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Don’t stop me now, coleta morada y gran jefe plasma. Humor político

Imma Aguilar Nàcher

De la misma forma que las elecciones catalanas del 27-S ya son un plebiscito en una clara deriva de polarización máxima entre el Sí y el No, la campaña electoral ha entrado en el camino de la política pop y así parece que saldrá.

Dice Antoni Gutiérrez-Rubí que “los tristes no ganan elecciones” y esto que no parecía tomado en cuenta por las direcciones de campaña y los asesores de los candidatos, se ha tornado en la piedra filosofal. Todos los procesos electorales tienen dos fases y, ahora, estamos en la segunda, la decisiva, la recta final. Hemos pasado de un arranque grave, serio, dramático, épico hacia un marco y un tono de comedia. El baile, la risa y el meme han llegado para paliar de algún modo la tensión de los frentes y el drama del abismo que se cierne el 28 de septiembre.

Esta es una campaña de las emociones. Sin duda. De emociones y de movilización desigual. Los que apuestan por el proceso soberanista han optado por el sentimiento del cabreo como elemento activador, y los medios de comunicación tradicionales o en red, como catalizadores. La desafección de la que habló en su día el President José Montilla se ha subido en el ecualizador de los sentimientos de agitación de ánimo de los electores. De la desafección a la indignación.

Prácticamente han sido cuatro años de movilización sostenida y alimentada con mucho éxito en el lado del Sí a la consulta y Sí al proceso independentista. Frente a ellos, la movilización de los reformadores, unionistas o inmovilistas no ha conseguido activar ningún nodo neuronal colectivo hasta ahora, en que han logrado elevar la palanca del miedo desde un nivel tibio hasta su punto máximo. El miedo y el humor. Este último elemento es el que aparece en la segunda fase, a partir del baile del candidato Iceta que, visto el éxito de oportunidad, se ha potenciado e introducido de forma sistemática en sus intervenciones. Un buen ejemplo del humor político en esta campaña son las entrevistas en clave de humor promovidas por la cuenta de twitter @encampanya con el hashtag #EntrevistaBus en clave de humor (una de las preguntas de la última entrevista a Miquel Iceta: ¿Aceptaría ir en una lista de Ciutadans si el partido pasara a llamarse Ciutadance?). Con el humor se produce la conexión con la audiencia de los medios tradicionales y sociales, y veremos si consigue hacerlo con los votantes. Esa es la gran pregunta. Qué y en qué medida la empatía se vuelve voto.

No parecía que esta campaña fuera a ser decisiva para modificar los votos de uno u otro lado, pero la masa de indecisos decisivos, con sus dudas, permiten todavía jugar el partido hasta el último minuto.

La política es razón y emoción, pero sobre todo emoción. Los electores votan con las vísceras, pletóricos de entusiasmo o indignados. Los que no sienten eso, se quedan en casa y no votan. Las elecciones catalanas del 27 de septiembre son especialmente irracionales y emocionales y, cuando esto es así, los símbolos cobran protagonismo y cada gesto, cada signo se incardina en todo el mensaje, lo modifica y lo agranda. Una bandera española inmensa brotando de una pantalla junto a Miquel Iceta y el logo del PSC significa mucho más que todo el contenido del discurso del candidato socialista y no sólo porque queda aislada como la imagen del acto, sino porque entra directa en el imaginario colectivo para interactuar con ideas y conceptos arraigados en la ideología y en las creencias. La candidata de Ciutadans, Inés Arrimadas, en un inmenso escenario, sola, lejos, en un acto que le quedaba grande, en términos literales y presuntamente metafóricos. Les hablo de neuropolítica, sí, pero también de la manida expresión de que una imagen vale más que mil palabras.

Cada propuesta electoral es una apuesta por forzar una idea que queda reflejada en los símbolos de que revisten sus mensajes, y de ahí nacen los eslóganes y las etiquetas. PP (frontismo): “Unidos Ganamos. Plantemos cara”. PSC (eficacia): “Por una Cataluña mejor en una España diferente”. Ciutadans (inclusión): “Una nueva Cataluña para todos”. Junts pel sí (épica): “El voto de tu vida” . Catalunya sí que es pot (antielitismo): “La Catalunya de la gente”. La CUP (excluión): “Gobernémonos”. UDC (sensatez): “La fuerza de la sensatez”.

Los medios de comunicación -tradicionales o sociales en red- vuelven a ser el colaborador participante, en casos, como un actor político más, posicionándose y tomado partido (nunca mejor dicho) y, en otros casos, multiplicando el efecto de las acciones electorales. Son los medios de comunicación el escenario en el que estamos asistiendo a la performance política, a la ceremonia caníbal, en palabras de Christian Salmon. Lo vemos en la profusión de espacios televisivos dedicados a los personajes de la política y a sus polémicas, en lo que parece la llegada del periodismo político amarillo a los medios españoles. España no es un país especialmente amarillo ni rosa en política. O al menos no lo era hasta ahora en que el fenómeno de la banalización de la política es un hecho, ahora que la política entra en las franjas de contenidos de entretenimiento de la televisión.

¿Cuánto hay de premeditado en estos gestos que están marcando la campaña? Yo creo que mucho. No es azar que Miquel Iceta se bata en retirada en los debates televisivos en un marco que no es el suyo, esto es, la independencia. Que baile y haga bailar a su secretario general. No es casual que cada vez que vuelve a escena el president Mas –que aunque es uno más de la lista de Junts pel Sí, pero es el candidato “in pectore”- lo haga a bombo y platillo significándose y dando titulares hipodérmicos.

También Pablo Iglesias, otro de los candidatos en el banquillo, ha intentado entrar sin mucho éxito, hasta ahora, en la agenda de los contenidos virales de campaña por la vía del humor. Es su especialidad. Lo que ocurre es que el efecto imprevisible y sorprendente de que sea dos “tristes”, Iceta y Mas, ha catapultado el efecto de conexión con el público.

El resto de candidatos pierden protagonismo y, consecuentemente, espacio y oportunidad. ¡Quítense la chaqueta en un debate, canten, bailen!, ¡Empaticen, conecten!, ¡Están a tiempo!

Igual que los tristes no ganan elecciones, la campañas tristes, tampoco.

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