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Cornudos y apaleados

Elisa Beni

Nos quieren así: cornudos y apaleados. Dispuestos a acabar con toda esperanza de recobrar los derechos de los trabajadores pisoteados. Quieren además hacerlo con nuestra anuencia y resignación. Estamos en plena vigencia de la lluvia fina. Poco a poco. Hasta que el mantra cale en la cabeza del currante. No es coincidencia ni casualidad. Es toda una estrategia.

“El trabajo fijo y seguro es un concepto del siglo XIX”, nos dice un iletrado historiador como es Rosell, el presidente de la patronal. Le dan el argumento y se lo dan hasta errado de siglo. En el XIX curraban 16 y 18 horas hasta los niños.

“Hay que acostumbrarse a que el empleo indefinido es parte de la historia”, le replica el ministro Fernández Díaz, haciéndose cargo de una campaña de manipulación subliminal que le parece feo hacer directamente al presidente.

“Se ha acabado el tiempo de las 14 pagas y el mes de vacaciones”, anda predicando por las teles el gurú Ajram y otros expertos en bailarle el agua al liberalismo.

“Hay que bajar la excesiva protección del empleo indefinido”, remata ahora el Banco de España. Una institución independiente y no ideológica que, como vemos, sólo alinea sus consejos con la tendencia dominante.

Y así esperan que cuando perpetren su objetivo todos agachemos la cabeza ante lo inexorable. Es mentira. Nada es inexorable. Si algo se fraguó en el XIX fue el germen de la lucha obrera y los fundamentos teóricos del Estado Social. No alcanzo a entender por qué hemos abandonado la idea de oponernos frontalmente a las decisiones que atentan contra nuestros intereses como trabajadores. ¿Por qué hemos claudicado y creído que nuestros enemigos eran los trabajadores como nosotros y no esos empresarios que como son “los que crean empleo” devienen en intocables? ¿Por qué aceptamos como normal que la dinámica sea la de incrementar ejercicio a ejercicio hasta el infinito sus beneficios a costa de lo que sea? Normalmente, nosotros.

Estos políticos y economistas y arribistas que les bailan el agua, porque les interesa a ellos, suelen coincidir con los que se parte el espinazo a golpes de pecho llamándose “constitucionalistas” frente a los que consideran sus adversarios. Olvidan, porque quieren, que la Constitución Española en su artículo 1 define a España -¡esa España que les llena la boca!- afirmando que se “constituye en un Estado Social y democrático de Derecho”. Un Estado Social. Un Estado Social. Un Estado Social que es aquel tipo de Estado de Derecho que toma sobre sí la responsabilidad de garantizar un mínimo de nivel de existencia a todos los ciudadanos y que se compromete con los valores fundamentales de la Justicia Social, la igualdad y el bienestar material de todos los ciudadanos.

Eso lo pone en el artículo uno de la Constitución. Prietas las filas junto a la bandera y abiertas las carnes frente a las pitadas a un himno. Pétreos ante la defensa constitucional de la indisolubilidad de la patria. ¡Ayyyy, pero dando la espalda a la propia definición constitucional de España!

En todo caso les valdrá mientras lo hagan ante un rebaño domesticado. ¿Qué nos pasa? No me salgan diciendo, como he oído, que el fondo los españoles somos sumisos y que el dictador murió en la cama. Puede pero no es una maldición de la raza. Poco nos están contando estos días de como Monsieur Martínez tiene en jaque a Hollande y al gobierno francés. Al frente de la CGT ha conseguido convertirse en la verdadera oposición al gobierno de Valls y sus reformas laborales al estilo de la española. Cierto es que culturalmente los franceses cuando salen a armarla, la arman. Pero el choque de trenes se produce entre un jefe del gobierno español y un sindicalista hijo de cántabros que ha sacado a la calle a millones de trabajadores que están dispuestos a paralizar el país antes que ceder en sus derechos. La lucha obrera y las revoluciones forman parte de la historia, queridos señores liberales. Repasen esa parte.

En todo caso tenemos ante nosotros una oportunidad de demostrarles que hay quien quiere respetar el espíritu de la Constitución y que es mentira que sólo se puedan afrontar los problemas desde la óptica que marcan los que sólo defienden su interés. Tan cortos de miras como para no entender que, a largo plazo, sólo el interés de todos será la garantía de sus bolsillos.

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