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Donald Trump y la sociedad neofeudal

Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos.

Antón Losada

En el último Saturday Night Live presentado por el gran Bryan Cranston, durante un sketch memorable, Donald Trump nombra al protagonista de Breaking Bad, Walter White, director de la DEA, la conocida agencia federal antidrogas y narcotráfico. El nuevo zar antidroga explica cómo no espera tener problemas para ser designado, pese a haber fingido su propia muerte porque es el tercer miembro del gabinete que lo ha hecho, y cuánto le gusta Trump, porque es un hombre que actúa primero y pregunta después; ambos están de acuerdo en que “es tiempo de que América vuelva a cocinar”.

Es un broma, pero no lo parece a la vista de la sucesión de nombramientos efectuados por el presidente del pelo naranja. Petroleros al frente de la política medioambiental o la energética, lobistas de los seguros o la educación privada al frente de la sanidad o la educación pública, racistas declarados al frente de la justicia o la política de seguridad. Walter White, el narcotraficante accidental, encaja como un guante, tiene un título superior en química y además una cultura media superior.

El premio nobel de economía John Keneth Galbraith acuñó en los setenta el concepto “tecnocracia” para dar nombre a la evidencia de cómo los mismos burócratas dirigían alternativamente el gobierno, las grandes burocracias públicas y las grandes corporaciones privadas. Trump completa el círculo que nos devuelve a la vieja plutocracia, donde sólo accedían al gobierno los propietarios y sus oficiales, para gobernar únicamente para ellos mismos. “Frente a un modelo de sociedad del bienestar de gobierno y funcionamiento democrático para una sociedad que busca promover la igualdad y la horizontalidad, se oponen ahora como deseables e inevitables la necesidad y el ideal de un gobierno plutocrático, privatizado en manos de los propietarios de la riqueza, operado por tecnócratas y al frente de una sociedad organizada sobre relaciones jerárquicas y piramidales” (Los ricos vamos ganando. Deusto, 2015).

Al sueño de aquella “sociedad en red” que alumbró el principio de este siglo le sucede ahora la pesadilla del retorno a la “sociedad piramidal”, donde los dueños de la riqueza devienen de nuevo señores, únicos y verdaderos titulares de derechos y sujetos exclusivamente a su propia ley, mientras los no propietarios se ven reducidos a la condición de vasallos, cuyos derechos dependen de la voluntad de los señores y su capacidad de pago.

No se trata sólo de un paso más. Estamos ante un salto espectacular en la evolución desde los modelos de las “sociedades del bienestar” hacia ese modelo de “sociedad neofeudal”. USA ya lo ha dado, Europa se lo está pensando mientras, por ejemplo, los ministros de economía de medio continente compiten por ofertar más y mejores derechos de pernada a las grandes corporaciones que buscan feudos alternativos a la City postBrexit, o cada vez escuchamos a más magnates proclamar en público aquello que antes sólo se atrevían a preguntar en privado: ¿por qué vale vuestro voto lo mismo que el mío?

Él éxito es la nueva legitimidad. Lo justifica y lo ampara todo mientras el supuesto fracaso de todos los demás la mejor coartada para privarles de sus derechos, señores y vasallos, ganadores y perdedores; los ganadores se lo llevan todo y los perdedores deberían estar agradecidos.

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