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¿Desaparece el centro?

Andrés Ortega

Siempre se dice que en España las elecciones se ganan desde el centro. Quien lo controla acaba gobernando. Es un análisis que puede haber sido válido durante la Transición y el periodo democrático hasta 2011. Quizás ahora ya no, por los efectos de la Gran Recesión y de la aparición de Podemos.

La crisis ha producido un número, pequeño, de ganadores, que se han recuperado o han incluso mejorado, y un gran número de perdedores, entre ellos jóvenes de en torno a 25 años, que a la salida de sus estudios, si los han hecho, se encuentran sin trabajo o con empleos mal remunerados (la devaluación interna ha afectado gravemente a los que entran por primera vez en el mercado de trabajo) y los maduros de entre 45 y 55 años que más han sufrido la reforma laboral. Son ciudadanos que se habían pasado a la abstención, y que ahora se están reactivando políticamente con el voto a Podemos, y un cierto nuevo despertar hacia el PSOE, y piden una salida por la izquierda, pues con la de la derecha y el anterior Gobierno socialista no les ha ido nada bien. El PSOE pierde hacia Podemos pero está recuperando una parte de los que decidieron no votar en las últimas generales. Aunque se encuentra muy incómodo ante la pregunta que muchos se hacen de si tras las próximas elecciones pactará con el PP o con Podemos. Éste último aspira no a ocupar el centro, sino la centralidad, que no es lo mismo. Incluso puede ser lo opuesto.

Ha habido un cierto desplazamiento hacia una izquierda que ha revivido gracias a la intención de voto a Podemos, y quizás al cambio de liderazgo y de mensaje en el PSOE. Hoy la izquierda está recompuesta en el sentido de que ha salido de la abstención que castigó al PSOE y dio la mayoría absoluta al PP en noviembre de 2011, aunque esté dividida esencialmente en dos,  PSOE y Podemos, sin que la fronteras entre ambos esté clara; de hecho se la disputan. Podemos está fagocitando a una Izquierda Unida que se creía salvada, e intentando conquistar el terreno que defienden los socialistas, incluso aceptado el calificativo de “socialdemócrata” y moderando su mensaje tras aislar a los más radicales, a los que provenían de Izquierda Anticapitalista.

A pesar de su mensaje transversal, y de que una parte de los votos a Podemos venga del PP, los potenciales votantes a la formación de Pablo Iglesias están sobre todo a la izquierda. Pero quizás Podemos acierte al evitar el binomio izquierda-derecha, identificado con los, hasta ahora, dos grandes partido, frente al que no se movilizan ya una mayoría los menores de 40 años, como recuerda José Saturnino Martínez. Pues mucha gente, sobre todo los perdedores de la crisis, percibe su circunstancia en otras dimensiones: arriba y abajo, incluidos y excluidos, precarios y fijos, etc..

En la derecha, la situación es diferente. El PP, según algunas encuestas, puede haber perdido hasta la mitad o más de los votantes que tuvo en las generales de noviembre de 2011, y los empezó a perder casi desde el principio, con sus primeras medidas que no respondían a su programa electoral. Tres millones de ellos no recuerdan haber votado por el PP, lo que supone una ruptura psicológica y dificultades para recuperarlos. La gran parte de estos votantes se ha ido a la abstención, a una nebulosa ira social, como la llama José Antonio Gómez-Yáñez, que no está claro cómo se decantará. El PSOE también pretende pescar en estas aguas, de las que se nutre asimismo en una parte menos importante Podemos, y sobre todo una UPyD con problemas y Ciudadanos.

Pero el caso es que hoy la fidelidad al PP se centra en su electorado más conservador, más de derechas, como bien ha puesto de relieve Jorge Galindo en el blog Politikon, lo que explica la inmovilidad en el tema catalán o constitucional y otros. Algún gesto hacia el centro ha habido, como la retirada de la ley del aborto de Gallardón (que le ha costado votos por su derecha que también necesita recuperar). Y cabe esperar otros, como la llamada “agenda social”. En estos abstencionistas del PP está ahora el centro, y probablemente constituyan el factor más decisivo de las próximas elecciones. ¿O vamos, por vez primera, a una auténtica confrontación electoral derecha-izquierda, con el miedo por medio, sin centro? Pues el voto del miedo (a Podemos) puede favorecer al PP pero diluir el centro. Y supondría una ruptura respecto a los años de Transición y democracia. Aunque si la campaña electoral de 2015 se desarrolla sin un centro, éste podría restaurarse después desde una coalición de gobierno, según como vaya la aritmética. Y el centro, al menos de gravedad, será necesario para la recomposición del sistema político, incluida la necesaria reforma de la Constitución.

La desaparición del centro es también la desaparición del promedio, como bien lo ha visto para EE UU Tyler Cowen en su excelente libro, Average is Over, mal traducido en España como Se acabó la clase media. Aunque el desclasamiento, la caída, de una parte de esta clase, contribuye de forma esencial a la desaparición del centro.

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