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Espinar y Cifuentes. Sin dolor no hay placer

Espinar (Unidos Podemos) apoya la protesta contra la investidura de Rajoy porque es "perfectamente legítima"

Imma Aguilar Nàcher

La política y las redes sociales hacen una extraña pareja. Se llevan mal pero se necesitan. Están ambos cerca y participan de una vida cotidiana común, pero se hacen daño. Se usan, se manipulan y se desdeñan. Sin embargo, están condenados a vivir juntos, a entenderse. Se golpean duro en el momento de máxima excitación, con dolor, sin piedad. Les engancha que así sea. Es un sadomaquismo litúrgico y predecible. Ambos esperan el máximo desprecio del otro. Lo desean. La humillación llega. Y la sangre. Y el placer. Es cierto que pasan buenos momentos juntos y procrean camadas de seguidores a su imagen y semejanza. ¿Se aman? ¿Se odian y por eso se aman? Las pasiones antagónicas son siempre atrayentes, como el dolor y el placer.

Son los actores de siempre, los políticos y los ciudadanos, los que siempre han estado ahí juntos, entendiéndose, utilizándose, intercambiando, trasvasando. Pero hay una pequeña diferencia. Ahora la dominación sádica ya no es de los políticos hacia los ciudadanos. Éstos ya saben que mandan, que pueden, que tienen el poder. Por fin la cama es ancha y sin reglas, sin normas. Los tribunales intentan poner coto al deseo descontrolado de expresarse, de odiar, de dominar y patear al otro. De someterlo. De necesitarlo hasta la extenuación. El dolor máximo es la vida en el sexo. Y en la red. Los procesos judiciales contra aquellos que osan desinhibirse al máximo y decir sin tapujos, sin atarse las ganas, todavía introducen más placer. Y el anonimato, el disfraz, la prohibición, el castigo.

Los ciudadanos han mostrado su cara más sádica, sus ganas de dirigir. Y los políticos son títeres en sus manos. Suplican la atención en las redes, aun a costa de ser humillados y denostados. La vida. La ausencia de dolor es la muerte.

Dos casos paradigmáticos de la relación sadomasoquista entre unos y otros, en la dos puntas del espectro ideológico: Ramón Espinar y Cristina Cifuentes. El senador de Podemos fue fotografiado en dos situaciones en que se enfrentaba la coherencia de lo que defiende y predica con lo que hace y demuestra. La fotografía de los refrescos de cola que compró y consumió en el Senado después de haber apoyado un boicot a esa marca; y una exhibición impúdica de la mariscada de la que iba a dar cuenta en lógica comparación con la revolución de los pueblos. Dos temas similares. Dos ¿errores? parecidos. Casi un relato prediseñado: Consumo lo que no soy, lo que no representa, en absoluto, mi militancia radical de izquierdas y anti-establishment. Mucha casualidad, demasiado poco tiempo entre ambas situaciones y un idéntico resultado. La exposición al escarnio público en el patíbulo de las redes sociales. Imperdonable. Imposible no sucumbir al deseo ante tal provocación explícita, impúdica y pornográfica. Las redes arden de pasión orgiástica. Una bacanal de memes.

El segundo caso es también otro arrebato masoquista de alguien que gusta de la pasión explícita de las redes. Esta vez una mujer, pero del partido de enfrente. Es su medio. Se exhibe, se pasea, se contonea por la redes y provoca. Cristina Cifuentes dice que se hace la rubia para triunfar en los mundos de hombres y dice que sus amigas feministas se ponen monas a pesar de ser feministas. Vamos, una entrevista, la de Smoda, de las que nadie hubiera leído de no ser por la provocación de “una rubia” para que la miren. De inmediato, todos nos pusimos manos a la obra. El resultado fue el trending topic #YoTengoAmigasFeministasQue, toda una exhibición de posturas, de imaginación, de pasión desenfrenada contra ella. Por ella.

Los ciudadanos que estamos en las redes vivimos un poco más intensamente la vida, porque sufrimos más y porque disfrutamos más. Estamos listos para el placer y el dolor. Queremos sufrirlo y queremos infringirlo. Las redes sociales nos dan esa opción, nos abren la puerta a la habitación oscura. Estando al otro lado de la cama, el de la política, hay que ser un poco masoquista si quieres una vida con placeres. O eso o renunciar a ellos por miedo a pagar el precio. Son esos políticos que dicen que no están preparados para recibir dolor, sólo quieren placer o prefieren no recibir nada. Los ciudadanos son sádicos de libro. Les gusta ver sufrir. Ya han sufrido bastante. Ahora les toca a ellos mandar.

No me negarán que no les han entrado ganas de seducir, de provocar, de entrar al trapo, de arremeter, de que les den, de dar, de hacer sufrir, de reír de placer. Vayan ustedes a sus redes sociales y gocen.

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