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Guanyem la ciudad de los prodigios

Captura del vídeo de presentación de Guanyem Barcelona.

Merche Negro

Por fin, ha llegado el día.

Pasó la verbena de Sant Joan, hemos quemado los miedos.

Hoy se presenta Guanyem... Barcelona, de momento.

De un tiempo a esta parte miro la actualidad como una anécdota de la H/historia. No sé si debería escribir mayúscula o minúscula aquí porque, para que la h muda e insignificante se convierta en H imponente, ha de marcar la diferencia.

Guanyem es el enésimo intento de la izquierda por arremolinarse y crear turbulencias. De ahí su logo, bastante bien diseñado, tan circular como se lleva ahora en esto de las candidaturas políticas de abajo a arriba, tan incompleto como la Gestalt nos enseña (la mente nos hace cerrar la circunferencia con nuestros deseos). Un remolino que puede llevarnos a Oz y cambiar nuestro mundo para siempre, o no pasar de tormenta de verano y dejar dos o tres escaños a los sumo en el Ayuntamiento el año que viene... para llenarlos de camisetas reivindicativas y hashtags milimetrados.

Y qué desperdicio sería eso, espero que estéis de acuerdo.

Una buena imagen no sirve de mucho, ya lo hemos aprendido. Estamos hartos de verlo. Y sí, tenemos a Ada. Lo mejor de Ada es lo que no es Ada, lo que no vemos de Ada: el resto de personas (mu-chí-si-mas) que están empujando con ella para que de una vez, de una puta vez, esto tenga sentido.

Guanyar, ganar, significa sumar. Y sumar significa ceder.

Repito: sumar, ceder. No decir que vamos a sumar y ceder para quedarnos esperando a que el otro venga a rendir pleitesía. Porque si hay una ciudad donde he aprendido que las luchas vienen de lejos es Barcelona. Algunos me dicen que desde 1714, otros que desde el XIX de Onofre Bouvila y su anarquismo a la sombra de la Exposición Universal, los de más allá me recuerdan a Companys y Macià en abril del 31 hablando de cordialitat para integrar Catalunya a la Federació de Repúbliques Ibériques.

Todos se hacían servir de zonas comunes. Porque si hay un lugar donde me habéis enseñado que mejor que crear algo nuevo es coger lo bueno de cada uno y reconocernos, es Barcelona. Hasta en mi barrio, Poblenou, donde ya no sé si al tipo con el que estoy hablando en la rambla le conozco del AMPA del colegio, de mi cooperativa de consumo, del Flor de Maig o es un drac bajo el que me escondí del fuego en el último correfoc. Y me preocupa bastante poco saberlo.

Para que Guanyem sea mayúscula ha de desfacer entuertos y remendar heridas. Y ha de hacerlo no para ganar, más bien para no faltar al respeto a los barceloneses, que son de genética poliédricos e hiperactivistas, y que lo llevan sin mayor problema esperando que lo que se les ofrezca vaya por ese camino. No se puede crear algo que no sea el espejo claro y honesto de los ciudadanos a los que queremos representar. Quiero decir: si vamos en serio en esto de hacer las cosas de forma distinta.

Basta entonces, basta ya de suspicacias. Basta de declamar deseos de unidad en dos segundos para el tercero sacar el pero que argumente en contra. Basta de miedos en siglas -varias- que no terminan de entender procesos porque no son los suyos (y es que queremos otros). Basta de reproches de posiciones inmovilistas -varias, y 2- que se empeñan en preferir ser oposición que alternativa, y que son más vieja política que a los que llaman vieja política. Basta de soberbias -ay, y 3- del que llega ahora con un manual de instrucciones impertinente e impreciso aunque recién lacado y virgen, pretendiendo abordar las instituciones políticas que dicen querer tumbar y ofendiéndose ante las lógicas preguntas de cómo serán las relaciones: ¿en qué quedamos, pues, es que hemos venido a hacer un club de macramé? Basta de decir en privado y callar en twitter. Basta de hablar en twitter y callar en privado, si lo mismo me da.

¿Os resulto poco concreta? Vamos allá, que a los monstruos para derrotarles hay que mirarles a los ojos: Bolonia y la actuación de los mossos, Aturem el Parlament y otros conatos de violencia que siguen sin poderse controlar. Las difusas complacencias ideológicas con una Euskadi que queremos dejar atrás, el dudoso bien que hicieron los escraches a políticos del PP...

¿Así mejor?

Basta. Que no hay tiempo para rendiciones de Breda ni recapitulaciones que apestan a antiguo. Tampoco paciencia. Que a los ciudadanos de Barcelona, y a los que vengan después, nos resbala el párrafo anterior. ¿Que no lo veis? Es el momento de elegir objetivos concretos, ponerles nombre y metodología, y que las personas que estén dispuestas a pelearlas lo hagan, vengan de donde vengan y cada uno reivindicando de dónde aprendió la habilidad y los conocimientos, faltaría más. Renuncias, ninguna. Ambiciones, todas. Es lo que nos están pidiendo, solo hay que poner la oreja. Yo estoy viendo a algunos poner la oreja, y mucho más, en el asador.

Y huele rico.

Vaya, que me he liado mucho para deciros que si no lanzamos anteayer los miedos a la hoguera, los tiremos por el inodoro ya mismo. Menos glamuroso si no os digo que no, pero igual de efectivo, que es lo urgente ahora. No me vengáis con lindezas preciosistas.

Si no lo hacemos, todo lo que escribamos, hagamos y digamos esta vez será inútil, irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes que se empeñan en no sumar, están condenadas a cien años de soledad (y de oposición) y no, tampoco tendrán una segunda oportunidad sobre esta tierra, una ciudad de tantos prodigios.

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