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Cristina, nosotros te regamos las plantas

Vistas desde el 'Palacete de Pedralbes' / barcelonarent.info

Merche Negro

  • Siguiendo con este pensamiento: ¿Dónde está el SAT cuando se le necesita? Una de las mayores críticas que se les hace –atentar contra la propiedad privada– quedaría aquí sin efecto en este caso porque... ¿Cómo computaría esta propiedad, de una institución comprada y mantenida con dinero público?

Ya ha tenido que ser casualidad que me pille buscando alquiler en Barcelona la noticia de que Cristina de Borbón e Iñaki Urdangarín venden o alquilan su palacete de esta misma ciudad. Hace unos días tuve la impresión de que un agente inmobiliario me iba a pedir una radiografía dental para ver si por no tener muelas del juicio iba a ser yo incapaz de pagar el alquiler. Una mirada irritada mía acompañada de un gesto que vino a querer decir vamos a llevarnos bien tú y yo le disuadió pero, a punto estuvo el hombre.

Seguramente no interesan mucho mis andanzas, pero lo cuento porque en este contexto digamos tenso, me ha venido una pregunta a la cabeza: ¿le pedirán al futuro millonario ruso que quiera alquilar el casoplón de Pedralbes las últimas dos declaraciones de la renta, contrato fijo de trabajo y tres meses de fianza, más el 10% de la anualidad para la inmobiliaria, más IVA? Y quien dice esto, dice la ubicación fiscal de las cuentas que paguen, uno detrás de otro, los 9,8 millones de euros que Iñaki y Cristina, la encantadora pareja residente ahora en Suiza, piden por su nido de amor. Bueno, una vive en Suiza, y el otro... a saber, y hay que ver qué poco me importa esta parte.

¿Y cuánto tiempo estará este inmueble sin habitar, digo yo? Voy haciendo click en uno, otro, y otro piso de mi barrio mientras echo de menos esa camaradería entre ciudadanos que alguna vez escuché: “Hija, si yo voy a estar una temporada fuera, para que se quede la casa vacía y se acumule suciedad, mejor que estés tú”. Qué poca generosidad queda hoy en día. Y lo bien que te podríamos regar las plantas Cristina, y airear las habitaciones.

Me viene a la cabeza la escena de Doctor Zhivago en que la camarada Krapugina le dice a un Omar Sharif recién llegado del frente: “En esta que era su casa, había espacio para 13 familias”. No alabaré aquí yo la pureza del levantamiento bolchevique que ya sabemos cómo acabó y mejor no mentar algunas cosas pero, en este planteamiento social del espacio público algo de razón llevaban.

Siguiendo con este pensamiento: ¿Dónde está el SAT cuando se le necesita? Tengo mis más y mis menos con sus acciones de ocupación (y ya desde aquí pido clemencia a los que me exijan tenerlo todo pero todo, clarísimo) aunque desde luego, una de las mayores críticas que se les hace –atentar contra la propiedad privada– quedaría aquí sin efecto en este caso porque, ¡ay! en este caso... ¿Cómo computaría esta propiedad, de una institución comprada y mantenida con dinero público?

Voy a ponerme fantasiosa con vuestro permiso: puede que haya que montar una manifestación X, Y, o Z –será por motivos– que arranque en Via Laietana y, en lo que se mete por alguna gran avenida donde se de la orden a todas las lecheras para que persigan a su gusto a delincuentes y personas de mala calaña tipo Esther Quintana, algunos otros en una maniobra de despiste hollywoodiense, deberían subir hasta el barrio alto y elegante de la ciudad y ¡ZAS!: palacete ocupado por la PAH por ejemplo, que habrá quedado desprotegido. Pues menudo papelón para Cristina e Iñaki (El Imputado Empalmado, el mismo) que tendrían que hacer la denuncia y solicitar el desalojo.

Es tan excitante la situación y las posibilidades creativas que a cada minuto que lo pienso, se me ocurren más opciones.

¿Estaré incitando al delito, al uso de las armas? Mira que no quiero líos, que soy madre y, sobre todo, que no me bloqueen la cuenta de Twitter: hasta ahí podíamos llegar. Claro que no se si las pancartas, cacerolas, abogados y personas en general computan como proyectiles para según quién. Que yo, tal y como están el mundo en general y las acusaciones delictivas en particular, me lo creo todo: “Se le acusa de incitación al desorden y de arrojar conciencias indiscriminadamente contra las autoridades”. Yo lo negaré todo tajantemente y diré que “ese día no se lanzó ninguna conciencia”, pero, en cambio, podría reconocer que sí se dispararon unos 65 lemas de lanzaderas, que a diferencia de las conciencias no rebotan y son más precisas.... Me ha venido así a la cabeza de pronto. A saber porqué. A veces mi mente actúa así, por su cuenta.

Yo mejor me vuelvo al ordenador a ver si encuentro un pisito a precio razonable que cumpla las medidas correspondientes a mi unidad familiar que decía la comisaria moscovita horrenda de la película, pero antes novela de Pasternak. Tendré que vivir sin un salón de estar de 120m2 pero, quién quiere eso, que luego nos perdemos en esos espacios tan amplios y ya no hay comunicación familiar ni nada. Y luego pasa lo que pasa: tu churri se mete en un lío de empresas de mil pares de cojones y tú no le encuentras por los pasillos para hablarlo. Solo os veis en la cena y con los baños de los niños, el papá me ha dejado 1,2 millones, pero dejado, ¿eh?, no donado, acuérdate cari, el cómete el pescado, el cuento de buenas noches y el fírmame esto aquí un momentito, no, que no es nada, tú firma y ya, un día pasa tras otro a la velocidad de la luz. Qué culpa tendrá esa madre de familia en la vertiginosa vida del siglo XXI.

Vamos, que quién quiere una casa tan grande. Anda que no se debe acumular el polvo entre tanto rincón. Y quien dice polvo, dice mierda.

Quita, quita.

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