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Feministas en la diana, machistas en el gatillo

Manifestación feminista contra el alcalde de Alcorcón y diputado de la Asamblea de Madrid, David Pérez. Foto: STÉPHANE M. GRUESO

Ruth Toledano

La semana pasada escribí aquí que, en última instancia, las palabras de David Pérez, alcalde de Alcorcón, alentaban el terrorismo machista. Lo reitero. Él ha salido, claro, pidiendo perdón “si alguna persona se ha sentido ofendida” (hay que ser cínico), que es la dinámica absolutoria que se ha instaurado en este país donde lo de hoy ya está obsoleto mañana. Un cargo público dice o hace cualquier barbaridad, sale pidiendo disculpas y aquí no ha pasado nada. Pasamos a la siguiente barbaridad y vuelta a empezar. No hay precio político, no hay condena social.

En Alcorcón hubo el sábado una manifestación feminista, convocada por Mujeres Feministas de Alcorcón. Obviamente, una manifestación de repulsa es lo mínimo que merecen las declaraciones de ese alcalde. Pero la cuestión es que Pérez no debiera seguir ocupando el cargo que detenta. No está habilitado para ello y la repulsa total debiera llegarle desde una manifestación, sí, pero sobre todo desde las propias instituciones, desde su propia formación política y desde las instancias de control jurídico, si convenimos en que sus declaraciones fomentan la discriminación y el odio. Puesto que Pérez no ha dimitido, tendría que haber sido expulsado por los canales que corresponden. Ipso facto.

Pero no. Lejos de ello, las feministas reciben amenazas de muerte en las redes sociales. “@BeatrizGimeno1 marimacha de mierda, eres la escoria de Podemos mal folgada hija de puta. Morireis todos vosotros en tu flia” o “Sra diputada @BeatrizGimeno1 es su turno. Le llegó su fin puta.. Ahora usted y su familia pagarán por tus errores”: es lo que ha recibido la diputada Beatriz Gimeno en Twitter.

Todo en mayúsculas, claro, para intimidar más y mejor, aunque con la misma precaria puntuación que transcribo. Acompaña el segundo tuit la foto de un energúmeno en calcetines y tumbado con un arma sobre el paquete. Parece una metralleta, aunque yo, por supuesto, no soy apta para identificar esos instrumentos, y hay quien comenta que es falsa, pero eso es lo de menos.

Lo que importa es que ilustra la guerra que hay: la de un cambio de paradigma en la relación de poder de los hombres sobre las mujeres, que en su inevitabilidad (la de la crisis del patriarcado) genera una fase de cruenta reacción. En ese campo de batalla desigual están los cuerpos de las mujeres asesinadas, está el repunte de las actitudes machistas entre los más jóvenes, están palabras como las del alcalde de Alcorcón y están las amenazas de muerte a feministas en lucha como Beatriz Gimeno.

Ateniéndonos a las fases reconocidas en todo proceso, militante y político, de liberación, la violencia de estos ataques podría interpretarse como un estertor agónico. Sin embargo, asistiendo como asistimos a una muy preocupante regresión sobre derechos de toda clase que se daban por conquistados, y sobre los que podía creerse que el trabajo pendiente solo era ya su fijación, debemos interpretar estas agresiones machistas no solo como pataletas desesperadas sino como una amenaza real a los derechos de género apenas restituidos a las víctimas. Baste recordar quién va a presidir la primera potencia mundial y con qué clase de individuos formando parte de sus equipos de gestión: misóginos, machistas y homófobos como el de Alcorcón.

De modo que toca seguir -o recuperar de los recortes ideológicos y presupuestarios- con la atención a las víctimas de la violencia de género y con el impulso de las políticas de igualdad, preventivas de esa violencia, y hacerlo de una manera transversal porque afecta a los pilares mismos de la construcción de lo que vendrá. Toca una reforma profunda de la educación para que adolescentes y jóvenes no sigan siendo también víctimas del relato machista y de los estereotipos sexistas que reciben a través de sus productos de consumo, como el cine, la televisión o esa publicidad que ignora a las personas LGTBI y cosifica a las mujeres hasta el punto de despojarlas de los pezones en las campañas de lencería femenina. Toca vigilar el burdo sexismo que impera en los juguetes infantiles, del que podemos tomar clara nota en la oferta propia de las fechas navideñas. Toca volver a reclamar paridad, a establecer cuotas donde sea necesario y a incentivar a las empresas que incorporen mujeres a sus cuadros directivos. Toca no ser sumisas, salir a la calle, fortalecer la lucha de género.

Y, por supuesto, toca exigir que los filtros policiales y judiciales actúen contra el acoso machista -como el que sufre ahora la activista feminista y LGTBI Beatriz Gimeno- con tanta contundencia como lo hacen cuando se trata de mochilas de gatitos, de chistes de concejales de Ahora Madrid o de tuits sobre niños toreros.

En cuanto al alcalde de Alcorcón, sigue tocando, como hace una semana, que recoja su cosas y salga del despacho que ocupa sin la más mínima legitimidad moral. Le tocaba ordenárselo a su partido, pero Cifuentes se ha conformado con “pedirle explicaciones”, como si hicieran falta, con lo bien explicado que lo dejó todo Pérez en sus declaraciones. Y como, de manera unilateral, la presidenta de la Comunidad de Madrid da el tema “por zanjado”, tenemos que ser el resto de las mujeres, como los colectivos feministas de Alcorcón, quienes sigamos exigiendo que ese hombre -cuyas palabras fomentan agresiones como las que recibe la también, igual que él, diputada en la Asamblea de Madrid- desaparezca de las instituciones.

Pues todas las feministas estamos, con Gimeno, en la diana de esos tuits, del mismo modo que todos los machistas están, con Pérez, en el gatillo de esa metralleta. Y, con unas o con otros, un modelo de relación y de organización social, un sistema justo o no. Esa es la guerra.

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