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Doñana, volvamos a empezar

Incendio de Moguer.

José Luis Gallego

No, 'crisis' no significa 'oportunidad' en griego. La etimología de la palabra la enlaza con otras como elegir o decidir, lo que la hace más interesante para hablar de lo que nos acaba de pasar a todos en Doñana. Y digo a todos porque Doñana nos pertenece como pueblo, forma parte de nuestro más valioso patrimonio: como el Acueducto de Segovia, el Guernika de Picasso, la Alhambra de Granada o el Volcán del Teide, por poner otros ejemplos.

No puedo imaginar el nivel de abatimiento que sufriríamos, no solo los amantes del arte como mi admirado y querido amigo Juan Adriansens sino todos los españoles, si el incendio que acabamos de sufrir en Doñana se hubiera declarado en el Museo del Prado. A nadie se le pasaría por la cabeza calificar el suceso de 'oportunidad' para sacar otros cuadros del almacén de nuestra pinacoteca y poder contemplarlos.

El gran incendio forestal que, con más de 10.000 hectáreas de perímetro, ha afectado gravemente a nuestro espacio natural más valioso, no puede ser calificado como oportunidad, sino como tragedia. Otra cosa es que, como bien ha dicho el científico del CSIC y presidente del Consejo de Participación de Doñana, Miguel Delibes, la situación nos obligue ahora a elegir y decidir.  

Porque lo urgente en estos momentos es elegir y decidir qué hacemos en Doñana para restablecer el daño causado y conservar mejor el patrimonio natural que allí nos queda, que es mucho y muy valioso. Y una de las primeras decisiones debería ser clausurar los más de mil pozos ilegales que están desecando la marisma y las más de tres mil hectáreas de cultivos ilegales que rodean al espacio natural.

Porque si Doñana ha ardido como una tea es porque, reseca y agotada, ya no podía con su alma. No importa si las llamas han afectado al parque o al pre-parque, a las áreas protegidas o los terrenos colindantes. Doñana es un todo, un conjunto que incluye a sus pueblos, sus gentes, sus usos del territorio, que son muchos y variados. Todo es naturaleza en la comarca de Doñana porque la naturaleza no es una hoja cuadriculada, sino un folio en blanco.   

Coincido con Delibes en que es el momento de reflexionar tras la crisis y decidir qué hacemos con Doñana. Y en mi opinión, lo que hay que hacer es más Doñana, es decir: más conservación de la naturaleza, más protección de la biodiversidad, más investigación para recuperar lo perdido y consolidar su legado. Hay que exigir a las administraciones central y autonómica más resolución con los conflictos que la atenazan y más valentía y determinación para ponerles fin de una vez por todas. Porque ya está bien, porque hasta las cenizas hemos llegado.

La impresionante respuesta ciudadana al llamamiento de la Junta de Andalucía para buscar voluntarios en la restauración del terreno afectado por el incendio lleva un mensaje explícito: la gente ama Doñana y quiere más Doñana.

Por todo ello, si crisis es elegir, si crisis es decidir, la decisión de nuestros gobernantes tras el incendio de Doñana debe ser tomar las medidas necesarias para que vuelva a ser lo que siempre ha sido: el espacio natural más importante para las aves del sur de Europa y una de las principales reservas de la biosfera del planeta.

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