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Honor, teles de plasma y multitud de pronósticos

Ruth Toledano

Este Gobierno es tan incapaz que, en lugar de aprovechar el relativo aflojamiento de la tensión provocada por el caso Bárcenas, gracias a la estrategia del silencio, ha puesto en bandeja al extesorero del Partido Popular un protagonismo cuyo eco le va a resultar imposible silenciar. Que nos gobiernan unos ineptos lo comprobamos otra vez el pasado viernes ante el espectáculo ofrecido en el juzgado de Toledo donde se produjo esa suerte de careo entre la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y el ex tesorero del partido, Luis Bárcenas, en directo desde la prisión de Soto del Real pero a través de una tele de plasma que favorecía más que el banquillo. Como si condujera con aplomo un programa del prime time, Bárcenas acusó al PP de gravísima corrupción, pronunció los nombres de todos los miembros del partido que han cobrado cantidades en b, se refirió a las cuentas no declaradas, recordó la protección que le ofreció Arenas cuando ya estaba imputado, insistió en salpicar a presidentes y secretarios generales. Mientras, Cospedal sonreía con cinismo e inmadurez, recurriendo a la soberbia a falta de seguridad y autoridad moral, como si estuviera en el despacho de la monja prefecta.

La cosa fue tan bochornosa y le ha puesto las cosas tan difíciles al Gobierno que Mariano Rajoy, el presidente de la vergüenza, ha dicho que no va a comentar nada al respecto porque no habla de cuestiones sometidas a decisiones judiciales. Así que hemos comprendido por qué guarda casi permanente silencio sobre la inmensa mayoría de los asuntos políticos, principalmente aquellos relacionados con su partido y con miembros de su equipo: no habla de casi nada porque casi todo lo suyo y lo de los suyos está sometido a decisiones judiciales. Está claro que aquí no pasa nada pase lo que pase, pero que prácticamente la totalidad de un equipo de Gobierno esté imputado, haya sido acusado, se encuentre en la cárcel o haya estado relacionado, directa o indirectamente, con procesos judiciales, es un escándalo de proporciones descomunales. La política gubernamental está judicializada y los responsables políticos más parecen formar parte de una banda de crimen organizado que de lo que habría de ser la máxima representación de la excelencia y el servicio al común.

Lo más chistoso es que la metedura de pata descomunal de Cospedal, el numerito de su empeño con las denuncias a Bárcenas y el efecto boomerang de la patética representación del juicio de Toledo es que fuera impulsado por el afán de defender su honor, un concepto tan propio de la caspa y la hipocresía de la derecha. Ante la situación de descalabro general de este Gobierno, ante el estado generalizado de malestar social, el caso Bárcenas podría haber tenido alguna posibilidad de haber sido neutralizado, pero nos lo han devuelto en esta especie de biopic del PP que se ha rodado como si fuera un capítulo de la serie Juzgado de guardia. Parecía que Bárcenas había quedado en un segundo plano y el presidente Rajoy no decía ni mu (ya se sabe que lo que no se menciona se va diluyendo, lo que no se verbaliza no existe: es también una estrategia muy acorde con el proceder de la derecha, que en esta y tantas cuestiones de corte moral esconde la incómoda verdad bajo la alfombra del silencio, dentro del armario de la ocultación). Pero es tal su torpeza que se les fue la fuerza por la boca cerrada y Cospedal recurrió al honor como si para ella fuera algo más que una palabra vacía de toda la nobleza de su contenido.

Ante esta pérdida de papeles del PP y para recomponer una imagen destrozada de nuevo con las acusaciones de Bárcenas y el desatino del juicio, el Gobierno ha decidido sacar la artillería económica. Y la cosa ha sido de traca: ese Montoro diciendo que España dirá “definitivamente adiós a la crisis en 2014” porque así lo indican “multitud de pronósticos” es un esperpento difícilmente superable. Si hay multitud de pronósticos son precisamente los que indican que el PP debiera estar herido de muerte. De muerte por mentira y corrupción. Y lo estaría, herido de muerte, si en este país pasara algo cuando pasa algo tan grave como lo que pasa.

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