.

Dando ya por perdido a este PP (insisto en lo de “este”) y siendo consciente de que Ciudadanos parece resignado a ser una comparsa de Rajoy, espero que PSOE y Unidos Podemos ofrezcan una propuesta seria, rigurosa y atractiva que anime a los catalanes a seguir formando parte de una España plural e integradora. No hay otra salida que dedicar esfuerzo y tiempo a intentar reconstruir puentes. Solo el diálogo sincero entre Madrid y Barcelona puede aportar una difícil, pero necesaria salida a este conflicto. Lo contrario, lo que lleva seis años haciendo Rajoy, solo servirá para seguir sumando adeptos al proyecto independentista. Creer que Cataluña se va a acercar a España a base de autos judiciales, registros, incautaciones y detenciones es tan ilusorio como lo fue pensar que los vascos convertirían a Jaime Mayor Oreja en lehendakari.

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