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Converger o no converger

Antón Losada

La derecha está de vacaciones, como debe ser, que para eso es agosto y ha sido un invierno muy largo. La izquierda ha preferido aprovechar la canícula para reabrir ese apasionante debate de la convergencia que tanto entretienen a la parroquia y tanto incentivan el periodismo de investigación característico del TDT party.

La Bolsa se descalabra un poco con la primera excusa que pilla para que los de siempre se financien el crucero. Rajoy anuncia urbi et orbe su reconfortante intención de comer xurelos, xoubas y lechuga y tomate “como Dios manda”, después de preguntarse de quién ha sido la ocurrencia de hacerle pagar a la iglesia el rescate del misionero Alegre. Aspirantes a candidatos de lo que sea, como Cristina Cifuentes, apedrean al preso Jaume Matas como sí fuera un apestado. Otros, como el alcalde de Vitoria, veranean a pie de obra municipal metiendo en cintura a inmigrantes y extranjeros en general por venir a vivir de nuestra sopa boba. A la espera de otra Diada que se lo lleve todo como el viento, Jordi Pujol pasea y se tropieza por las empinadas cuestas de la Catalunya interior mientras las cámaras filman cuánto le quiere la buena gente del pueblo, sabedora que eso de la corrupción tampoco es para tanto.

La derecha veranea pero aprovechando el tiempo para hacer algo de campaña, que nunca sobra y siempre ayuda. El lema de este año es que la cosa va bien y ahora no la vayáis a estropear votando lo que no debéis.

La izquierda es más sería hasta en verano. Lejos de tanta frivolidad, se ha sumergido responsablemente en su dilema más clásico y más urgente: converger o no converger en ese gran frente progresista que pondrá fin a la oscura era de los recortes.

Mientras los guardianes del bipartidismo enfrentan a Podemos e IU como en una pelea de gallos, porque el espacio del PSOE es cosa de los mayores y no está para que jueguen los niños, portavoces de unos, otros y aquellos conceden en pleno verano más entrevistas que Ana Obregón para decirles a los demás que hay que converger ya, o que hay que converger pero sin pasarse, o que converjan ellos, o que hay un converger pero donde diga él, o que converjan otro que a él le da la risa. Al parecer, la derecha ya ha sido derrotada y ahora ya se trata de tomar el Palacio de invierno con orden y siguiendo un método para no ponerlo todo perdido.

A la espera de la revolución, centenares de dependientes van recibiendo por carta la noticia de la reducción a la mitad sus prestaciones o “paguitas”, como las calificó Beatriz Mato, la conselleira de Traballo del enrollado y moderno Núñez Feijoo. No todo son malas noticias. Como entramos en ciclo electoral, por primera vez el gobierno prorroga la ayuda de cuatrocientos euros sin obligar a medio país a suplicarlo en el nombre de los parados. En la mejor de nuestras tradiciones, la derecha se prepara para seguir gobernando y la izquierda para seguir debatiendo.

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