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Emociones democráticas y democracia guerrera: la semana de la independencia y de Podemos

Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.

Imma Aguilar Nàcher

Aun a riesgo de parecer reiterativa, les recuerdo que el proceso independentista es un plan de comunicación basado en lo emocional para agregar voluntades e intenciones. No es otra cosa. No parece probable que los “directores espirituales” de este movimiento consideren a estas alturas que la independencia de Catalunya es la solución eficaz a los problemas de la ciudadanía catalana. El procés ya es otra cosa. Quizás siempre fue otra cosa.

Muy pocos procesos de movilización han tenido tanto apoyo y han durado tanto en su entusiasmo político, seguramente por la sostenibilidad que le han ido aportando las decisiones políticas, como la mejor escenificación de los avatares que parecía correr la nació a causa de un supuesto enemigo externo fuerte y poderoso.

Y los símbolos de cada 11 de septiembre, diada tras diada, llenos de emocionalidad y sentimientos: indignación, miedo, ilusión, esperanza, comunión; casi una borrachera de emociones alimentadas por los símbolos (banderas ondeando al viento, palabras coreadas en común como en una sola voz, mesías y mártires de la causa). Hoy hemos visto la palabra DEMOCRACIA en el lado de “las víctimas”, en plena calle a tamaño gigante, con el Arco de Triunfo al fondo, jalonada por cientos de banderas para acompañar al mesías caído que inicia su martirio. En este escenario, todo pasa por la épica grandilocuente que llena de emociones, a falta de razones. No es que las razones sean inválidas, es que simplemente, no son importantes.

Si alguien pretende combatir este movimiento con razones, argumentos o procedimientos judiciales, se equivoca y desperdicia energías sin éxito. Las emociones son más líquidas, lo inundan todo, se cuelan por los huecos de los argumentos más construidos. Así, un hecho judicial como el del lunes en Barcelona, se convierte en ese argumento firme y sólido construido a base de congruencias legales e indestructibles razones por donde se cuelan los sentimientos que calan y se posan.

Cuando hay una discusión, la responsabilidad mayor la tiene el grande, el mayor, y es el que pagará las consecuencias. España es la responsable. El Gobierno de España. Al pequeño se le podrá perdonar la bisoñez y la torpeza. Lo mejor que le puede pasar a un proyecto político es que su enemigo externo sea grande y crezca, al margen de que se abatible o no ese enemigo. La polarización máxima es la que dibuja dos contendientes aptos para el arte de la guerra, es decir, la política más masculina que cabe: esa que hace que haya dos enemigos y que el que pierde, no solo pierde, sino que muere.

La guerra es destructiva en política también. Cuando se plantea una lucha entre dos enemigos en términos de guerra interna, como está haciendo Podemos, uno de los dos gana y el otro muere. El arte de la guerra, pese a que muchos así lo creen, no sirve en política. Se necesita, además, la parte de la guerra que no transcurre en el campo de batalla. El mejor texto de estrategia, El arte de la guerra, fue escrito por un hombre, Sun Tzu, con la intención de describir el enfrentamiento entre dos bandos irreconciliables en liza por el mismo objetivo. Sin embargo, en esa guerra que describó Sun Tzu también había otras tareas, las que hacían las mujeres. Era la guerra de las mujeres, pero nadie la describió, nadie la escribió.

La verdadera democracia interna consiste en renovar las ideas, o incluso en cambiarlas, sin romper el edificio. La guerra destruye. En las elecciones internas o primarias españolas no parece que queda otra fórmula. En Podemos el próximo fin de semana veremos caer a una de las dos opciones que construyeron ese edificio en que empezaron importando más las emociones que las razones, y los votantes piensan ¿por qué nos hacéis elegir? Por las razones y por las ambiciones. Pero no ocurrirá que el perdedor forme parte del proyecto del ganador. Eso no va a pasar, porque el planteamiento es una guerra y en la guerra el que pierde no sobrevive. Y de esto se han dado cuenta tarde, se ha dado cuenta tarde Carolina Bescansa y se ha dado cuenta tarde Nacho Álvarez. Lo intentaron con fuerzas de interposición, con los cascos azules, pero ya era tarde. El arte de la guerra.

Nos queda otra guerra a la que asistir, la más cruenta, la que se librará en el PSOE. Tampoco aquí las mujeres de la guerra de Sun Tzu podrán escribir su versión.

El balance de los nuevos partidos arroja una triste conclusión porque deja claro que no mejoran los usos oscuros y las viejas costumbres de la política antigua, sino que agrava la masculinización de la política y no solo sacando a las mujeres de la historia, sino actuando como guerreros de 500 años antes de Cristo, con la imposición autoritaria o con la guerra a muerte.

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