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Defensa de la mujer, defensa de los Derechos Humanos

Economistas Sin Fronteras

Rosario Goñi —

El próximo 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Eliminar esta violencia supone que a toda mujer en cualquier parte del mundo se le reconozca el derecho a la igualdad, seguridad, libertad, integridad y dignidad que corresponde a todo ser humano. Para su eliminación es necesario suprimir todas las formas de discriminación. Discriminar es excluir. Es quitar a la mujer del lugar que le corresponde como ser humano, es prescindir de ella. Descartar, rechazar, negar la existencia de la mujer. La violencia contra la mujer viola los derechos humanos y las libertades fundamentales.

La violencia contra la mujer es “uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre”, tal y como se recoge en la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de Naciones Unidas. No es una cuestión de unas cuantas feministas histéricas. Es un problema que nos afecta a todos. La paz y el desarrollo de nuestra sociedad global no es posible si se mantiene la violencia contra la mujer.

La generalización de la violencia contra la mujer dentro de la familia y en nuestra sociedad es un hecho constatado. Transciende las clases sociales, la situación económica y la cultura de quien la ejerce y de quien la padece. Cada vez más radicalizado, se aprecia un incremento de los ataques contra los hijos e hijas con el objetivo de provocar más dolor a las madres. Todos podemos sufrir violencia de este tipo de forma directa o indirecta, y en nuestra mano está el rechazarla, denunciarla y combatirla.

Especial atención merecen los grupos más indefensos. Si además de ser mujer se pertenece a alguna minoría, la violencia, la discriminación y la vulneración de derechos es todavía mayor. Las mujeres indígenas, las refugiadas, las migrantes, las indigentes, las detenidas, las discapacitadas, las que viven conflictos armados, las que viven en comunidades rurales; todas ellas están más desvalidas frente a la violencia. Las ancianas y las niñas, también.

El compromiso de toda la ciudadanía en la lucha contra esta violencia es esencial pero también lo es la exigencia a los poderes públicos de su máxima implicación. Fomentar la investigación sobre las causas y las consecuencias y la recogida de datos especialmente en el ámbito familiar, donde es más complicado llegar a saber lo que sufren las mujeres, son aspectos que se tienen que reforzar. Garantizar que las mujeres y sus hijos tengan la asistencia especializada tras una agresión, que dispongan de los servicios de rehabilitación tanto a nivel físico como psicológico, la existencia de estructuras de apoyo tanto económico como de seguridad, son también necesidades importantes. Y para ello es necesaria una financiación que en los últimos años se ha ido reduciendo de forma sustancial.

Pero la violencia contra la mujer no sólo es física. También se ejerce cuando se limitan las ocasiones en las que puede lograr su igualdad jurídica, social, política y económica. Es una violencia continua, constante, sin tregua. Las conductas sociales y culturales basadas en la idea de inferioridad de unos sobre otros, los prejuicios o la atribución de papeles estereotipados tanto a hombres como a mujeres van en contra de la igualdad entre las personas, y a favor de la proliferación de una violencia que ha dejado demasiadas marcas, algunas más profundas que otras, pero marcas en todo caso.

La Unión Europea califica de plaga a la violencia contra las mujeres y las niñas y establece que con los datos disponibles se puede calificar de fenómeno mundial y del sistema. La Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Es por ello que todos, en todas partes del mundo y a todos los niveles, estamos llamados a ejercer nuestra responsabilidad en este ámbito porque si defendemos los Derechos Humanos tenemos que trabajar para la eliminación de cualquier violencia contra la mujer.

El artículo refleja la opinión de la autora. Economistas sin fronteras no coincide necesariamente con su contenido.

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