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¡Gracias, Alfredo!

Alfredo Pérez Rubalcaba. / Efe

Manuel Sánchez

“A mí no me defiende nadie. Soy consciente de que nadie me quiere. Eso lo asumo. ¡Mira el panorama mediático! Si hasta los que presuntamente son más cercanos me montan toda una campaña por no pedir una comisión de investigación sobre Bankia, cuando mi estrategia era otra”.

Con estas palabras, hace algo más de un año, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, se lamentaba en su propio despacho ante dos o tres periodistas de la soledad política en la que se encontraba y de que, hiciera lo que hiciera, le llovían críticas y palos por todos los frentes.

Fue en la época en la que se discutía si hacía una oposición blanda o dura –debate aún no cerrado–, si actuaba en demasía como hombre de Estado en lugar de como líder de la oposición, o sobre si estaba muy lastrado por su pasado y por haber sido el vicepresidente de José Luis Rodríguez Zapatero en la época del hundimiento del Gobierno del PSOE.

Pero ahora que se van a cumplir dos años de su llegada a la Secretaría General del PSOE, creo que hay motivos para salir en defensa del trabajo que ha hecho Rubalcaba en esta etapa, aunque sea “sólo un poquito”.

Parece poco discutible que, en estos 22 meses, Rubalcaba ha conseguido que el PSOE no se derrumbe, convirtiéndose en la UCD de 1982. Y había serios riesgos de que esto ocurriera. El partido salió de las dos elecciones de 2011 absolutamente hundido, con su representación parlamentaria en sus niveles históricos más bajos y una gran pérdida de ayuntamientos y de comunidades autónomas. La militancia entró en la depresión.

Del congreso de Sevilla, en febrero de 2012, nació un PSOE totalmente dividido, lo que se notó en todas las federaciones y hasta en el mismo Grupo Parlamentario Socialista. Y si bien es cierto que bajo su liderazgo, y pese a los tremendos recortes del Gobierno, los socialistas con Rubalcaba al frente no remontan en las encuestas y están estancados, sí se le puede reconocer que ha apuntalado el partido. Al menos, para que la casa no se caiga del todo.

También ha logrado elaborar un nuevo proyecto político. Más interesante de lo que se ha contado y con gran calado de fondo. Eso sí, Rubalcaba no lo ha sabido “vender” y sigue con el lastre de no ser creíble para la sociedad, que empieza a tener una desconfianza endémica a lo que promete el PSOE en la oposición y lo que luego hace en el Gobierno. Y no faltan motivos.

Y, además, haciendo la cuadratura del círculo –la principal cualidad de Rubalcaba–, ha logrado poner a su partido de acuerdo en un modelo de Estado o en plantear una reforma en profundidad de la Constitución, lo que difícilmente otro dirigente político hubiera conseguido en el PSOE. Gustará más o menos, y quedan aristas, pero no era tarea fácil, y el planteamiento general y federal está encauzado.

Como tampoco ha sido un camino de rosas recuperar las relaciones con el PSC que, de momento, se han tranquilizado. Pese a las voces en el PSOE de que había que romper con los socialistas catalanes e ir con las siglas del partido en Cataluña, parece claro que, mirando cualquier resultado electoral de toda la etapa democrática, no es difícil deducir que los socialistas no tendrían ninguna posibilidad de volver a ser mayoritarios en España con esta fórmula.

Y, dicho todo esto, sólo se me viene a la cabeza aquel mitin de Vistalegre donde Zapatero fue proclamado candidato a la presidencia del Gobierno por primera vez y pronunció aquella famosa frase para despedir definitivamente al expresidente del Gobierno: “¡Gracias, Felipe!”. Pues eso: “¡Gracias, Alfredo!”

El PSOE, por mucho que llore, tiene suerte. Y tal vez la haya tenido por aquellos 22 votos de diferencia que le dieron a Rubalcaba el congreso para gestionar la travesía del desierto (aunque nadie puede saber en qué situación estaría el partido ahora si dichos votos hubieran sido a favor de Carme Chacón).

Pero el partido está deseando darle las gracias a Alfredo y pasar a una nueva etapa, con un candidato nuevo a la presidencia del Gobierno. Incluso quienes le aprecian creen que es su mejor salida política, lo que no significa su retirada, ni que deba dejar la Secretaría General del PSOE hasta el próximo congreso.

Nadie sabe bien qué va a hacer, cómo lo va a hacer y cuándo gestionará los tiempos políticos que se avecinan en 2014. La inmensa mayoría de los dirigentes del PSOE creen que no se presentará a las Primarias, pero tampoco lo dan por cerrado. La diferencia estará en si Rubalcaba se quiere ir con una derrota en las Primarias –más que probable, sean quienes sean sus rivales– o con el reconocimiento a la labor hecha en una situación muy difícil para su partido. El dilema está en la ambición.

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