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España y Francia: dos maneras diferentes de entender la austeridad y una semejanza

Daniel Fuentes Castro

Mientras Cristóbal Montoro se felicitaba esta misma semana por unos presupuestos que “impulsan el crecimiento económico, la creación de empleo y la mejora de la competitividad” su homologo francés, Michel Sapin, se veía obligado a explicar los pormenores de un esfuerzo presupuestario de 21.000 millones de euros para el año que viene.

Faltó tiempo a los grandes periódicos, agencias de noticias y tertulianos varios para lanzarse a hablar de austeridad y de tijeretazo sin precedentes al gasto social en Francia. No deja de ser curioso porque, al mismo tiempo, su déficit público no bajará del 1% hasta 2019 (España lo hará en 2017) y ni Bruselas ni Berlín se muestran especialmente entusiasmados con los logros presupuestarios del Gobierno de Manuel Valls.

Es cierto que Francia hará un esfuerzo presupuestario por valor de 21.000 millones de euros en 2015 pero, a pesar de lo que se ha escrito, su gasto público seguirá creciendo el año que viene. Y no hablamos de un incremento en términos nominales sino, esto es lo importante, en valor real.

El gasto público en Francia crecerá menos que el PIB, eso sí, lo que permitirá reducir la ratio de gasto desde el 54,6% previsto para 2014 hasta el 54,1% en 2015. Ésta es la medida del esfuerzo presupuestario de Francia para el año que viene: 0,5 puntos de PIB. España, por su parte, reducirá el gasto público del 44,0% al 43,0%, exactamente el doble que Francia: 1 punto de PIB.

Las diferencias entre uno y otro caso no terminan aquí ya que, al contrario que Francia, España reducirá el gasto público en valor real. De la información facilitada por ambos ministerios de Hacienda se infiere que el gasto público español en 2017 será 2,2% inferior en valor real al gasto de 2014; en Francia, en cambio, aumentará 0,7%. La gráfica adjunta muestra la diferente manera de interpretar el rigor presupuestario en uno y otro caso.

¿A qué corresponden los 21.000 millones de euros?

Esta cantidad corresponde a la diferencia entre el incremento del gasto que habría sido necesario en 2015 para mantener la inercia del gasto público (que depende de variables demográficas, pero también de la eficiencia y de la mejora potencial de prestaciones y servicios sociales –sobre un nivel de por sí elevado en el contexto internacional) y lo que finalmente se incrementará.

El sistema de salud, por ejemplo, verá incrementado su presupuesto un 2,1% en 2015 frente a un incremento tendencial del 3,9% anual. La diferencia entre ambos crecimientos se computa como un esfuerzo de 3.200 millones de euros.

La inercia de los gastos de funcionamiento de los distintos Ministerios, incluyendo la progresión de los salarios públicos (no los salarios en sí mismos, sino su incremento) y las subvenciones a asociaciones y empresas, les llevaría a crecer 5.900 millones de euros en 2015. En realidad se recortarán en 1.800 millones, por lo que en total se computará un esfuerzo de 7.700 millones.

La parte del presupuesto que reciben las regiones y los departamentos proveniente del Estado (menos de un tercio de la financiación territorial, con muchas menos competencias que nuestro Estado de las Autonomías), se reduce en 3.700 millones. Finalmente, los 6.400 millones restantes hasta completar los 21.000 provienen principalmente de la reforma de las pensiones y del seguro de desempleo. Volveremos sobre este punto más adelante.

¿Cuánto han recortado Francia y España hasta el momento?

Si echamos la vista al pasado más reciente veremos que, de acuerdo con Eurostat, entre 2010 y 2013 el gasto público en España disminuyó unos 25.000 millones de euros nominales. En Francia no disminuyó, sino que se incrementó en más de 80.000 millones. Teniendo en cuenta el impacto de la crisis sobre el crecimiento económico, esto equivale a una reducción de 1,5 puntos de PIB en España y un incremento de 0,5 puntos en Francia.

De acuerdo con las previsiones dadas a conocer esta semana, el gasto público disminuirá 3,9 puntos de PIB en España entre 2014 y 2017 frente a 2,0 puntos en Francia (insistamos: el gasto real crecerá en Francia, aunque menos que el PIB, pero se reducirá en España), por lo que la brecha entre ambas economías se habrá incrementado desde 12,5 puntos de PIB en 2014 hasta 14,4 puntos de PIB en 2017. La diferencia es colosal, dos veces más que el coste del rescate bancario para las arcas públicas españolas.

No está de más señalar que, siguiendo dos estrategias presupuestarias diferentes, la deuda pública de Francia se situará presumiblemente en el 97,3% del PIB en 2017 frente al 98,5% de España (siendo que en 2013 ambas estaban en el entorno del 93,2%).

¿Por qué tantas dificultades en Francia para aprobarlo?

En primer lugar porque no siempre es sencillo contener la inercia del gasto público, aún cuando vaya a seguir creciendo en términos reales en los próximos años. En segundo lugar porque, culturalmente, se trata de un país en cuya economía el Estado siempre ha sido protagonista. Y en tercer lugar porque el ajuste presupuestario supone una redistribución de fondos entre programas de gasto que, por definición, genera ganadores y perdedores.

Son varios los ejemplos que ilustran las dos caras del ajuste presupuestario. En 2015 se crearán 11.601 empleos públicos en educación, investigación, justicia y seguridad pero el empleo neto del sector público francés se reducirá en 1.278 personas (sobre 1,9 millones, todo hay que decirlo). También se reducirá el primer tramo del impuesto sobre la renta, pero se incrementarán otros impuestos como el que grava el diésel.

El ruido de sables en la política francesa proviene, sobre todo, de la reducción de cotizaciones sociales a cargo del empleador por valor de 6.500 millones de euros mientras se presupuestan recortes por 6.400 millones en protección social (pensiones y seguro de desempleo, como hemos mencionado anteriormente), además del esfuerzo sobre la tendencia de 3.200 millones en sanidad. En algo sí se parecen España y Francia.

Manuel Valls entiende lo primero como un estímulo a la actividad económica y la creación de empleo, y justifica lo segundo con una racionalización del gasto (en medicamentos principalmente) y con la evolución esperada de la tasa de paro (en la actualidad por encima del 10%).

En cualquier caso, hace bastante tiempo que Francia está en el punto de mira de la crisis del Euro como antes lo estuvieron España e Italia. Con un Estado del bienestar que lleva el gasto público al 56,5% del PIB y en manos de un Gobierno con bandera socialdemócrata, Francia no es sólo una pieza de caza mayor. Francia se ha convertido en el “big one”, la última frontera.

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