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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Endemoniados, aparecidos y fantasmas en la pantalla

El expresidente del Gobierno José María Aznar, momentos antes de la entrevista que concedió a Antena 3. / Efe

Suso de Toro

Hubo momentos estelares en estas décadas de restauración democrática, el golpe del 23-F y el “pacto del capó”, el final de la época de González, la segunda legislatura de Aznar entera, la caída de la crisis aplastando a Zapatero y a todo el país... Este año y pico de Gobierno de Rajoy ya es uno de esos momentos estelares.

Sólo faltaban los endemoniados de Rouco para completar la estampa de una “corte de los milagros”. Una corte castiza decimonónica con estética de puro en los toros, mantilla y peineta cordobesa (introducida en la corte por Isabel II), “españolizar” niños, aulas públicas pero católicas, homenajes a la División Azul, dar brillo al Valle de los Caídos, TVE recomendándonos rezar para encontrar trabajo... La monja ladrona de niños, qué personaje de siniestro cuento infantil, no desentona nada en todo esto. Cualquier cosa que se les ocurra es posible en esta época de asombros con la derecha española fuera de quicio, imaginen si finalmente llega a abrirse el megacasino de Eurovegas, con tanto juego y prostitución se multilplicará el número de endemoniados.

Pero me parece que no se lo creen, al menos no todos. Sin duda, hay personas que tienen esas creencias, pero junto a ellas hay que poner a quienes las ostentan simplemente por puro cálculo político, sin que tenga relación con sus vidas personales. Ese debe de ser el caso de un ministro como Alberto Ruiz Gallardón, recortando el derecho de las mujeres a la interrupción del embarazo o de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, con mantillas cual virtuosas damas católicas.

Sea por superstición, por devoción o por cinismo, la cantidad de basura que arroja cada día sobre la vida pública la derecha económica y política, esa que echa a la policía nuevamente contra la ciudadanía, nos hace evocar a la España de los últimos años de Franco. Aquel tiempo no lo retrató Valle, sino humoristas como el Perich y, sobre todo, Luis Carandell en su Celtiberia Show.

Por entonces se daban apariciones milagrosas, como una virgen en el Palmar de Troya o unas misteriosas caras de Bélmez en la pared de una casa de esa localidad. En cuanto a la actualidad, parece que finalmente enterraron el cuerpo de una mujer a quien, según contó ella, se le había aparecido la virgen en El Escorial. Raudo Rouco autorizó levantar allí un templo.

Pero, sin necesidad de peregrinar a santuarios milagreros, hace unos días se nos apareció a millones de personas Aznar en las pantallas de televisión, de cristal o plasma. Rajoy se nos aparecía desde allí y ahora Aznar decidió combatirlo en su mismo terreno, pues si bien antes lo embistió ahora lo embiste, y es que este macho indómito no le teme a nada. Artículos de opinión y pantallas amigas lo jalean, repiten las críticas a Rajoy y claman por una bajada de impuestos mientras otras, en la margen contraria, se ríen de un personaje de tanto patetismo.

Ciertamente, a quienes recordamos lo que hicieron con el Prestige y la marea negra, la guerra contra Irak o la atribución a ETA del terrible atentado en Madrid con el propósito de ganar así las elecciones, nos horrorizamos ante esa rediviva imagen. Su propio lenguaje verbal y corporal nos resulta intolerable. Los políticos se dividen sustancialmente en más o menos cínicos y más o menos mesiánicos, pero más allá de eso está la fantasía gótica de Aznar. Aunque habría que considerar si, dejando por un momento a un lado la ranciedad y las jactancias amenazantes de ese hombre, la política de Rajoy es verdaderamente menos reaccionaria e intolerante que la de ese predecesor que lo acecha.

Por otro lado, la propuesta concreta de bajar impuestos que dejó sobre la mesa tras su aparición merece ser discutida, y lo está siendo, pero sobre lo que más suenan las burlas es sobre su explícito ofrecimiento para volver a gobernar. Muchos se burlan, pero, ¿y si ese aparente disparate que a muchos nos aterra fuese una maniobra política razonable? No sería razonable para buena parte de la población, ni para los sindicatos, ni siquiera para la banca y la patronal pero a veces lo que es bueno para un país no es bueno para un partido concreto.

Por ejemplo, imaginemos que el desarrollo de la crisis y las políticas del Gobierno siguen alejando a la gente del PP de modo que las encuestas les hagan inimaginable volver a gobernar. Y pongamos que las mismas encuestas indiquen que Rajoy no es el candidato adecuado para intentar tal remontada electoral. En ese caso, la irrupción de Aznar para retomar el control del partido y, posteriormente, obligar a cambios de política y designar candidato sería razonable desde el punto de vista de su partido. ¡Ábrase la tierra y trague ciudades pero conserve yo el dominio de mi España! Al fin y al cabo, los partidos a lo que aspiran es a gobernar y tal como están las cosas y como se adivinan, a falta de otras incidencias o imprevistos, en unas próximas elecciones quien quiera formar gobierno tendrá que pactar. El PP se verá abocado a intentarlo con UPyD.

Que no haya mayorías absolutas a muchos nos puede parecer no sólo natural, sino deseable, pero no lo es para los que han sido los dos grandes partidos, mucho menos para el PP y mucho menos para José María Aznar. La derecha española realmente cree que encarna a España, lo demás es antinatural y separatista. Y Aznar, por su parte, cree que él es el guardián y la esencia misma de la derecha, o sea de España. ¡¿Cómo va a tolerar un sindiós tal como el que vivimos y como el que se avecina?!

Dentro de este mar de maravillas no deja de asombrarnos a quienes vivimos aquí comiéndonos el día a día que un individuo que reconoce que se pasa la mayor parte del año por EE UU y otros andurriales se tenga por el patriota número uno y nuestro amo vigilante. Una cabeza así es de mucho admirar. Valle, sin duda, lo consideraría un “cráneo privilegiado”.

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